(Las ilustraciones del artículo son de la obra "La Balada del Norte" de Alfonso Zapico)
Ilustración de Alfonso Zapico |
Los
participantes consiguieron fusiles, ametralladoras y munición de varias formas,
no sólo asaltando las fábricas y con el alijo del "Turquesa"
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Siempre digo que la insurrección de
Asturias en octubre de 1934 no fue sólo una respuesta a la entrada de la CEDA
en el Gobierno republicano, ni mucho menos una revuelta improvisada, sino una
verdadera revolución preparada con detalle, que solo triunfó en Asturias porque
aquí el compromiso de las organizaciones obreras fue unitario. También repito
que esta historia está aún por hacer, lo que abre la puerta a que pueda
manipularse con facilidad, y por ello cuando puedo les voy contando nuevos datos
que pueden aportar un poco de luz a este episodio.
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Una vez iniciada la insurrección, en la
Fábrica de La Vega también se requisaron
abundantes fusiles, pero sin munición, porque días antes, como medida de
precaución, ante la imposibilidad material de quitar los cerrojos a los fusiles
para inutilizarlos se trasladaron al cuartel de Pelayo donde estaba el
regimiento n.º 3 una cantidad de cartuchos que según las diferentes
informaciones osciló entre 300.000 y 2.000.000.
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Según Díaz Nosti cuando la Fábrica fue
asaltada había allí 10.554 fusiles de diferentes calibres, de los que los
revolucionarios sacaron 6.740, junto a otros 4 automáticos; 24 carabinas, que
no se tocaron; 10.561 mosquetones, de los que se llevaron 4.611; 198
ametralladoras pesadas "Hotchkiss", de las que salieron 29, y 281
fusiles ametralladores "Trapote", de los que se cogieron 81. Nosti concluyó que con la suma de lo
descargado en el "Turquesa" y las armas de la Fábrica de La Vega los
revolucionarios no pudieron contar más que con 15.000 fusiles, y en cuanto a
las municiones, durante el verano se habían comprado 1.000 cartuchos y de las
98 cajas que se salvaron del "Turquesa" se obtuvieron otros 157.000.
También fueron requisados el depósito de
la Sociedad Española de Explosivos en La Manjoya, especializada en dinamita; en
Cayes, a ocho kilómetros de Oviedo, otra factoría dedicada a pólvora y
municiones, y la Fábrica de Trubia, de donde salieron cerca de 8.000 cascos
militares de acero y 29 cañones de diversos calibres con abundantes
proyectiles, aunque como denunció "Manole" Grossi en "La
insurrección de Asturias", la mayor parte estaban sin espoletas y se
dispararon sin que llegasen a explotar.
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Nosotros podemos decir que las armas del
"Turquesa" no llegaron a la Montaña Central donde sí se consiguieron
fusiles y pistolas por otros medios. Manuel Villar "Ignotus" en
"El anarquismo en la insurrección de Asturias" escribió que los
insurrectos de La Felguera contaron con 400 fusiles, 6 ametralladoras pesadas
de guerra y abundancia de dinamita y granadas "todo ellos conseguido con
el esfuerzo pecuniario de los trabajadores", y otro anarquista, Solano
Palacio aseguró en "Quince días de comunismo libertario en Asturias"
que en los talleres de Duro Felguera los obreros libertarios blindaron seis
camiones para los frentes.
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También en la Fábrica de Mieres, con los
combates ya iniciados, un centenar de caldereros y ajustadores se ocuparon en
blindar máquinas y vagones de ferrocarril y camiones e incluso se construyó una
catapulta para lanzar bombas que se llevó hasta Campomanes, y así mismo en
Turón se realizaron otros blindajes de vehículos. Según Grossi la técnica
consistía en poner sacos terreros entre una chapa exterior de un centímetro de
grosor y otra chapa trasera de medio centímetro y antes de salir se probaban
disparando sobre ellos con ametralladora.
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Recientemente la familia de Guzmán
García Álvarez, hermano del jurista y gran maestre de la Masonería Juan Pablo
García Álvarez, de quien ya nos hemos ocupado otras veces, me ha hecho llegar
generosamente sus memorias "Ya en México, la Libertad" publicadas en
aquel país en 1981, donde se cuenta con detalle lo sucedido con los fusiles que
se sacaron de la Fábrica de Mieres antes de octubre, un hecho al que otros
autores también hicieron referencia, pero siempre de una forma muy somera.
