Historias al otro lado del charco
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Emigrantes en cubierta, dibujo de Shaun Tan |
Tres
mujeres que emigraron a América entre finales del siglo XIX y mediados del
siglo XX y retornaron a Asturias relatan
su experiencia
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Dibujo de Emigrantes, libro de Shaun Tan |
Muchas familias de Asturias conocen de
cerca lo que es el fenómeno de la emigración. La mayoría de los asturianos
tienen cerca a alguien que, en algún punto de su vida, se ha visto obligado a
marcharse lejos de su hogar con el objetivo de prosperar o, simplemente, de
buscarse un futuro. Varias generaciones han hecho la maleta para viajar a un
país extranjero del que solo habían oído hablar en las cartas de sus conocidos,
aquellos que se habían ido antes.
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Martina Fernández junto a su marido, Alberto Argüelles, en su tienda de Argentina |
Mientras unos buscaban suerte, otros se
marchaban por necesidad. Las condiciones en las que se encontraba el país
debido a la Guerra Civil provocaban que las familias buscaran soluciones
desesperadas y zarpar a un país desconocido era la mejor opción para aquellos
que pudieran reunir el dinero para comprar los billetes. En muchas ocasiones,
las familias no podían permitirse viajar juntas, por lo que primero se iban los
hombres y, cuando ya habían encontrado un trabajo y podían enviar el dinero a
casa, las mujeres seguían su camino. El boom migratorio a América Latina entre
finales del siglo XIX y mediados del siglo XX supuso uno de los hechos más
importantes para la región. Muchos se marchaban principalmente a países en
pleno desarrollo, como lo eran Argentina, Cuba, México o Uruguay. Aunque las
cifras son aproximadas debido a que una parte de la población emigró de forma
clandestina, se estima que unos 350.000 asturianos, de los cuales un 30 % eran
mujeres, abandonaron Asturias en aquella época. Esta cantidad refleja la
necesidad de huir de un lugar en el que el hambre y la inestabilidad social y
política afectaba a la mayoría de los asturianos, sobre todo a aquellos que
residían en la zona rural.
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Billete del crucero Montevideo-Vigo de la Compañía Ybarra en 1974. |
Por otro lado, cabe destacar el rol de
la mujer como emigrante. El contexto social de la época estaba basado en un
sistema machista, en el que el comportamiento de la mujer estaba en el punto de
mira: las tareas que debían realizar, la vestimenta o su actitud se seguían con
total atención. Si no era fácil empezar de cero en otro país para un hombre, lo
era menos para una mujer. Estas necesitaban el permiso de su padre o marido
para viajar, por lo que muchas, además de conseguir el dinero para comprar el
billete, tuvieron que solucionar la parte burocrática con la ayuda de sus
familias. Aquellas que no poseían el apoyo de los hombres de su entorno, no les
quedaba otra opción que viajar de forma clandestina. Así, la población femenina
de Asturias representa un gran papel en la emigración, ya que suponen un gran
porcentaje de mujeres que se marcharon en las mismas condiciones y por las
mismas razones que los hombres. Tres mujeres asturianas, que emigraron a
diferentes países durante ese periodo migratorio de la región, relatan su
experiencia como emigrantes.
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Emigrantes. La cara menos amable de la emigración |
Martina
Fernández Fernández, casada para poder irse
Nacida en la villa de Salas, se marchó a
Buenos Aires (Argentina) en 1955. Su pareja se crió en un ambiente
privilegiado, ya que su familia poseía una carnicería en Salas. Decidido a
mantenerse por sí mismo, emigró a Buenos Aires antes que Martina, ya que allí
le esperaba su hermana. Cuando reunieron el dinero suficiente y llegó el
momento de emigrar, Martina tuvo que «casarse por poderes», ya que en aquel
entonces, la sociedad no veía con buenos ojos que una mujer viajara sin la
compañía de su marido, por lo que muchas tenían que contraer el matrimonio por
razones burocráticas. Una vez allí, abrieron una tienda de ultramarinos y
rehicieron su vida. Fue en Buenos Aires donde nacieron sus dos hijos, Marta y
Jorge, que visitaron España en el año 1966 cuando su abuelo estaba enfermo:
«Vinimos para visitar a mi abuelo y aquella visita duró 52 años», afirma su
hija. Una vez en Salas, la familia abrió un bar, que se convirtió en su
principal fuente de ingresos.
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Francisco Gayol, al fondo, en su bar de Montevideo. |
Amor Fernández Díaz, sola a Cuba
Nació en Otero, un pequeño pueblo del
concejo de Salas. Cuando contaba con dos años, su madre soltera se marchó a La
Habana (Cuba) y la dejó al cuidado de una de sus tías, a la que desde entonces
llamaría mamá. Con 22 años su madre le envió dinero para que emigrara a La
Habana (Cuba), pues le había encontrado un trabajo. Con 22 años Amor viajó
durante 10 días en un barco que le llevaría hasta su nuevo país de residencia,
un país en crecimiento y plena modernización en comparación con España: «Tenían
lavadora, secadora, nevera y hasta baño en casa», dice Amor cuando recuerda las
diferencias abismales con su casa en Asturias. «Nos moríamos de hambre y allí
tenían de todo por los americanos». Trabajó durante años como empleada del
hogar en tres casas distintas, donde la mayoría de sus dueños eran españoles
emigrados, al igual que ella, pero con un alto nivel económico. Tiempo después,
en 1953, tuvo lugar la Revolución Cubana y Fidel Castro ascendió al poder.
