Un exiliado particular "Los de la Casona". Con esa «distinción» paseó el autor su obra por todo el mundo, haciendo de ese apellido simpático un sello de calidad literaria y teatral. (…) 1903 - 1936 Nací y me crié en una vieja casa solariega que, por ser la más grande de la aldea, es llamada por todos “la casona”. Es frecuente en las aldeas (donde por ser casi todos parientes, los apellidos se repiten mucho) distinguir a las familias por el lugar que habitan: así se dice “los de la Fuente”, “los del Valle”, y en mi caso, “los de la Casona”.[1] |
Alejandro
Álvarez, conocido como Alejandro Casona, o también «El perdido» (Besullo,
Cangas del Narcea, Asturias, 23 de marzo de 1903-Madrid, 17 de septiembre de
1965) fue un dramaturgo y maestro español de la Generación del 27. (…). Saber
más... WIKIPEDIA.
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Besullo, fue la aldea asturiana que lo viera nacer
en 1903. Cinco años después vivió en Villaviciosa; más tarde, comenzó sus
estudios de Bachillerato en Gijón, aunque fuesen terminados casi en el punto
más distanciado de Gijón en la geografía española: la ciudad de Murcia, debido
al traslado profesional al que sus padres -ambos maestros- fueron obligados. En el sureste es donde empieza a
relacionarse con gente de teatro y a escribir sus primeras fantasías
literarias, al tiempo que ingresa en la Facultad de Filosofía y Letras. Pero
ya, para entonces, no habrá nada que le haya influido más que su infancia en
Asturias. Esta huella va a ser indeleble desde la publicación de su primer
libro en 1926 -una serie de poemas titulada El peregrino de la barba florida-
hasta su relato dramático en dos tiempos El caballero de las espuelas de oro,
estrenado en 1964 en Madrid, un año antes de fallecer, por lo que ha sido
considerado como su testamento artístico.
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Alejandro
Rodríguez Álvarez, “Alejandro casona” (…). Durante la Segunda República
española tuvo activa participación en la campaña cultural de las Misiones
Pedagógicas. En 1934 recibió el premio de teatro "Lope de Vega" por
su obra "La sirena varada". (…). Saber más... Blog Inca.
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Tres alegres años dura la
estancia en Murcia, hasta que en 1922 entra en la Escuela Superior de
Magisterio de Madrid. En la capital española cursa sus estudios durante cuatro
años y se hace inspector al término de éstos, dedicando todo el año de 1927 a
realizar prácticas. Pero al año
siguiente, en 1928, es destinado por el Ministerio de Instrucción Pública a
Lés, un pueblecito del Valle de Arán (Lérida), como inspector de Enseñanza
Primaria. Casona encontrará allí la piedra angular de la pedagogía aplicada al teatro,
sobre todo al infantil: Allí fundé, con los chicos de la escuela, el
teatro infantil “El Pájaro Pinto”, realizado a base de repertorio primitivo,
comedia de arte y escenificaciones de tradiciones en dialecto aranés. Tuvimos
éxito. Se entretuvieron los más chicos y quedó prendida en la mente de los
mayores una lección, una enseñanza, un aletazo a la imaginación.[2]. Con esta declaración, y como
iremos viendo a lo largo de la obra y la vida personal de Casona, comprobamos
que algo constante en su carácter va a ser su inagotable altruismo, fuente de
energía para dedicar su atención y su poder moral, oficial y económico a
trabajar por acciones de solidaridad humana y social. En 1928 también tiene lugar, en
San Sebastián, su boda con Rosalía Martín Bravo, compañera de estudios de
Madrid, y su nombramiento como finalista en un concurso de ABC por la pieza
Otra vez el diablo.
La situación profesional en el
valle pirenaico le proporciona una excelente oportunidad para ir escribiendo
otras obras como El crimen de Lord Arturo -adaptación del relato original de
Oscar Wilde, estrenada en Zaragoza en 1929- , traducir piezas breves de August
Strindberg y publicar su segundo libro de poemas, La flauta del sapo (1930). Corre el año 1931 y, tras una
fugaz estancia como inspector en Asturias y en León, oposita con éxito por una
plaza en la Inspección Provincial de Madrid, donde fija su residencia hasta el
comienzo de la contienda civil. No obstante, decir que residirá
en Madrid durante esos seis años es decir una media verdad, puesto que, el
mismo año en que Casona consigue esa plaza madrileña, se proclama la II
República Española, y el recién creado Patronato de Misiones Pedagógicas le
asigna el cargo de director del «Teatro del Pueblo». Esta temporada de nomadismo
teatral comprende una hiperactividad artística y pedagógica que se ve premiada,
por fin, en los años siguientes. Se le concede en 1932 el Premio Nacional de
Literatura por Flor de Leyendas, un ejemplo de amor hacia los niños que han de
crecer con una base literaria fundamentada, con ahínco, en el aprendizaje de lo
universal, a través de la lectura de historias legendarias pertenecientes a
distintas culturas.
