Ramón Pérez de Ayala, proyecto de cosmopolita y novelista de Oviedo
Si Clarín es el «provinciano universal», Ramón Pérez de Ayala reúne en su persona y actitudes, con bastante eficacia, esos dos rasgos distintivos del asturiano de ley, el provincianismo (y en su caso, más exactamente, el localismo) aunado con el universalismo, que es de estirpe superior al cosmopolitismo, que se queda en un universalismo que no va más allá de la agencia de viajes y de los hoteles internacionales
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Pérez de Ayala, en sus novelas, no va más allá de
Pilares, de Canciella y del valle de Congosto, capital Reicastro, y de
Madrid, que es la meta de todo provinciano, como la de un argentino es
París, en «Troteras y danzaderas». Entendiendo bien este rasgo, el gran
crítico alemán Ernest Robert Curtius escribe, en sus «Ensayos críticos
acerca de la literatura europea», que «al lector superficial las novelas
de Pérez de Ayala pueden parecerle productos de un regionalismo
literario; pero, en realidad, Pilares no es más que la localización
casual de su existencia, desde la cual abarca con clara mirada el
conjunto de la naturaleza y de la vida.
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Busto de Ramón Pérez de Ayala. Paseo de los Poetas, El Rosedal, Buenos
Aires. De Gabriel Sozzi - Trabajo
propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=40528021
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Esta patria asturiana del
escritor, con sus cumbres rocosas y verdes valles, con sus antiguas y
adormecidas ciudades, linda, sin embargo, con el mar del mundo, y su
rugido es perceptible en sus páginas como la voz de una fuerza
elemental. Pilares o Congosto son algo más que unas ciudades
provincianas pintorescas o arcaicas, son también algo más que «el
ombligo del mundo», que es como las conciben los políticos de campanario
y los intelectuales de café que en ellas residen: son símbolos
universales de la vida del hombre en la tierra, esta vida que puede
convertir en infierno o en paraíso tanto los escenarios franconianos de
Jean-Paul como los asturianos de Pérez de Ayala». En esta fusión de
localismo y universalismo, Curtius señala que «la imaginaria Pilares,
una ciudad de provincia del norte de España, en la obra total de Pérez
de Ayala posee la misma significación central que Dublín en la obra de
Joyce».
Entre Ramón Pérez de Ayala y James Joyce, aunque sean de grado muy
distintos sus respectivas categorías y significaciones literarias,
existen coincidencias evidentes: ambos pertenecían a familias burguesas,
ambos estudiaron con los jesuitas, de los que recibieron una buena
preparación clásica; ambos abandonaron sus ciudades de nacimiento muy
pronto, para no regresar a ellas, aunque, en el aspecto literario,
Dublín jamás abandonó a Joyce, como Oviedo no abandonó a Pérez de Ayala,
de quien fue una constante referencia y un vivo recuerdo. Cuando,
durante su exilio en Argentina, le encargan escribir un prólogo a tres
novelas cortas de Clarín, Pérez de Ayala evoca con nostalgia su etapa de
estudiante en la Universidad de Oviedo, en la que se produjo un hecho
revolucionario trascendental: los catedráticos dejaron de usar
almadreñas para calzar chanclos Boston. Ayala, alejado de Asturias
físicamente, siempre estuvo ligado a ella sentimental e
intelectualmente, y en «lugar asturiano» reúne páginas muy hermosas, que
patentizan un asturianismo de excelente ley. Pérez de Ayala es un escritor extraño, ya que cierra su obra
narrativa (por la que en su tiempo era más conocido) demasiado pronto.
Publica sus novelas entre 1907 («Tinieblas en las cumbres») y 1929 («La
revolución sentimental»), retirándose con esta narración del género
narrativo. Tampoco vuelve a mirar hacia la Academia de la Lengua, de la
que era miembro.
