Monasterio de Hermo. (Enjoy Asturias) |
El occidente asturiano
alberga el mayor bosque del árbol dominante en las áreas de montaña, pese a lo
reciente de su presencia en la zona y al inadecuado clima local
Mapa del bosque de Monasterio Hermo |
Cangas
del Narcea alberga el que probablemente sea el mayor hayedo de Asturias:
Monasterio de Hermo, parte del corazón forestal del Parque Natural de las
Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias. Su superficie (unos 30 kilómetros
cuadrados) basta, por sí sola, para otorgarle un puesto de honor entre los
bosques asturianos, y es un lugar que se ha ganado, literalmente, a pulso: en
un territorio impropio para el haya, por razones climáticas (la relativa sequía
estival del Suroccidente no le conviene), y donde es una colonizadora muy
reciente, establecida hace pocos siglos (no obstante, su avanzada se sitúa aún
más al Oeste, en algunas sierras gallegas).
Mapa del bosque de Monasterio Hermo |
Sueño
invernal
El bosque
de Monasterio de Hermo permanece ahora aletargado. Y así seguirá hasta bien
entrada la primavera, cuando recuperará la hoja y la frondosidad que convierte
su interior en un paraje umbrío, fresco, de luces y sombras. Se aprecia ahora
la estructura abierta del bosque, su suelo despejado, cubierto tan solo por una
mullida alfombra de hojarasca que se descompone lentamente y va engrosando la
capa de humus. Los árboles "dormitan"; apenas circula savia por sus
vasos, la justa para mantener sus constantes vitales y, además, con el triple o
el cuádruple del contenido habitual en azúcares; la cantidad de agua en su
organismo se reduce a la mitad, y las yemas se endurecen para blindarse frente
al frío. Todos estos procesos se revertirán en el momento en que la temperatura
media se estabilice por encima de 6º C; será, igualmente, el detonante de la
foliación y la floración.
El haya, que en el ámbito cantábrico es una especie
de montaña (no así en el centro y el norte de Europa, donde sus bosques cubren
las llanuras), está preparada para soportar un frío intenso (hasta 25 grados
bajo cero), pero solo en temporada; las heladas tardías en abril y mayo
estropean los brotes y las yemas del árbol. Esa adaptación permite que el
hayedo ascienda hasta el límite forestal (roza los 1.900 metros), si bien lo
habitual es que se desarrolle entre 700 y 1.500 metros, con su óptimo en torno
a los 1.000 metros. A su vez, la fauna asociada al hayedo se oculta o ha
desaparecido en su mayor parte con el avance del otoño; muy pocos arrostran los
rigores del invierno, entre ellos el urogallo común cantábrico, que tiene aquí
uno de sus últimos reductos en Asturias, donde no hace tanto tiempo era el rey
del bosque, al alimón con el oso pardo, al que las cosas le van bastante mejor.
El hayuco,
el fruto del haya, una nuez muy grasa y altamente nutritiva, que madura entre
septiembre y octubre, y cae al suelo en el último trimestre del año, es un
recurso clave para el sostenimiento de la fauna forestal en invierno (aunque la
vecería hace que solo abunde un año de cada cinco o seis), consumido en el
momento y, en algunos casos, también almacenado en despensas que, si no se
utilizan, acaban convertidas en viveros de bosque.
J. Morrosco Osos pardos. (Naturaleza de Asturias) |
Cambio
climático
El
escenario que dibuja el cambio climático (ambientes más secos y una
redistribución del calendario de lluvias, que, además, varían su intensidad)
perjudica al haya, que previsiblemente retrocederá y se replegará hacia el
Norte, aunque es probable que algunos hayedos resistan acantonados en
estaciones favorables, al igual que lo han hecho las masas relictas que se
encuentran hoy en los sistemas Central e Ibérico, muy al sur de su área de
distribución actual. La conquista de los últimos cinco o seis milenios (fecha
estimada en la que el haya cruzó los Pirineos para internarse en la península
Ibérica) se tambalea. El reinado de los tres últimos milenios en los bosques de
montaña de Asturias (donde ocupa 68.287 hectáreas, según los datos del IV
Inventario Forestal Nacional, publicado en 2013, a las que han de sumarse
varios miles más correspondientes a formaciones mixtas con otras frondosas)
tiene fecha de caducidad salvo que se produzca un improbable golpe de timón en
las políticas energéticas y el ascenso térmico se detenga.
Urogallo en una faya (haya) |
FUENTE:
LUIS MARIO ARCE Y JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ DÍAZ
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