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15 de octubre de 2018

Detalles sobre la insurrección asturiana

Armas para la revolución  
(Las ilustraciones del artículo son de la obra  "La Balada del Norte" de Alfonso Zapico)
Ilustración de Alfonso Zapico
Los participantes consiguieron fusiles, ametralladoras y munición de varias formas, no sólo asaltando las fábricas y con el alijo del "Turquesa"
Ilustración de Alfonso Zapico
Siempre digo que la insurrección de Asturias en octubre de 1934 no fue sólo una respuesta a la entrada de la CEDA en el Gobierno republicano, ni mucho menos una revuelta improvisada, sino una verdadera revolución preparada con detalle, que solo triunfó en Asturias porque aquí el compromiso de las organizaciones obreras fue unitario. También repito que esta historia está aún por hacer, lo que abre la puerta a que pueda manipularse con facilidad, y por ello cuando puedo les voy contando nuevos datos que pueden aportar un poco de luz a este episodio.
Ilustración de Alfonso Zapico
Hoy voy a referirme al armamento de los revolucionarios, un capítulo confuso que casi siempre se soluciona mencionando el alijo del "Turquesa" y los asaltos a las fábricas de armas, pero ni el primero fue tan importante ni, las incautaciones de los depósitos, una vez iniciada la lucha, resultaron la única fuente de abastecimiento. Bernardo Díaz Nosti recogió en su libro de 1974 "La Comuna Asturiana" la información que había publicado el Diario de Madrid el día 30 de octubre de 1934, según la cual desde las elecciones de noviembre de 1933 en la Fábrica de armas de La Vega se venían sacando por piezas cada día una media de tres fusiles, procedentes de una partida de armas traídas de África tras el desastre de 1921, camuflados bajo los monos de trabajo, que luego se montaban en las cuencas mineras. Sin embargo, otros testigos hablan de una cantidad mayor. Así, para Manuel Domínguez Benavides en "La revolución fue así, Octubre rojo y negro" se llegaron a conseguir de esta forma dos mil fusiles y nueve ametralladoras pesadas.
Ilustración de Alfonso Zapico
Una vez iniciada la insurrección, en la Fábrica de La Vega también se requisaron abundantes fusiles, pero sin munición, porque días antes, como medida de precaución, ante la imposibilidad material de quitar los cerrojos a los fusiles para inutilizarlos se trasladaron al cuartel de Pelayo donde estaba el regimiento n.º 3 una cantidad de cartuchos que según las diferentes informaciones osciló entre 300.000 y 2.000.000.
Ilustración de Alfonso Zapico
Según Díaz Nosti cuando la Fábrica fue asaltada había allí 10.554 fusiles de diferentes calibres, de los que los revolucionarios sacaron 6.740, junto a otros 4 automáticos; 24 carabinas, que no se tocaron; 10.561 mosquetones, de los que se llevaron 4.611; 198 ametralladoras pesadas "Hotchkiss", de las que salieron 29, y 281 fusiles ametralladores "Trapote", de los que se cogieron 81. Nosti concluyó que con la suma de lo descargado en el "Turquesa" y las armas de la Fábrica de La Vega los revolucionarios no pudieron contar más que con 15.000 fusiles, y en cuanto a las municiones, durante el verano se habían comprado 1.000 cartuchos y de las 98 cajas que se salvaron del "Turquesa" se obtuvieron otros 157.000.
Ilustración de Alfonso Zapico
También fueron requisados el depósito de la Sociedad Española de Explosivos en La Manjoya, especializada en dinamita; en Cayes, a ocho kilómetros de Oviedo, otra factoría dedicada a pólvora y municiones, y la Fábrica de Trubia, de donde salieron cerca de 8.000 cascos militares de acero y 29 cañones de diversos calibres con abundantes proyectiles, aunque como denunció "Manole" Grossi en "La insurrección de Asturias", la mayor parte estaban sin espoletas y se dispararon sin que llegasen a explotar.