En 1933, Casona envía el
manuscrito de su obra La sirena varada al concurso más prestigioso de
literatura dramática en lengua española: el Lope de Vega. Era un autor poco
afamado en los medios literarios, sin embargo, de la noche a la mañana va a
convertirse en la última de las tres promesas -junto a García Lorca y Jardiel
Poncela- que encabezarán el espíritu de renovación del teatro anquilosado
anterior a la guerra civil[3].Estos tiempos serán, pues, los
primeros días gloriosos para el autor, y fundamentales para darse a conocer
entre algunas personalidades literarias consagradas de la época. Recogeré sólo
una pequeña muestra de los testimonios
escritos a raíz del estreno de la obra ganadora del Lope de Vega en
1934: «Alejandro Casona es un gran poeta ante todo;
cualidad sin la que no es posible ser un gran autor dramático, ni un gran
novelista, ni si me apuran, nada que valga la pena en este mundo. Muy moderno,
pero muy seguro de su modernidad, que no es la pirueta alocada de tantos
volatines literarios». Alejandro Casona es, entre los jóvenes, uno de nuestros
más positivos valores.
- Es, además, excelente persona; lo que, si bien pudiera
significar poco para el valor de su obra -yo no lo creo así-, significa mucho
para los que tenemos la satisfacción de llamarnos amigos suyos» (Jacinto
Benavente).
- «La sirena varada […] puede ser
el comienzo de una literatura teatral, aliteraria y nueva. La producción de
nuestros escritores jóvenes y recién ex jóvenes no es más que literatura. Por
eso pasará. Este esqueleto de acción, con sólo una piel de palabras, pegadas a
los huesos, tiene todo el aire de lo que va a perdurar» (Gregorio Marañón).
- «La sirena varada y sus
consanguíneas venideras harán perdurar el nombre de su autor gloriosamente. En
cambio, su magnífica labor educadora, no menos gloriosa en esencia, dejará sin
duda huella en el espíritu individual y en el público» (Manuel B. Cossío).
- «Su vocación y su aptitud
magníficas están servidas por un trabajo metódico y por una cultura que se
nutre, a diario y con igual fervor, de la vida y de los libros» (A.
Hernández-Catá).
- «En abril de 1929, en trance de
embarcar para Buenos Aires como asesor literario de la compañía López Heredia,
recibí y leí en Vigo La sirena varada de Alejandro Casona. Apenas conocía
personalmente a su autor. El mismo día de mi marcha, se la devolví diciéndole
sobre poco más o menos: “Quien debe hacer esa comedia es Margarita Xirgu”.
[…] No me cabe decir sino que he tenido en el éxito felicísimo de La sirena
varada una de las mayores satisfacciones de mi profesión teatral» (C. Rivas
Cherif).