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Dentro se ponía fulminante, a veces
trozos pequeños de hierro y sobre todo dinamita, obtenida generosamente de las
minas de Mieres y Sama y luego, como hemos visto, también de La Manjoya. Pero su principal actividad fue la
reparación y acondicionamiento de unos fusiles mauser que habían llegado a la
Fábrica como chatarra procedentes de Alemania y que se sacaban por las noches
pasándolos por encima del muro con la colaboración de los obreros del turno de
noche. Luego se llevaban hasta el taller donde eran revisados para reponer las
piezas que faltaban, casi siempre hechas de manera artesanal. De las culatas se
encargaba otro socialista experto en carpintería al que se le proporcionaba la
madera necesaria o se le pagaba su importe. En el inicio de la Revolución se
disponía de 109 de estos fusiles para Mieres y otros 150 controlados por la
juventud Socialista de Olloniego; Según Guzmán García todos estaban
convenientemente engrasados, aunque se sabía que por su mal estado muchos no
iban a servir más que para los primeros combates y además el verdadero problema
fue la munición que se iba a comprando a cuentagotas en Gijón y Oviedo y luego
se malgastó en los primeros días de lucha.
Sin embargo Grossi aseguró que de ellos
solo se pudieron aprovechar unos treinta y seguramente estuvo más acertado,
porque sabemos que la columna que salió de Ablaña al mando de González Peña con
destino a Oviedo tuvo que armarse con fusiles y municiones procedentes del
"Turquesa" a su paso por Las Caldas y Balduno. En la Casa del Pueblo de Mieres se abrió
ya en plena lucha otro taller para fabricar bombas, que luego se trasladó a la
bocamina de El Peñón.
Ilustración de Alfonso Zapico |
FUENTE:
ERNESTO BURGOS-HISTORIADOR
Ernesto Burgos Fernández nació en Mieres (Asturias) el 7 de julio de 1957.
Licenciado en Geografía e Historia
por la Universidad de Oviedo (1979). Diploma de Estudios Avanzados en
Arqueología Histórica («La romanización en las cuencas mineras del sur de
Asturias» 2006).Profesor de Educación Secundaria, ha trabajado en los
institutos «Juan de Herrera» (Valladolid), «Sánchez Lastra» (Mieres), «Camino
de La Miranda» (Palencia), «Valle de Aller» (Moreda) y desde 2006 en el IES
«Mata Jove» de Gijón. En el año 2016 el reconocido historiador mierense fue
distinguido con el reconocido galardón anual de
“Mierense del año”.
Alfonso
Zapico (Blimea, Asturias, 1981). Historietista e ilustrador freelance.
Profesional gráfico desde el año 2006. Trabaja en proyectos educativos del
Principado de Asturias (Aula Didáctica de
los Oficios) e impartido talleres de ilustración en centros educativos de
Asturias y Poitou-Charente (Francia). Realiza ilustraciones, diseños y campañas
para diversas agencias de publicidad, editoriales e instituciones. Es
ilustrador de prensa en diarios regionales asturianos (La Nueva España, Cuenca del Nalón, Les Noticies…).
Se estrena en 2006 con un álbum de corte
histórico para el mercado franco-belga, La guerra del profesor Bertenev (Dolmen, 2009). Su primer trabajo
publicado directamente en España es Café Budapest (Astiberri, 2008), donde se mete de lleno en una ficción
determinada por los orígenes del todavía no resuelto conflicto
palestino-israelí. Acto seguido apuesta por recrear en cómic la vida de James
Joyce, Dublinés (Astiberri, 2011),
que gana el Premio Nacional del Cómic 2012 y a raíz del cual surge el cuaderno
de viaje La ruta Joyce (Astiberri, 2011).
Vive en la localidad francesa de
Angouléme, donde, tras realizar El otro mar (Astiberri,
2013) a caballo de su Asturias natal, a la que vuelve con regularidad, se
encuentra preparando su nueva y ambiciosa obra, “La balada del norte”, que
constará finalmente de tres tomos.
Esta magnífica obra es un autentico
tesoro de la novela gráfica española y refleja la negrura de los valles mineros
de Asturias de los que surgen personajes luminosos, y bajo el ruido atronador
de las minas de carbón se escucha el susurro de una canción antigua. Los viejos
y nuevos tiempos chocan brutalmente poniendo a prueba al protagonista, pronto a
la Humanidad entera. Éste es el sonido de "La balada del norte".
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