Ilustración de Alfonso Zapico
Nosotros podemos decir que las armas del "Turquesa" no llegaron a la Montaña Central donde sí se consiguieron fusiles y pistolas por otros medios. Manuel Villar "Ignotus" en "El anarquismo en la insurrección de Asturias" escribió que los insurrectos de La Felguera contaron con 400 fusiles, 6 ametralladoras pesadas de guerra y abundancia de dinamita y granadas "todo ellos conseguido con el esfuerzo pecuniario de los trabajadores", y otro anarquista, Solano Palacio aseguró en "Quince días de comunismo libertario en Asturias" que en los talleres de Duro Felguera los obreros libertarios blindaron seis camiones para los frentes.
Ilustración de Alfonso Zapico
También en la Fábrica de Mieres, con los combates ya iniciados, un centenar de caldereros y ajustadores se ocuparon en blindar máquinas y vagones de ferrocarril y camiones e incluso se construyó una catapulta para lanzar bombas que se llevó hasta Campomanes, y así mismo en Turón se realizaron otros blindajes de vehículos. Según Grossi la técnica consistía en poner sacos terreros entre una chapa exterior de un centímetro de grosor y otra chapa trasera de medio centímetro y antes de salir se probaban disparando sobre ellos con ametralladora.
Ilustración de Alfonso Zapico
Recientemente la familia de Guzmán García Álvarez, hermano del jurista y gran maestre de la Masonería Juan Pablo García Álvarez, de quien ya nos hemos ocupado otras veces, me ha hecho llegar generosamente sus memorias "Ya en México, la Libertad" publicadas en aquel país en 1981, donde se cuenta con detalle lo sucedido con los fusiles que se sacaron de la Fábrica de Mieres antes de octubre, un hecho al que otros autores también hicieron referencia, pero siempre de una forma muy somera.
Ilustración de Alfonso Zapico
Guzmán García fue secretario de las Juventudes Socialistas de esta villa y se encargó de su formación militarizada previa a la Revolución, que se basaba en los mismos ejercicios de la infantería española, con sesiones que se hacían los domingos y días festivos en las montañas de Rozaes de La Peña, Polio y especialmente las proximidades del picu Siana, donde se habían preparado unos zulos con armas escondidas. Según su testimonio, en un bosque de castaños cercano a La Quinta, que era propiedad de Fábrica de Mieres, se estableció un taller en el que trabajó él mismo, junto a su hermano Julio y otro joven "hijo mayor de la familia Vázquez Gayoso", de origen gallego y cuyo padre era también minero y socialista. Contaba incluso con una pequeña fábrica de bombas rudimentarias pero efectivas hechas con pedazos de tubo de entre 15 a 20 cm de lado y entre pulgada y pulgada y media de diámetro, con tapas redondas o cuadradas en los dos extremos unidas con una varilla interior con rosa y tuercas, dejando una de las tapas agujereada para colocar la mecha.
Ilustración de Alfonso Zapico
Dentro se ponía fulminante, a veces trozos pequeños de hierro y sobre todo dinamita, obtenida generosamente de las minas de Mieres y Sama y luego, como hemos visto, también de La Manjoya. Pero su principal actividad fue la reparación y acondicionamiento de unos fusiles mauser que habían llegado a la Fábrica como chatarra procedentes de Alemania y que se sacaban por las noches pasándolos por encima del muro con la colaboración de los obreros del turno de noche. Luego se llevaban hasta el taller donde eran revisados para reponer las piezas que faltaban, casi siempre hechas de manera artesanal. De las culatas se encargaba otro socialista experto en carpintería al que se le proporcionaba la madera necesaria o se le pagaba su importe. En el inicio de la Revolución se disponía de 109 de estos fusiles para Mieres y otros 150 controlados por la juventud Socialista de Olloniego; Según Guzmán García todos estaban convenientemente engrasados, aunque se sabía que por su mal estado muchos no iban a servir más que para los primeros combates y además el verdadero problema fue la munición que se iba a comprando a cuentagotas en Gijón y Oviedo y luego se malgastó en los primeros días de lucha.
