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Discurso de Belarmino Tomás en el balcón del Ayuntamiento de Sama el 18-10-1934. Ilustración de Alfonso Zapico |
El 18 de octubre de 1934 Belarmino Tomás regresó a Sama de Langreo
después de convenir en la capital -de general a general- con López Ochoa
las condiciones de rendición de los mineros que se habían alzado en
armas trece días antes
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Ilustración de Alfonso Zapico |
https://www.lne.es/Ya en la cuenca, los miembros del Comité regional revolucionario y de los Comités de Mieres y Trubia fueron informados de que en el tira y afloja para conseguir una rendición honrosa y el mejor trato a los vencidos se había aceptado que la cuarta parte de sus integrantes debían entregarse y responder ante la justicia del Estado. Entre los allí presentes nadie quiso ser cabeza de turco y, a pesar de la insistencia de quien había pactado las condiciones, fue imposible encontrar voluntarios para el sacrificio, pero la multitud reunida en la plaza del Ayuntamiento no podía esperar más y Belarmino tuvo que salir rodeado de sus jefes a rendir cuentas desde el balcón.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
En la primera parte de su discurso describió la
situación de Asturias: era imposible resistir más ante el avance del
Ejército y el abandono de las otras regiones. Se le oyó bien, aunque la
tensión se mascaba en el aire y algunos gritos aislados exigían
continuar la lucha e insultaban a los traidores. Cuando llegó el momento
de dar a conocer los puntos pactados para el alto el fuego la cosa
cambió, un sentimiento de indignación se extendió entre los hombres que
habían apostado su vida por una causa que ahora se evaporaba sin que se
hubiese obtenido nada positivo. Las protestas arreciaron y los más
exaltados dirigieron sus fusiles hacia el balcón. Belarmino Tomás
sabía lo que se jugaba en aquel momento, pero también era consciente de
que estaba haciendo historia, y aguantó sin amilanarse el chaparrón de
blasfemias durante unos minutos que se le antojaron eternos. No había
reculado ante el enemigo y tampoco lo iba a hacer entonces ante los
suyos. Finalmente se pudo establecer el orden necesario para
poder concluir el discurso con la dignidad que requieren las rendiciones
honrosas, aquellas en las que queda el manido consuelo de que se pierde
una batalla pero la derrota sólo es un paréntesis en el camino de la
victoria final. Luego se dio la orden de llevar hasta la última
trinchera el cese de la lucha y así se hizo, aunque en algunos puntos no
resultó fácil convencer a los más empecinados.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
En otras
ocasiones hemos relatado lo que pasó con los miembros de los comités y
cómo las tropas gubernamentales no tardaron en olvidar el pacto
iniciando una represión en la que no faltaron los saqueos, violaciones,
torturas ni desaparecidos, y los detenidos se acercaron a los 30.000.
Hoy no vamos a referirnos a este capítulo cuya responsabilidad se
atribuyó injustamente al general López Ochoa, que acabó ajusticiado en
cuanto empezó la Guerra Civil, después de que una multitud le sacase del
hospital madrileño en que se encontraba, cortando la cabeza a su
cadáver para pasearla como un trofeo. En fin, lo que quiero
contar es la peripecia de un pequeño grupo de socialistas que tras el
discurso de Belarmino renunciaron a entregar las armas y se echaron al
monte, en un anticipo de lo que iban a repetir tres años más tarde otros
muchos para seguir la lucha después de la caída de Asturias bajo la
autoridad del Ejército franquista. Ellos no fueron los primeros
fugaos. Dejando de lado a los que hicieron lo mismo en el siglo XIX
(huidos de la francesada, liberales perseguidos por Fernando VII y sobre
todo los carlistas -maestros en la lucha de guerrillas-), ya en el XX,
tras la huelga revolucionaria de 1917, algunos mineros acusados de actos
de sabotaje también habían elegido el mismo camino, pero los de aquel
día de octubre en Sama tienen su propia historia. En su
investigación de los hechos revolucionarios de Asturias, Paco Ignacio
Taibo II logró que uno de ellos se la contase, empezando por recordar
sus nombres. El informante fue Manuel Suárez Valles y sus compañeros
-todos socialistas- Daniel Secades, Gabriel Pozo, Serafín Suárez y
Ahedo, un ex futbolista del Racing de Sama. Según él, el grupo se
dirigió hacia los Picos de Europa, lejos del área de acción del
Ejército, y allí se encontraron con otros revolucionarios que también se
habían negado a aceptar la rendición.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
«En esos primeros días había
miles en las montañas, luego fueron bajando», contó el veterano minero,
sin duda exagerando su percepción de la realidad, que contradice lo
publicado en la prensa el 15 de noviembre de 1934. En los diarios
se informó aquel día de la estrategia del verdadero responsable de la
represión en Asturias, el comandante Doval,
«cuyo trabajo está lleno de
abnegación y de cualidades insuperables del político, tacto, discreción,
energía, tesón y valor personal». Su plan consistió en repartir los
1.500 guardias civiles y los 900 de asalto que entonces había en la
región en varios sectores mandados cada uno por un interventor que se
encargaba de recorrer casa por casa para elaborar las listas de huidos
de cada zona con los antecedentes y la filiación de cada uno, reteniendo
a los familiares de aquellos que no pudiesen justificar su ausencia. La
versión policial era contundente:
«Así se ha logrado que a las
24 o 48 horas se vayan presentando muchos, algunos con más de un fusil,
pues mientras más tarden más tiempo están intervenidos sus familiares.