- «El aire del mar que sopla de modo misterioso en el poema de Casona, es un aire de mar nuevo y verdadero que refresca las eternas bambalinas del teatro. Yo brindo con alegría por el futuro de este autor y le deseo que más adelante mueva, bajo los telares y las diablas, una sirena de verdad donde se agudice la norma y la forma de su poesía. Deseo para bien del teatro y de Alejandro que La sirena varada sea pronto sirena alada» (Federico García Lorca). [4]
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Con la sólida base de este
triunfo es casi imposible que la actitud emprendedora del joven dramaturgo
decaiga. Más bien va a resultar todo lo contrario. Hasta el estallido de la
guerra, Casona conoce una etapa de éxito y reconocimiento de todo el esfuerzo
anterior: en 1935 estrena en Valencia El misterio de María Celeste -escrita en
colaboración con A. Hernández Catá-, en Madrid Otra vez el diablo, y en
Barcelona Nuestra Natacha, una obra cuyos protagonistas son estudiantes
universitarios, guiados por la fuerza utópica de su compañera más carismática,
Natacha, hacia la realización de un proyecto de altos valores de solidaridad y
altruismo: reeducar a un buen número de jóvenes, a quien la vida les ha
maltratado, hasta que consigan un nivel moral y ético aceptable que les
devuelva la esperanza de sentirse útiles en el sistema de sociedad al que
tendrán que regresar. Para ello, con el compromiso de ayudarla durante todo un
año, Mario, Fina, Somolinos, Rivera, Encarna, Aguilar, Flora, Francisco y Lalo
construirán el sueño planteado por Natacha, aislados en una finca abandonada,
que Lalo, enamorado de ésta, presta al grupo. Su difusión, en tan sólo dos
años, superó las quinientas representaciones. Fue su triunfo más popular, el
que hizo más ruido. A lo largo de la obra, hay
alusiones a revueltas estudiantiles ante la Facultad de Medicina de San Carlos;
manifestaciones de rechazo a los uniformes y a la jerarquía de clases; una
chica desamparada que es violada por un borracho señorito, irresponsable y
decadente; desdichados reclusos en un reformatorio extremadamente sórdido; un
adolescente que utiliza la violencia física como arma desesperada ante las
injusticias y penas que le ha deparado su triste infancia; un sinfín de
sentencias en contra de cualquier clase de represión y a favor de una idea
apologista de la libertad ontológica y social, a veces a modo de discurso
político:
«Los hombres libres no toman nada ni por la fuerza ni por limosna.
Que aprendan a conseguirlo todo por el trabajo»[5]. Exilio
Se convierte, pues, en uno de los
autores más alabados de la España republicana. Triunfa también gracias al apoyo
de la actriz Margarita Xirgu, en esos momentos la de más renombre en el país,
quien logrará su consagración con el estreno de sus primeras obras en
Madrid[6]. Aunque, como ya sabemos, España entra en guerra, y con este
acontecimiento llega el exilio de muchos autores, incluyendo a Casona; fue algo
evidente, pues él, como tantos otros, era un artista abanderado de la República. Ya en 1936, el improvisado
itinerario de huida, ayudado por amigos y compañeros, lo lleva desde León a
Gijón y desde allí a Santander, San Sebastián e Irún, ciudad a través de la
cual entra a Francia, donde contacta con la compañía de comedias de Josefina
Díaz de Artigas y Manuel Collado, una de las más célebres de la España de
preguerra.
Con esta compañía, en la que
trabaja como director artístico, inicia una gira por América que durará desde
1937 hasta 1939. Recorren Méjico, Cuba, Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Perú,
Chile y Argentina. Simultáneamente, se dedica a dar numerosas conferencias en
multitud de congresos e instituciones celebradas alrededor de todo el
continente americano; es galardonado incesantemente por distintas entidades;
pronuncia lecturas y realiza toda clase de actividades dramáticas, hasta que se
instala definitivamente en Buenos Aires, donde continúa divulgando su extremada
pasión por la literatura y el teatro en diversos artículos y estudios, donde
colabora a menudo con revistas y periódicos europeos y americanos, donde se
atreve a producir películas, donde adapta muchos guiones -propios y ajenos-
para la industria cinematográfica[7] y teatral hispanoamericana, donde mantiene
una vehemente actividad de radio-teatro, donde es director de obras de Tirso,
Lope, Cervantes, Shakespeare, Galdós, Ibsen, Bocaccio, Calderón, Wilde, etc...
Además de llevar a cabo todas estas tareas, Casona tiene tiempo para viajar,
con cierta frecuencia, por los países americanos vecinos, incluyendo grandes
escapadas a la vieja Europa, donde es recibido con expectación por el estreno
de sus comedias.