Ilustración de Alfonso Zapico
Sin embargo Grossi aseguró que de ellos solo se pudieron aprovechar unos treinta y seguramente estuvo más acertado, porque sabemos que la columna que salió de Ablaña al mando de González Peña con destino a Oviedo tuvo que armarse con fusiles y municiones procedentes del "Turquesa" a su paso por Las Caldas y Balduno. En la Casa del Pueblo de Mieres se abrió ya en plena lucha otro taller para fabricar bombas, que luego se trasladó a la bocamina de El Peñón.
Ilustración de Alfonso Zapico
Guzmán García Álvarez también reseñó en sus memorias la compra de armas cortas en Bilbao, Éibar y San Sebastián, pagadas por los socialistas, que él mismo se encargó de traer en varios viajes. Sé por el testimonio personal de Felipa del Río, que se guardaron en Ablaña antes de repartirse en Mieres, porque dos días antes de la revolución ella y su amiga Nieves García recibieron el encargo de llevar de un lugar a otro dos cestas con pistolas y estuvieron a punto de ser detenidas a mitad de camino por un control de la Guardia Civil. Florentino Romero, hijo de Nieves, también me ha confirmado este hecho, interesante porque reúne en una misma acción a dos mujeres vinculadas respectivamente al Partido Comunista y al Bloque Obrero y Campesino, lo que demuestra que al menos una parte del PCE colaboró en los preparativos unitarios sin obedecer la orden de sus dirigentes que se opusieron a la revolución hasta el momento en que estalló. Pero ésa ya es otra historia.
Ilustración de Alfonso Zapico
FUENTE: ERNESTO BURGOS-HISTORIADOR

Ernesto Burgos Fernández nació en Mieres (Asturias) el 7 de julio de 1957.
Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Oviedo (1979). Diploma de Estudios Avanzados en Arqueología Histórica («La romanización en las cuencas mineras del sur de Asturias» 2006).Profesor de Educación Secundaria, ha trabajado en los institutos «Juan de Herrera» (Valladolid), «Sánchez Lastra» (Mieres), «Camino de La Miranda» (Palencia), «Valle de Aller» (Moreda) y desde 2006 en el IES «Mata Jove» de Gijón. En el año 2016 el reconocido historiador mierense fue distinguido con el reconocido galardón anual de  “Mierense del año”.

Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981). Historietista e ilustrador freelance. Profesional gráfico desde el año 2006. Trabaja en proyectos educativos del Principado de Asturias (Aula Didáctica de los Oficios) e impartido talleres de ilustración en centros educativos de Asturias y Poitou-Charente (Francia).  Realiza ilustraciones, diseños y campañas para diversas agencias de publicidad, editoriales e instituciones. Es ilustrador de prensa en diarios regionales asturianos (La Nueva España, Cuenca del Nalón, Les Noticies…).
Se estrena en 2006 con un álbum de corte histórico para el mercado franco-belga, La guerra del profesor Bertenev (Dolmen, 2009). Su primer trabajo publicado directamente en España es Café Budapest (Astiberri, 2008), donde se mete de lleno en una ficción determinada por los orígenes del todavía no resuelto conflicto palestino-israelí. Acto seguido apuesta por recrear en cómic la vida de James Joyce, Dublinés (Astiberri, 2011), que gana el Premio Nacional del Cómic 2012 y a raíz del cual surge el cuaderno de viaje La ruta Joyce (Astiberri, 2011).
Vive en la localidad francesa de Angouléme, donde, tras realizar El otro mar (Astiberri, 2013) a caballo de su Asturias natal, a la que vuelve con regularidad, se encuentra preparando su nueva y ambiciosa obra, “La balada del norte”, que constará finalmente de tres tomos.
Esta magnífica obra es un autentico tesoro de la novela gráfica española y refleja la negrura de los valles mineros de Asturias de los que surgen personajes luminosos, y bajo el ruido atronador de las minas de carbón se escucha el susurro de una canción antigua. Los viejos y nuevos tiempos chocan brutalmente poniendo a prueba al protagonista, pronto a la Humanidad entera. Éste es el sonido de "La balada del norte".
Sus libros han sido traducidos al inglés, francés, alemán o polaco. (…) http://alfonsozapico.com
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