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A partir de entonces se dedica a asuntos públicos, a la
política y a la diplomacia, y escribe preferentemente ensayos: género
que se adecuaba mejor a su estilo pulido, artificioso, irónico,
arcaizante, levemente humorístico, que se burla de sí mismo, que el
género narrativo, muchas veces interrumpido por largos excursos o
digresiones, a modo de expresiones ensayísticas intercaladas, que unas
veces dispersan y otras detienen la acción. Como ensayista, Pérez de
Ayala se manifiesta como uno de los escritores españoles más cultos de
su tiempo. Ramón Pérez de Ayala nació en Oviedo el 9 de agosto de 1880. Su padre
era comerciante y banquero, y su quiebra, más adelante, constituyó una
tragedia literal para la familia. Curiosamente, sus estudios secundarios
se realizan fuera de Oviedo y siempre con jesuitas: primero en Carrión
de los Condes y más tarde en Gijón. Julio Cejador, por entonces jesuita,
le recuerda como «un artista y un extraordinario ingenio desde
chiquitín».
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Ramón Pérez de Ayala fotografiado en 1931. De Ricardo Martín - This image belongs to the
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(click on the image for details)., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=61216961
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No obstante, Ayala no debió sentirse a gusto con los
secuaces de San Ignacio, a quienes dedica una novela bastante adversa,
«A. M. D. G.», del mismo modo que James Joyce arregla cuentas con la
misma orden o, como ellos prefieren decir, compañía, en «El artista
adolescente». Sin embargo, muchos años después, reivindica a los
jesuitas expulsados por Carlos III, en un célebre ensayo incluido en
«Nuestro Séneca». Los estudios universitarios, de Derecho, los realiza en Oviedo. Aquellos años que le correspondieron permanecer en ella fueron los
mejores de la Universidad de Oviedo, los de Clarín, Aramburu, Álvarez
Buylla, Altamira, Canella... Sin embargo, Pérez de Ayala, como era
habitual entre los señoritos españoles hasta época reciente (¡es
prodigiosa la cantidad de veces que aparece la palabra «señorito» en sus
primeras obras!), nunca abrigó el proyecto de ejercer como abogado.
Como tanteo, publica su primer artículo, de crítica literaria, en el
diario ovetense «El Progreso de Asturias», y funda en Oviedo con otros
dos estudiantes, Benito Álvarez Buylla y Román Álvarez, el periódico
satírico «Leño», que no tardó en prohibir el gobernador civil. Por aquel
entonces empezaban a manifestarse el localista y el cosmopolita: salía
de Oviedo lo mismo para ir a Noreña que para ir a Londres.
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Retrato de Ramón Pérez de Ayala. http://alomoderocinante.blogspot.com/2009/06/tecnica-descriptiva.html
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En Londres recibe la fatal noticia de la quiebra y suicidio de su
padre. Regresa de allá luciendo chalecos de fantasía, abrigos de lord y
sombreros fastuosos, pero Juan Ramón Jiménez, que las veía (y los veía)
venir, le describe con un horrible traje de carbonero asturiano. En 1904
estrena en el teatro Campoamor de Oviedo una adaptación de «La
intrusa», de Maurice Maeterlinck (obra que inspiraría, según parece, «La
dama del alba», de Casona) y en 1904, su primer libro, un volumen de
poesías, «La paz del sendero», en el que aplica procedimientos
modernistas para la evocación de la tierra asturiana. En 1907 aparece su
primera novela, «Tinieblas en las cumbres», para la que emplea el
seudónimo de Plotino Cuevas. Poco a poco Pérez de Ayala va abriéndose paso como escritor en
Madrid, aunque reconoce que sus novelas le producen muy poca ganancia,
circunstancia habitual que le obliga a colaborar de modo asiduo en la
prensa diaria, gracias a lo cual puede vivir pasablemente y hasta
comprarle algún juguete a su hijo. Hombre de ideas liberales, toma
partido por los aliados durante la Gran Guerra, lo que es motivo para
que sea invitado, junto a otros intelectuales españoles igualmente
favorables (Ramón del Valle Inclán, Azorín, Manuel Azaña, etcétera), a
visitar los frentes de guerra: de su estancia en los de Italia surge el
libro «Hermann Encadenado». A esta época se remonta su amistad con
Clemenceau, a quien inició en las delicias de la degustación del queso
de Cabrales, reconociendo el «Tigre» que se trataba de un queso digno de
figurar al lado de los grandes quesos azules y franceses.