Pero lo más importante para su
carrera como dramaturgo es que va a ser aquí, en América, tras años de
incansable trabajo, donde comience a publicar el grueso de sus mejores obras y,
por supuesto, a estrenarse con un éxito arrollador: Las tres perfectas casadas
se estrena en Buenos Aires (1941), al igual que La barca sin pescador (1945),
La molinera de Arcos (1947), Los árboles mueren de pie (1949),La llave en el
desván (1951), Siete gritos en el mar (1952),La tercera palabra (1953), Corona
de amor y muerte (1955)-versión personal de la antigua leyenda de doña Inés de
Castro-, La casa de los siete balcones (1957) -otra que cuenta entre mis
favoritas- y Tres diamantes y una mujer (1961); en Méjico se estrena Prohibido
suicidarse en primavera (1937);Romance en tres noches (1938) en Caracas;
Sinfoníainacabada (1940) en Montevideo y Carta de una desconocida (1957)
-adaptación teatral de una novela del austríaco Stefan Zweig- en Porto Alegre. Como vemos, Casona debe agradecer
al continente americano tanto la oportunidad de entregarse como el gozo de
recoger una cosecha de éxitos continua que, poco a poco, se irá extendiendo por
toda Europa y el mundo, siendo representado en Milán, París, Río de Janeiro,
Lisboa, Burdeos, Munich, Florencia, Dublín, Amsterdam, Bruselas, Johannesburgo,
Zurich, Berlín, Tel-Aviv, Jerusalén, Amberes, Gante, Lovaina, Los Angeles,
Atenas, Norrköping, Lucerna, Montecarlo, Viena, La Haya, Breda, Gales, Moscú,
Berna, Helsinki, Roma, Nápoles, Venecia, Rotterdam, Ginebra, Belgrado,
Leningrado, Riga, Köenigsberg, Praga, Varsovia, Lieja, Brujas, Aquisgrán... |
Alejandro
Casona (segundo por la izquierda en la primera fila) junto a un grupo de
escritores venezolanos, en Caracas, abril de 1938. Foto de L. F. Toro. Col.
Luis Rodríguez. (…). Saber más... touspatous.
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Pero la historia,
paradójicamente, está construida a base de contradicciones que se repiten. Así,
Casona logra ser reconocido internacionalmente como dramaturgo fuera de su
país. Esta paradoja se da en muchos artistas marcados por el exilio. En nuestra
literatura es ya mítica la amistad que estrechó durante la larga estancia
americana a los que me permito nombrar «los tres exiliados de oro», mito
fraguado en las sucesivas reuniones nocturnas acaecidas en el retiro uruguayo
de la Xirgu, en su casa de Punta Ballena, cerca de Punta del Este: Allí solían reunirse Alejandro
Casona, que llegaba con su esposa en una moto con sidecar, Alberti y Teresa
León, Curotto y su esposa, y los temas eran siempre el teatro y España, sus
grandes obsesiones. Era una mujer humilde, poco afecta a los reconocimientos
públicos [...]
De esta época es también su primera aparición por la televisión,
que causó terrores a la actriz, con La casa de Bernarda Alba y La dama del
alba[8]. Habría bastantes páginas que
escribir sobre la relación entre esta importantísima actriz y sus dramaturgos
contemporáneos, pero eso merecería un estudio aparte, amplio y profundo. El
caso que nos ocupa se centra en la obra de Casona, y a él nos hemos de ceñir. Volvamos por un momento a España.
¿Qué ocurría en el panorama cultural del país, gobernado bajo la dictadura del
general Franco? Antonio Machado, que había sido
la más alta figura de la lírica española, cantando como muy pocos el paisaje y
el alma del corazón de nuestro país, muere en Colliure, expatriado, el mismo
año en que acaba la guerra civil, y en 1940 Jardiel Poncela estrena Eloísa está
debajo de un almendro, obra que hoy en día todavía sigue siendo un clásico del
teatro español contemporáneo.