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Bar de Francisco Gayol y Nieves Méndez en Montevideo. |
«Todos los ricos se marcharon porque les quitaron todo», afirma Amor, quien
tuvo que dejar Cuba debido a la falta de trabajo. «En un principio, iba a irme
a Montevideo porque unos familiares me ofrecieron trabajo en una fábrica de
pasta. Iba a irme desde La Habana y hacer escala en México, pero me salía mejor
desde Asturias. Volví a Salas y nunca más me fui. Lo que es la vida». Tras su
vuelta, Amor cuenta con tristeza que «el que marcha pierde los amigos que deja
y el que vuelve, los amigos que hizo allí. También relata su vuelta a casa:
«Cuando volví estaba muy cambiada, era presumida y allí… todavía vivían mal».
Aunque Amor se quedó en Asturias definitivamente, siempre le quedaría el
sobrenombre de Amor la Cubana.
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Certificado de nacionalidad de Nieves Méndez. |
Nieves
Méndez Méndez, entre Uruguay y Asturias
Nació en Asturias en una familia humilde
de labradores, al igual que su marido, Francisco Gayol. En el año 1953,
Francisco emigró a Montevideo (Uruguay), donde encontró trabajo como camarero.
Un año más tarde, su mujer le siguió y abrieron una tienda de ultramarinos en
1957. Tras años de duro trabajo, nació su hija Eva, que visitará Asturias en
varias ocasiones en compañía de sus padres. Eva recuerda con cariño su vida en
Montevideo, la amabilidad de la gente y la vida que llevaban sus padres: «Me
acuerdo cómo mi madre cocinaba el cordero para comerlo frío en fin de año; lo
celebrábamos en la calle, con toda la gente… como era verano».
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Viejo Hotel de Inmigrantes, Buenos Aires. Archivo General de la Nación, Argentina. |
El negocio de
sus padres prosperó y pudieron permitirse abrir otro bar en el centro de la
ciudad. En 1968 nació su hermano Daniel y poco tiempo después tuvo lugar el
Movimiento por la Liberación Nacional de los Tupamaros. «En la tele decían:
mañana toca registrar las casas de este número a este otro. Una vez estábamos
en casa y entró un señor vestido de soldado. Mientras rebuscaban por toda la
casa en busca de panfletos, el señor me dijo que si tocaba el piano. Y allí
estaba yo, tocando pasodobles a soldados mientras registraban mi casa»,
rememora Eva.
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Crucero en el que volvió de Montevideo la familia de Nieves Méndez. BarcoEvaPhot |
En 1974, su familia decide volver a Oviedo por la inestabilidad
política, que repercutía en la economía directamente. «Era una etapa de tensión
continua. Había muchos secuestros. Una vez mi madre estaba en la peluquería con
mi hermano y escuchamos tiros. Todos los negocios cerraron sus puertas y mi
madre salió para dirigirse al bar en el que estaba mi padre. Un soldado nos
ayudó a llegar hasta allí». Nieves y Francisco se trajeron todo lo
que pudieron en el barco, cuyo trayecto duraba un mes. No sabían lo que se iban
a encontrar en España, pues habían dejado un país pobre atrás y el contacto con
la familia se había perdido en la distancia. «Nos llevamos desde mi osito de
peluche hasta el piano».
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La madre del emigrante Gijón (Spain). Escultura de bronce de Ramón Muriedas |
En el momento en el que llegaron a Oviedo, Eva afirma
que, a pesar de las diferencias con Uruguay, se sentía como en casa: «la gente
saludaba por la calle, en el autobús se le cedía el sitio a la gente mayor…
actuaban de la misma manera. Pero en Uruguay nunca había visto a un cura con
sotana, allí iban en vaqueros y predicaban de una forma menos formal. Allí
siempre había ido con las monjas y no recé un rosario hasta que llegué a
España». Con el tiempo, la familia de Eva abrió una cafetería en Oviedo. «Mi
madre siempre quiso volver, pero mi padre se hubiera quedad allí si hubiera
podido. Nunca volvieron a ser del todo españoles».
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Billete de un crucero Montevideo-Vigo de la compañía Ybarra de 1974. |
Muchos de los que huyeron para sobrevivir a un
país en el que no conocían a nadie, se adaptaron a una cultura totalmente nueva
para ellos, trabajaron duro para salir adelante y, en el momento de volver a su
país de origen, se sintieron como extranjeros en su propia casa. Por ello, a
raíz de la tradición migratoria de la región, se han formado varias
asociaciones y grupos de distinta índole en Asturias. Mientras que unos se
reúnen para compartir sus experiencias o mantener el contacto con la familia o
amigos que se quedaron al otro lado del charco, como el Círculo Salense de La
Habana o el Centro Asturiano, otros ayudan a nuevos retornados con el objetivo
de facilitarles los trámites de su llegada y asesorarles en el ámbito
burocrático.
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Monumento al Emigrante en Navia y durante su construcción (foto de 1916). (asturiasfamiliar.blogspot.com) |
FUENTE:
LAURA FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ
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