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Poco a poco va acercándose a la política, militando en el Partido
Reformista de su paisano Melquíades Álvarez, y después de ser
vicepresidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid en 1930 (por
aquellos días, se conspiraba en todas partes), constituye con José
Ortega y Gasset y Gregorio Marañón la asociación «Al servicio de la
República» (una República, obviamente, moderada). Esta república (que
muy pronto dejó de ser moderada) le nombra director del Museo del Prado,
y poco después embajador en Londres, sin que renunciara a la dirección
del museo. Hábil navegante en el oscuro mar de la política republicana,
consiguió mantenerse en la Embajada de Londres hasta el triunfo del
Frente Popular en febrero de 1936. Al comienzo de la guerra civil se
exilia a París: era natural que un liberal como él no aprobara la
política y los desmanes de la conjunción de socialistas y separatistas.
Juzgando Ayala sensatamente que Europa era plaza poco segura, con los
soviéticos en Rusia acechando tanto como los nacionalsocialistas en
Alemania, se exilia a Lima primero y a Argentina después, regresando a
Madrid en 1954. En Madrid muere en 1962. Durante este tiempo fue un
republicano que colaboró en la tercera de «ABC».
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FUENTE: José Ignacio Gracia Noriega - Publicado por La Nueva España el 25 de agosto de 2005.
José Ignacio Gracia Noriega (Llanes, 17 agosto 1945 - Oviedo, 6 septiembre 2016), ha sido uno
de los escritores españoles más fecundos, críticos, originales e independientes
de los últimos tiempos. La mayor parte de su obra la escribió en su casona
familiar de Llanes, rodeado de libros y de un número variable de gatos,
dedicado a su único oficio, el de escribir sirviéndose de vetustas plumas
fuente y añejas máquinas ignorantes de la electricidad, que se negó a
reemplazar por artilugios más modernos. Desde 2007 vivió en Sevares, buscando
la tranquilidad y el sosiego que había perdido en su villa natal por
enfrentamientos políticos. En febrero de 2011 recuperó judicialmente el título
de Cronista oficial de Llanes, del que había pretendido despojarle en 2003 el
alcalde del momento. Se formó en las Universidades de Oviedo y Madrid y ejerció
el periodismo tanto en la radio como en la prensa regional y madrileña. Durante
décadas fue colaborador del periódico ovetense La Nueva España. Miembro del
Instituto de Estudios Asturianos (IDEA), recibió los premios de novela Tigre
Juan, Casino de Mieres y Asturias. Formó parte del Consejo de Redacción de la
revista de filosofía El Basilisco y del Consejo Asesor de la Fundación Gustavo
Bueno. Narrador, ensayista, articulista, gastrónomo, crítico literario y
cinematográfico, autor de libros de viajes, &c., ha publicado Asturias en
pocas palabras (1980), Las crónicas de la Cofradía de la Mesa de Asturias
(1980), Crónicas viajeras (1985), Indianos del Oriente de Asturias (1987), Una
raya azul por Oviedo (1987), El viaje del obispo de Abisinia a los santuarios de
la Cristiandad (1987), Semblanzas (1987), Entre el mar y las montañas (1988),
El paso de Faes (1988), Dudoso paraíso (1990), El muro de la eternidad (1991),
Vísperas del nuevo tiempo (1992), Los asturianos pintados por sí mismos (1995),
Oviedo en los libros (1997), En un jardín tenebroso (1998), El viaje del norte
(1999), Alarcos en Oviedo (2001), Asturias, esa desconocida (2001), Hombres de
brújula y espada. Aventureros asturianos por el ancho mundo (2002), Don Pelayo.
El Rey de las montañas (2006), Emilio Alarcos Llorach (2006), Luz del mar.
