El dulce y nostálgico sabor del pirulí caseroJesús Casado Cuadrado se hizo famoso como "pirulero" en la comarca y un monumento evoca su figuraLa Nueva España. Su figura sigue fiel en la mente de muchos mierenses. Para mayor
conocimiento, el frontal de la entrada al templo católico de Santa
Marina, tiene como santo y seña una escultura a tamaño casi natural de
su figura como referente de un tiempo pasado y como testimonio histórico
de cara al futuro. Fue, en la práctica y lo es en el recuerdo, el único
"pirulero" de Asturias, que con su piña al hombro recorría calles y
plazas, no solo de Mieres, sino de todos los concejos limítrofes, para
ofrecer, por el módico precio de "tres perrines" (quince céntimos de
peseta, algo así como 0,0009 euros), su pirulí casero para saciar las
ansias dulzonas de los peques. A los pies de su inmortal estatua, una
placa con esta inscripción: "A Jesús el Pirulero. Niños y niñas, tirarse al suelo y pedir pesetas para el Pirulero. Ala, ala, a tres perrines uno y sieeeete a la peseta. Rico, rico el Pirulero".
El sencillo conjunto escultórico respondía y la hace aún hoy, al homenaje que le tributó el colectivo
"Guajes de Santa Marina" en colaboración con la
asociación vecinal. Fue obra del artista asturiano Manuel Linares y
donado por Constructora OCA. Era un sencillo hombre, trabajador
de la mina, padre de seis hijos, simpático, hablador, popular y generoso
que no dejaba a nadie indiferente. Se trataba de Jesús Casado Cuadrado,
emigrante en su día de Salamanca y vecino del barrio obrero donde hoy
día figura, firmada con cincel, su huella personal y sus señas de
identidad. Pero, como en tantas y tantas historias de gentes que
protagonizaron una determinada trayectoria para dejar poso en el
conocimiento ciudadano, detrás, había una historia.
Lo dicho,
Jesús se vino hace unos sesenta y cinco años siguiendo la estela
migratoria interior de España, hacia los altares del oro negro -el
carbón - hasta las cuencas mineras asturianas, tocándole en suerte la
población de Mieres y el subsuelo de Hulleras de Turón para convertirse
en una pieza más del engranaje que extraía el mineral capaz de calmar
las exigencias españolas de aquellos tiempos, y a la vez aportarle un
modesto jornal con vistas a conseguir callar, diariamente, las bocas de
sus lebreles y cubrir otros gastos de primera necesidad en la familia. Pero -una vez más el dichoso pero- su esfuerzo personal en el trabajo
no resultaba suficiente a tanta demanda y con la imaginación que "nace"
de las carencias y las dificultades, ideó la fórmula capaz de
complementar ingresos en la propia hacienda.
Eso sí, con la colaboración
de todos en el entramado casero, es decir, a base de establecer un
régimen de trabajo con la colaboración de todos los que formaban la
unidad familiar, incluidos los más jóvenes. ¿Cómo lo logró?. Ustedes
verán. Era la patrona de la casa, para más señas, María, quién
se ponía al frente de la operación y en una pota grande, se mezclaba
algo de agua, mucha azúcar y miel que recibía el bautismo del fuego,
hasta conseguir una especie de pasta que todo el equipo se encargaba de
meter en unos moldes tipo capuchón, los cuales, posteriormente,
descasaban todo la noche al relente para endurecerse en torno al palillo
que serviría de mango. Era un trabajo manual de los que, en el argot
popular se denomina "de chinos", pero lo cierto es que, al día
siguiente, tras la dura jornada en la mina, Jesús Casado salía de su
casa en la calle, entonces G, hoy Severo Ochoa, número 5, con su piña,
otra especie capuchón mucho más grande con numerosos agujeros, portando
alrededor de trescientos pirulís que él iba pregonando con su pausado
caminar por toda la villa mierense sin olvidar ningún rincón.
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Claro que el invento tuvo su éxito y la demanda asomó con toda su
fuerza, exigiendo ampliar el mapa de actuación, con mayor esfuerzo de
trabajo en casa y necesidad de coger autobuses y trenes con destino a
otras localidades a el fin de vender toda la mercancía. Su voz sonaba
clara pero suave, anunciando el producto. "A dos perrines el pirulí y
siete a la peseta", era su lema propagandístico, al que respondía la
chiquillada rodeándolo y adquiriendo alguna de las preciadas golosinas.
