El castillete del Pozo Barredo en Mieres, instalado en 1941 (MTI Blog) |
Dirigentes del SOMA y
de CC.OO que participaron en la protesta en el pozo Barredo hace poco más de 25 años
rememoran una movilización clave en el proceso de ajuste del carbón
Universidad de Mieres |
El mastodóntico edificio de hormigón sobre el que pilota el
campus universitario de Mieres ha tapado parcialmente el pozo Barredo,
aislándolo de la ciudad. El majestuoso castillete se sigue elevando como
vigilante, pero la vieja explotación es ahora un espacio que rezuma melancolía,
un lugar olvidado. Algún joven accede a su explanada para pasear a su perro y
poco más. Para ojos extraños podría pasar por un adorno temático vinculado a la
cultura industrial de la comarca. Pero lo cierto es que esta vieja explotación
de carbón acaudilló hace ahora 25 años la más icónica y significativa de las
movilizaciones modernas de la minería. Durante un tenso encierro que duró 12
días, con incesantes protestas en las calles, el sector logró abrir nuevos
horizontes para una actividad que agonizaba y, lo que es más relevante, logró
impulsar una negociación que en los años siguientes se plasmaría en una proceso
de reconversión con un cierre ordenado de pozos, ayudas a las empresas,
prejubilaciones y un caudal de recursos económicos (fondos mineros) para las
comarcas mineras y para toda Asturias, si bien su aprovechamiento es objeto de
discusión.
Antonio Hevia y Berto Barredo de CC.OO, durante el encierro |
A finales de los ochenta soplaban vientos gélidos para la
minería asturiana. Del norte llegaba la amenaza de una galerna que se había
llevado por delante al bien armado sindicato de los mineros británicos
-National Union of Mineworkers-, que fue literalmente tragado por una ola de
políticas neoliberales alimentada por el implacable empuje conservador de
Margaret Thatcher. Al sur del Pajares el carbón tampoco generaba simpatías. En
Madrid, el Gobierno socialista de Felipe González trabajaba en una
reestructuración del sector, un plan que no dejaba de ser una liquidación poco
disimulada de la actividad minera.
Castillete del pozo Barredo, junto al edificio principal del campus de Mieres. |
En este intrincado escenario propicio para la derrota, dos
frentes sindicales que llevaban años combatiendo encarnizadamente entre ellos
en los pozos, se miraron a los ojos, enterraron momentáneamente sus disputas y
se colocaron espalda con espalda embebidos en un desesperado espíritu de
resistencia. Tras largos meses de una huelga casi ininterrumpida en las minas
asturianas y una vez logrado que toda Asturias les secundara en su
reivindicación laboral, el 22 de diciembre de 1991, un total de 36 mineros,
todos ellos integrantes de las ejecutivas de SOMA-UGT y CC OO, tomaron al
asalto el pozo Barredo, situado en pleno centro de Mieres. Se descolgaron en
plena noche hasta su cuarta planta. Un inesperado golpe de efecto que
desconcertó al Gobierno, rearmó a los mineros y trasladó el campo de la batalla
política a cuatrocientos metros bajo tierra, un inhóspito terrero que cambió el
signo del proceso de ajuste minero.
Los lideres sindicales José Ángel Fernández Villa y Antonio Hevia durante el encierro |
La sombra de Thatcher y la unión sindical
El encierro de
Barredo fue para los mineros asturianos su paso de las Termópilas.
El pozo
mierense estrechó el frente de defensa del sector hasta el punto que la
resistencia fraguó en unas conversaciones de "paz" con el Gobierno
Felipe González.
Antonio Hevia en la actualidad, |
Movilizaciones mineras durante el encierro del Pozo Barredo. Mieres, Asturias. Año 1991. Escudo hecho para enfrentarse a las fuerzas del orden. Archivo Histórico Minero |
Movilizaciones mineras durante el encierro del Pozo Barredo. Mieres, Asturias. Año 1991. Mineros enfrentándose a las fuerzas del orden. Archivo Histórico Minero |
La organización del encierro se llevó en total secreto y
sólo tres miembros de cada ejecutiva conocían los detalles. Raúl Casasola
(SOMA) hizo los preparativos en Barredo, donde trabajaba, con gran sigilo:
"Preguntaba por todo, pero intentando no levantar sospechas". Así,
muchos de los dirigentes sindicales, sobre todo los del SOMA, fueron citados el
mismo 22 de diciembre de 1991 sin tener conocimiento de lo que iba a suceder
aquella noche: "Nos dijeron que lleváramos ropa de abrigo y que la acción
podía durar más de un día, nada más", recuerdan. Tras semanas de
preparativos, se eligió la fecha del 22 de diciembre, un domingo. "El gran
temor que teníamos los días previos era que la policía desarticulara el
operativo para acceder a la mina, lo que nos hubiera hecho hacer un ridículo
espantoso. Tomamos todas las precauciones posibles", reconoce Hevia. A las
seis de la tarde se comenzó a llamar a los integrantes de sus ejecutivas, en
total 36 sindicalistas del SOMA y CC OO, contando a sus dos cabecillas. A las
diez de la noche se citaron en el local del pasivo de Hunosa, en la calle Numa
Guilhou. Fue en ese momento y no antes cuando Villa y Hevia hicieron públicos
sus planes. En menos de una hora se encerrarían en la cuarta planta de Barredo.