Miguel Hernández, víctima de la
tuberculosis producida en sus tres años de cautiverio, muere en Alicante, en
1942, año en que Cela publica La familia de Pascual Duarte, todo un ejercicio
de imaginación que, debido a su trama, con todo el tiempo pasado, ha venido a
reconocerse como la inauguración de un vigoroso realismo existencial en la
narrativa española. Mientras Casona repasa en la
lejana Argentina los guiones cinematográficos de Casa de muñecas, de Ibsen, y
del abuelo, de Galdós, y Max Aub, exiliado en Méjico, escribe el San Juan y
Morir por cerrar los ojos, Dámaso Alonso prepara la publicación de su
revolucionario Hijos de la ira (1944), metralla poética que representa el grito
estremecedor del hombre que anhela un espacio de paz desaparecido, y tal vez
irrecuperable. La dama del alba se estrena el mismo año de esta publicación, en
1944. En 1947 muere Gregorio Martínez
Sierra, autor de, probablemente, la más pacífica comedia de la historia de la
literatura española, Canción de cuna, con la que alcanzó unas proporciones
extraordinarias de popularidad, sobre todo en países de habla inglesa[9]; dos
años después, un joven Buero Vallejo estrena la impactante y aplaudida Historia
de una escalera, ganadora del premio Lope de Vega. Al año, se estrena otra
muestra de renovación del teatro español con la no menos aplaudida
En la
ardiente oscuridad, un reto realmente complicado para el espectador, pues plantea
una situación de actitudes opuestas entre los protagonistas del drama -todos
ellos ciegos- que genera una fuerte tensión, a veces difícil de soportar, ya
que su tema trasciende no sólo al plano social, sino también al moral, al
sentimental y al existencial, todo escrito bajo las claves de un estilo
neosimbolista. En 1951 fallece uno de los
grandes del 27, Pedro Salinas, el clasicismo castellano y la emoción levantina,
el arquitecto de La voz a ti debida y el poeta de trazo ágil y fino de Fábula y
signo y Razón de amor. Un año más tarde también se nos va Jardiel Poncela, el
intelectual madrileño que no cesó de cantar al ingenio en cada una de sus
obras; muere toda una personalidad literaria, con esa visión propia del mundo,
con un humor desorbitado, loco, disparatado, caricatural, pero trascendente. En
1952 Miguel Mihura estrena al fin Tres sombreros de copa -escrita ya en 1932-,
la obra que lo va a hacer más famoso, pionera del absurdo español. Pero las
influencias del teatro radicalmente comprometido ya comienzan a palparse con el
estreno, en 1953, de la obra de Alfonso Sastre Escuadra hacia la muerte,
mostrando la relevante personalidad de un nuevo autor que abrirá heridas en
demasiadas conciencias adormecidas, algo por lo que tendrá que pagar caro muchas
veces, aunque la lucha forme parte esencial de su concepto particular del
teatro....
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NOTAS:
[1] - En carta dirigida a William H. Shoemaker, editor de Nuestra Natacha. Nueva York, Appleton-Century-Crofts, inc. 1947, XIII.
[2] - Entrevista con Lolo de la Torriente en el diario Excelsior , México D. F., 2 de junio de 1937.
[3] - Federico Carlos Sainz de Robles, «Alejandro Casona y su teatro», prólogo a las Obras completas de Alejandro Casona, Madrid, Aguilar, 1969, pág. 11: «Entre las muchas cosas que se hundieron en España con la catástrofe bélica de 1936 estuvo la posibilidad ya muy probable de un resurgimiento espléndido del teatro español. Los nombres de los autores capaces de arrinconar lo caduco y de enraizar lo nuevo y sensacional estaban, hacia 1936, en la mente de todos los españoles aficionados al arte escénico, de tanta solera y de tan enorme trascendencia en nuestra patria: Enrique Jardiel Poncela, Federico García Lorca y Alejandro Casona».
[4] - Mª Teresa Cristina García Álvarez, El “Homenaje a Alejandro Casona” y La sirena varada 60 años después, Oviedo, Separata del Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos nº147, 1996, págs. 69-74.
[5] - Alejandro Casona, Nuestra Natacha, en Teatro selecto, Madrid, Escelicer, 1972, pág. 556.
[6] - Señala Ángel García Pintado, «El compromiso», Margarita Xirgu, Crónica de una pasión, Cuadernos El Público, nº 36, octubre de 1998, pág. 16: “Se ha dicho, con bastante justicia, que no tendríamos unos dramaturgos llamados Casona, Lorca o Alberti de no haber sido por la Xirgu”.
[7] - J. Rodríguez Richart, Vida y teatro de Alejandro Casona, Oviedo, I.D.E.A., 1963, págs. 30-31: «La actividad cinematográfica de Casona es un capítulo aparte en su producción literaria. Es relativamente abundante y se dedica a ella con bastante regularidad. Por el interés que presenta, merecería un estudio especial».
[8] - María Esther Burgueño y Roger Miza, «Margarita en América: una pasión inextinguible», Margarita Xirgu, Crónica de una pasión, cit., pág. 26.
[9] - Para más información sobre la verdadera autoría de las obras de Gregorio Martínez Sierra, véase Patricia O’Connor,Dramaturgas españolas de hoy (Una introducción), Madrid, Fundamentos, 1988.
FUENTE: JUAN DIOS GARCÍA GÓMEZ. Bibliografía consultada de la desaparecida página web: Literaturas.com. _________________________________________________________________________________
AUTORES.
Juan de Dios
García, Cartagena, 1975. Juan de dios es escritor y codirector de la revista de
literatura “El coloquio de los perros”. Universidad de Murcia (©). Fuente: elDiario. Foto: La Verdad.
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