Con estos procedimientos apenas quedan fugitivos y los pequeños núcleos
dispersos han desaparecido de las montañas, por las que las tropas han
pasado quince días dando batidas, dejándolas limpias. Sólo quedan
algunos fugitivos escondidos en casas de parientes o amigos». A
pesar de esta información, no cabe duda de que sí fueron muchos los que
tomaron aquella decisión, y en los meses que siguieron las incautaciones
de armas, los choques con las fuerzas del orden y el goteo de muertos
en enfrentamientos aislados no cesaron en ningún momento en los montes
asturianos.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Los huidos de Sama permanecieron meses en la zona de
Cabrales, alimentándose con lo que recibían de los pastores de la zona,
hasta que una mezcla de necesidad y exceso de confianza hizo que dos de
ellos cayeran en manos de un enemigo implacable. Serafín Suárez fue el
primero: la dureza del invierno, con frío extremo en el área que habían
escogido para sobrevivir, le hizo caer enfermo y sus compañeros
decidieron bajarlo hasta la casa familiar de Tuilla; allí, la inocencia
de sus padres, convencidos de que la Guardia Civil lo iba a respetar si
se entregaba, se vio rota cuando al día siguiente de llevarlo hasta el
cuartel les devolvieron su cadáver molido a palos. El siguiente
fue Ahedo, el futbolista, que no pudo resistir sin ver a su prometida.
La fatalidad hizo que le descubriesen en la cita amorosa y como
escarmiento a los demás fue colgado frente al Ayuntamiento. Daniel
Secades tuvo más suerte y decidió poner tierra por medio, siguiendo con
retraso los mismos pasos de muchos de los integrantes de los Comités
que habían podido llegar a Francia. Él hizo lo mismo... y de allí a
Rusia. Ya sólo quedaban Manuel Suárez y Gabriel Pozo, y estaba
claro que podían hacer cualquier cosa menos entregarse, aunque las
alternativas era pocas: o Francia o seguir resistiendo. Y apostaron por
esto último después de reclutar nuevos miembros para su partida entre
otros mineros que habían logrado permanecer ocultos hasta aquellos
momentos.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Y aquí llega lo más polémico de esta historia, pues el
nuevo grupo decidió pasar a la acción ofensiva asaltando
establecimientos comerciales por todo el valle del Nalón con la
finalidad de repartir después el botín entre las viudas y las mujeres de
los presos de la Revolución, llegando a ser tan temidos que a veces ni
siquiera tenían que molestarse en llevar ellos la mercancía hasta las
casas elegidas, ya que lo hacían los mismos comerciantes amenazados.
Manuel Suárez y los suyos se mantuvieron al margen de la ley hasta que
se convocaron las elecciones de 1936 en las que el Frente Popular
obtendría el triunfo amnistiando inmediatamente a todos los presos de la
Revolución, pero, curiosamente, quienes acabaron condenando a los que
no se habían rendido ante la Legión fueron sus propios compañeros. No
sirvió de nada que desde su refugio hubiesen participado activamente en
la reconstrucción de las Juventudes Socialistas en el Valle, las
acciones que ellos llamaban expropiaciones fueron consideradas
simplemente como robos y por ello la Agrupación Socialista de Sama,
encabezada por el propio Belarmino Tomás, los acusó públicamente de
bandidaje. Finalmente, el apoyo de las familias a las que habían ayudado
impidió que fuesen condenados, y el grupo resultó absuelto. Poco más
tarde comenzaba la Guerra Civil y aquellos hombres volvieron a coger las
armas en la misma trinchera que quienes los habían llevado a juicio.