Minutos después se subieron a una comitiva de coches y, saltándose semáforos,
salieron en fila india hacia la vieja explotación. "Cuando llegamos a
Barredo corrimos todos hacia la jaula y un compañero tuvo que interceptar en el
último momento al capataz".
Por la derecha, González Hevia y Villa, durante el encierro en el pozo Barredo |
Tras un año de movilizaciones, extenuantes conversaciones y
una interminable lista de reuniones oficiales con el Ministerio de Industria y
con los responsables económicos del Gobierno de Felipe González, capitaneados
por Carlos Solchaga, los principales líderes de los sindicatos mineros se
habían atrincherado bajo tierra, donde permanecerían doce largos y agitados
días. El encierro fue una impagable campaña de "marketing". La
coincidencia con las fiestas de navideñas no fue una casualidad. Así, en
Nochebuena, a las nueve de la noche comenzó el telediario y, tras una breve
referencia a los discursos navideños del Rey y del Papa, el protagonismo fue
para los mineros asturianos encerrados bajo tierra en defensa de sus puestos de
trabajo: "En ese momento supimos que habíamos logrado abrir brecha. Las
muestras de simpatía fueron una constante, llegando miles de telegramas de
apoyo desde toda España", destaca Antonio Hevia. A esas alturas el SOMA y
CC OO ya se había hecho con el control total del pozo Barredo, que se convirtió
en el "búnker" desde el que Villa y Hevia dirigieron las virulentas
protestas que había en el exterior, sobre todo en Mieres.
Los encerrados, durante una visita de Nicolás Redondo y Antonio Gutiérrez al pozo |
El 3 de enero los sindicalistas pusieron fin a su largo
encierro y fueron recibidos en el exterior por una multitud que les arropó con
tratamiento de héroes. "Dentro no teníamos muy claro qué tipo de
recibimiento nos esperaba", reconoce Joaquín Uría. "Poco antes de
salir habían llenado el pozo de folletines descalificándonos". Desde ambos
sindicatos se vincula esta acción con un grupo de dirigentes de IU. Ya en el
exterior, a Villa y Hevia, según este último, les esperaba otro encierro, esta
vez en los despachos del Ministerio de Industria, con alguna reunión secreta en
la sede del PSOE, en Ferraz. Si el espíritu combativo de CC OO había resultado
determinante para desencadenar el encierro de Barredo, a su término fue la
capacidad estratégica del SOMA y su ADN negociador lo que impulsó la
reivindicación minera. Dos meses después, el propio Consejo de Ministros, un
hecho ya de por si insólito, daba luz verde al plan de Hunosa 1991-1993, el
primero que conllevaba el cierre de explotaciones, pero con compensaciones
nunca antes recogidas dentro del marco del carbón.
Foto Jubar. saliendo del encierro de Barredo |
En 1991 la fuerza de la minería asturiana, con unos 20.000
trabajadores sólo en Hunosa, se concentró en Barredo, con un triunfo del
movimiento obrero de unas dimensiones que no se han vuelto a ver en España. Sin
embargo, aquellos históricos doce días enmarcados en plenas navidades han
quedado parcialmente sepultados en el olvido. En Barredo no hay ni una placa
que recuerde el encierro. Las instituciones nunca han promovido ningún acto
conmemorativo. No lo han hecho ni los propios sindicatos. Un cuarto de siglo
después de que Barredo se convirtiera en la última trinchera de la minería, la
vieja mina convive ahora con una tranquila melancolía.
Foto Paco. Saliendo del encierro de Barredo |
La primera noche,
bajo la luz de una pequeña linterna
La llegada a Barredo y la primera noche que pasaron bajo
tierra son horas que permanecen gravadas en la memoria de la mayoría de los 36
mineros que protagonizaron el encierro de Barredo. Cuando lograron que la jaula
descendiera, la dirección del pozo decidió apagar las luces. El grupo llegó a
la cuarta planta totalmente a oscuras, sin poder ver absolutamente nada.
En el centro de la imagen, Hevia y Villa a la salida del pozo tras el encierro. |
FUENTE: DAVID
MONTAÑÉS
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