Faros atlánticos de España y Portugal (con Carlos Olmo) (2007), El arzobispo
Fernando de Valdés, la Mitra, la Universidad y la Hoguera (2008), Vivir de
milagro (2008),La montaña mágica (2008), Historias de Covadonga (2008), Sobre
cocina y gastronomía (2009), El reino mágico de Arturo (2009), Iñigo Noriega,
un conquistador en México (2009), Poesía del mar (2010), Menéndez Pelayo. Genio
y figura (con César Alonso de los Ríos y Aquilino Duque (2012) y Las burbujas
de la tierra (En torno a William Shakespeare) (2016), &c. La Universidad de
Córdoba publicó en 2009, sobre su obra, el volumen Gracia Noriega, escritor,
coordinado por Luis Palacios Buñuelos, y en el que se incluyen varios cuentos
de Ignacio Gracia Noriega. FUENTE: http://www.ignaciogracianoriega.net
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Pérez de Ayala y Fernández del Portal, Ramón (1880-1962).
Poeta, narrador, ensayista, periodista y diplomático español, nacido en Oviedo el 9 de agosto de 1880 y fallecido en Madrid el 5 de agosto de 1962
http://www.mcnbiografias.com.Autor de una extensa y brillante producción narrativa que, desde el sarcasmo, la burla y el humor, pone de manifiesto un talante nihilista y pesimista heredero del legado intelectual y literario de algunos maestros de la Generación del 98, está considerado como uno de los novelistas más destacados de la literatura española de la primera mitad del siglo XX. Por la hondura y calidad de esta sobresaliente producción literaria, fue elegido miembro de número de la Real Academia Española de la Lengua en 1928.
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Publicación literaria con Ramón Pérez de Ayala en tapa.
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Vida y obra.
Nacido en el seno de una familia acomodada, recibió las aguas bautismales en la iglesia ovetense de San Isidoro, adonde había sido llevado por sus progenitores, don Cirilo Pérez de Ayala (oriundo de la Tierra de Campos leonesa) y doña Luisa Fernández del Portal (natural del concejo asturiano de Valdés-Luarca). Desde su temprana infancia dio muestras de poseer una viva inteligencia natural que aconsejó a sus padres proporcionarle una esmerada formación académica, por lo que, con tan sólo nueve años de edad, quedó ingresado en el colegio de San Zoilo, sito en Carrión de los Condes (Palencia) y regentado por padres jesuitas. Dos años después, regresó a tierras asturianas para cursar estudios de bachillerato en el colegio gijonés de la Inmaculada Concepción, perteneciente también a la compañía de Jesús, en donde obtuvo el grado de bachiller a los quince años de edad. En 1895, el joven Ramón Pérez de Ayala se matriculó en la Universidad de Oviedo para realizar el curso preparatorio de Ingenieros; un año después, realizó un primer curso de Ciencias, aunque pronto abandonó estos estudios técnicos y científicos para pasarse a las disciplinas humanísticas. Ingresó, así, en la Facultad de Derecho de dicho centro superior, donde tuvo la fortuna de contar con algunos maestros de la talla de Leopoldo Alas (1852-1901), más conocido por su pseudónimo literario de "Clarín". Licenciado en Derecho en 1901, marchó a Madrid para realizar el doctorado en Leyes en la Universidad Central, así como nuevos estudios de Filosofía y Letras. Poco después, Pérez de Ayala se dio a conocer como escritor por medio de un libro de poemas que, presentado bajo el título de La paz del sendero (1903), ponía de manifiesto la influencia -en estos primeros compases de su trayectoria literaria- del movimiento modernista, al que se había adscrito el autor ovetense en sus recientes colaboraciones literarias publicadas en la revista Helios. Los elogios dedicados a este libro -entre ellos, los del gran vate nicaragüense Rubén Darío (1867-1916)- animaron al joven escritor a seguir cultivando el género poético, aunque no volvió a dar a la imprenta un nuevo volumen de versos hasta mediados de la década siguiente, cuando, ya consagrado como novelista de éxito, publicó El sendero innumerable (1916), obra en la que el furor modernista -tanto el los temas como en la expresión- había cedido paso a una poesía mucho más sobria e intelectual, dotada a veces de una profunda carga ideológica.