Eso sí, en el caso de que Jesús observase algún peque que se quedaba
rezagado, temeroso y quizá avergonzado por no disponer del dinerillo, se
acercaba al infante disimuladamente, le ofrecía el caramelo haciendo
ademán de cobrarle y le regalaba el pirulí. Era su sentido solidario
para con quienes le ayudaban a llevar el peso de la economía casera. Con una estatura normal, en torno al metro setenta centímetros, boina
calada, la piña al hombro y saliendo todas las jornadas sin dejar
domingos ni festivos, su figura llegó a convertirse en una nota
inseparable de la panorámica mierense que, en ocasiones, abría las alas
hacia Rioturbio, Figaredo, Turón, Ujo y otros lugares del concejo, hasta
realizar escapadas esporádicas a los concejos que rodeaba la piel
municipal del suyo.
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Jesús y su esposa se fueron pronto de este
mundo, cercanos a los sesenta y cinco años. Queda la simiente de algunos
hijos, como es el caso de Miguel, hoy jubilado como técnico superior de
calidad de obras en el Ministerio de Fomento y con domicilio en Piedras
Blancas, que es quién nos facilita detalles de su padre. La
vida ha cambiado pero ciertos tonos del pasado prevalecen. Ahora que la
interminable variedad de "chuches", con sus expendedoras automáticas,
invaden el mercado infantil en cualquier lugar y hora, no sobra recordar
la huella de aquellos que, con una buena dosis de imaginación y una
disponibilidad ajena a los sacrificios y contra las penalidades,
perviven y mantiene su imagen en la mente de quiénes supimos degustar y
disfrutar con algo, aparentemente tan insignificante, como un pirulí.
FUENTE: AMADEO GANCEDO. Publicado por La Nueva España el 02-11-2014. Ver enlace. __________________________________________________________________________
AUTORES.
AMADEO
GANCEDO (Tuña (Tineo) 1935 - Mieres del Camino 2019), ejerció de fedatario del
ruidoso y contradictorio Mieres de finales de los setenta y toda la década de
los ochenta, contando en sus crónicas el inicio del naufragio industrial del
concejo y el surgimiento de un pálpito que insufló vida a la emancipación
política y sociocultural. Como antes había hecho uno de sus maestros, el
recordado Luis Fernández Cabeza, Amadeo Gancedo se convirtió en infinidad de
ocasiones en consejero, orientador e incluso confesor de alcaldes, empresarios,
sindicalistas y dirigentes vecinales. También de algunos artistas, como el
propio Víctor Manuel. Al margen de su infatigable labor periodística y, más
tarde, empresarial, Amadeo Gancedo fue una persona permanentemente implicada en
la vida social y cultural de Mieres. “No sólo fue un observador, sino también
un laborioso actor estrechamente ligado a la comunidad”. Fueron muchas las
iniciativas en las que se embarcó, colaborando con entidades como el Caudal
Deportivo o el Orfeón de Mieres, entre otras muchas. Durante dos etapas de su
vida estuvo enfrascado en sendos proyectos que tuvieron una notable relevancia.
Se trata del Concurso Artístico de Otoño del viejo Teatro Capítol y de los
“Tribunales Populares” impulsados durante su etapa al frente del Centro
Cultural y Deportivo. En ambos casos, compartió experiencias con otros muchos
inquietos mierenses implicados, como él, en el progreso del concejo. Como en
casi todo, su acusada sensibilidad social le hizo adelantarse a debates antes
de que se pusieran de máxima actualidad. Un abanderado del entusiasmo. Así le
recordaremos. Amadeo Gancedo Rodríguez
falleció el 27/04/2019. Fuente: La Nueva España.
EL BLOG DE ACEBEDO. (ANTOLOGÍA DE LA HISTORIA). La
Historia es una disciplina académica que aspira a comprender el pasado y la
forma en que se ha configurado el presente. Es necesaria para entender, para
cambiar y para saber cómo ha llegado a existir la sociedad en la que vivimos.“El único deber que tenemos con la historia es
reescribirla”. (Oscar Wilde)
El Blog de Acebedo se
adentra en la historia de nuestra tierra, TODO SOBRE ASTURIAS, MIERES Y
CONCEJO. navegar en este blog, es conocernos mejor a nosotros mismos y
nuestra dilatada historia. Como decía el poeta mierense Teodoro Cuesta
García-Ruiz (09/11/1829 – 01/02/1895), “soy d´esa villa y á honra tengo
haber nacío n’ella”. FUENTE. El Blog de Acebedo.
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Impresionante artículo el que has escrito, yo también soy partidario de hacer estas esculturas a gente que se lo haya ganado porque es una forma de reconocer el trabajo que hicieron en vida
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