Ahora, que la historia los juzgue.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
FUENTE: ERNESTO BURGOS - HISTORIADOR
Ernesto
Burgos Fernández (historiador). Nació
en Mieres (Asturias) el 7 de julio de 1957. Historiador, columnista y biógrafo,
éstas son algunas de las facetas de un Ernesto Burgos que rescata con talento
personajes y anécdotas de nuestra historia. Un notorio investigador y gran
divulgador. Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Oviedo
(1979). Diploma de Estudios Avanzados en Arqueología Histórica («La
romanización en las cuencas mineras del sur de Asturias» 2006). Profesor de
Educación Secundaria, ha trabajado en los institutos «Juan de Herrera»
(Valladolid), «Sánchez Lastra» (Mieres), «Camino de La Miranda» (Palencia), «Valle
de Aller» (Moreda) y desde 2006 en el IES «Mata Jove» de Gijón. En el año 2016
el reconocido historiador mierense fue distinguido con el reconocido galardón
anual de “Mierense del año”. Secretario General de Izquierda Republicana en
Asturias (1992-2002); miembro fundador del Partido por la III República (P3R) y
actualmente vicepresidente del Ateneo Republicano de Asturias. Coautor de los
libros de texto «Entre amigos» (Conocimiento del Medio) para Asturias y
Cantabria (2002); coordinador de la revista de Ciencias Sociales «Cuadernos de
Mieres» (2001-2002); experto en la cultura y la historia de las cuencas mineras
asturianas. Ha impartido varios cursos sobre el patrimonio arqueológico de
Aller, Lena y Mieres y defendido ponencias sobre su temática en jornadas y
congresos. Desde los años 70 escribe desinteresadamente artículos para
numerosas publicaciones, álbumes y periódicos locales (Esquisa, Mieres 30 días,
La Voz de Ujo, Camín de Mieres, Mieres, El Carbón, Por tierras del Caudal, Aula
de Paz…). Ha sido pregonero en las fiestas de Santa Bárbara (2002); La Teyerona
(2006); San Xuan de Mieres (2007) y Santa Cruz (2011). Histórico militante
republicano. Secretario General de Izquierda Republicana en Asturias
(1992-2002); miembro fundador del Partido por la III República (P3R) y
actualmente vicepresidente del Ateneo Republicano de Asturias. Biógrafo de los
revolucionarios mierenses Manuel Grossi Mier («Cartas de Grossi». 2009) y Jesús
Ibáñez («Y el verbo se hizo furia». Semana Negra 2010), también ha prologado a
varios autores asturianos. Colaborador del diario asturiano La Nueva España,
donde ha firmado las series: «El patrimonio de Las Cuencas» (1998-2000); «100
años de historias y andanzas» (2000-2002) y «Los personajes de nuestra
historia» (2003-2004). Desde febrero de 2005 mantiene ininterrumpidamente la
página semanal «Historias heterodoxas». FUENTE: http://www.elvalledeturon.net/historia/autores/ernesto-burgos
Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981). Historietista e ilustrador freelance.
Profesional gráfico desde el año 2006. Trabaja en proyectos educativos del
Principado de Asturias (Aula Didáctica de
los Oficios) e impartido talleres de ilustración en centros educativos de
Asturias y Poitou-Charente (Francia). Realiza ilustraciones, diseños y campañas
para diversas agencias de publicidad, editoriales e instituciones. Es
ilustrador de prensa en diarios regionales asturianos (La Nueva España, Cuenca del Nalón, Les Noticies…). Se estrena en 2006 con un álbum de corte
histórico para el mercado franco-belga, La guerra del profesor Bertenev (Dolmen, 2009). Su primer trabajo
publicado directamente en España es Café Budapest (Astiberri, 2008), donde se mete de lleno en una ficción
determinada por los orígenes del todavía no resuelto conflicto
palestino-israelí. Acto seguido apuesta por recrear en cómic la vida de James
Joyce, Dublinés (Astiberri, 2011),
que gana el Premio Nacional del Cómic 2012 y a raíz del cual surge el cuaderno
de viaje La ruta Joyce (Astiberri, 2011).
Vive en la localidad francesa de
Angouléme, donde, tras realizar El otro mar (Astiberri,
2013) a caballo de su Asturias natal, a la que vuelve con regularidad, se
encuentra preparando su nueva y ambiciosa obra, “La balada del norte”, que
constará finalmente de tres tomos. Esta
magnífica obra es un autentico tesoro de la novela gráfica española y refleja
la negrura de los valles mineros de Asturias de los que surgen personajes
luminosos, y bajo el ruido atronador de las minas de carbón se escucha el
susurro de una canción antigua. Los viejos y nuevos tiempos chocan brutalmente
poniendo a prueba al protagonista, pronto a la Humanidad entera. Éste es el
sonido de "La balada del norte". Sus libros han sido traducidos al
inglés, francés, alemán o polaco. (…) http://alfonsozapico.com
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NOTA: Los nombres de los
autores aparecen en el pie de cada imagen o al final de cada artículo, si no es
así, se debe a que es un dato que se desconoce, así que, si algún autor la ve
en este blog, le rogamos que se ponga en contacto con “El Blog de Acebedo” para
hacerlo figurar o para borrarla si es su deseo, porque es justo reconocer a los
autores.
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esta entrada y quieres preguntar, comentar o aportar algo al respecto, puedes
dejar un comentario o escribir a mi dirección de “correo del blog” con
la seguridad de ser prontamente atendido.
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