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Esta evolución en su trayectoria lírica quedó confirmada plenamente a comienzos de los años veinte, cuando publicó su tercer volumen de poemas, titulado El sendero andante (1921). Esta trilogía poética, centrada en el paisaje de su Asturias natal, revela la consistencia del escritor elegante, conceptuoso y preciso que se asoma también a sus novelas, en las que, por no desmentir su condición de poeta, se sirve en numerosas ocasiones del verso para orientar al lector en la trama argumental. Tanto era así, que a mediados de la segunda década del siglo XX publicó un libro titulado Tres novelas poemáticas de la vida española (1916), obra que, ya desde el privilegiado frontispicio de su epígrafe, deja patente la inclinación del escritor asturiano hacia el género poético. Un buen ejemplo del que hacer poético de Ramón Pérez de Ayala -poco conocido incluso entre sus lectores habituales, debido al mayor peso específico de su prosa de ficción- es el poema titulado "El ideal", del que a continuación se copian algunos versos: "Una casa, y no más; blanca y sencilla, / lejos del mundo y de los hombres vanos. / Un huerto en que frutezca la semilla / por la virtud humilde de mis manos / y del sudor labriego de mi frente. / Una vida sin odios cortesanos; / no incertidumbre del placer presente, / no angustia mensajera del mañana, / ni envidias, donde el mal abre su fuente. / Una vivienda pobre y aldeana, / cerca del bosque, y que del mar, amigo / de mi risa infantil, no esté lejana. / En su quietud, a solas, sin testigo, / he de labrar el alma como el huerto, / del vendaval poniéndome al abrigo. / Mi brazo en la labranza se hará experto. / Aguzaré del alma las pupilas, / cuando en negrura el orbe esté cubierto / y las obras de Dios yazgan tranquilas. / Morderé, de la amada biblioteca, / la fruta idónea, entre apretadas filas, / cuyo zumo no se agria ni se seca. / El alma vestiré del recio lino / que la historia hubo hilado con su rueca [...]". En 1907, ya firmemente decidido a orientar su creatividad por el sendero de la literatura, Pérez de Ayala marchó a Inglaterra para ampliar sus estudios, actividad que compaginó con su trabajo como corresponsal en Londres del rotativo madrileño El Imparcial, caracterizado por su radicalismo ideológico.
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Emprendió, entonces, una fructífera trayectoria literaria que le llevó a publicar, en el transcurso de aquel mismo año, la novela breve Artemisa (1907) -aparecida en la célebre colección "El cuento semanal"- y su primera narración extensa, titulada Tinieblas en las cumbres (1907). Publicada bajo el seudónimo de Plotino Cuevas (autor inexistente al que se atribuye la redacción del manuscrito, que lleva por subtítulo "Historia del libertinaje") esta primera novela de Ramón Pérez de Ayala se desarrolla en una ciudad denominada Pilares, nombre con el que el escritor asturiano -como ya hiciera su maestro "Clarín" con Vetusta- alude a su Oviedo natal. Las principales características del estilo narrativo de Pérez de Ayala estaban ya presentes en esta opera prima, marcada por su tendencia al realismo, su enfoque satírico y su descarnado pesimismo. Al cabo de un año, el inesperado suicidio de su padre le forzó a regresar apresuradamente a España; se instaló entonces en Madrid y comenzó a colaborar asiduamente en diferentes periódicos y revistas, como El Heraldo, Alma Española, El Liberal y el ya citado cotidiano El Imparcial. Emprendió, por aquel tiempo, numerosos recorridos por diversos países de Europa (Inglaterra, Francia, Italia, etc.), y continuó desplegando una intensa actividad literaria que arrojó por fruto una nueva novela corta, Sonreía (1909), publicada en la colección "Los contemporáneos". Pero su primer gran éxito literario lo alcanzó, un año después, con la novela extensa titulada A.M.D.G. (1910), siglas de Ad Maiorem Dei Gloriam, el lema de los jesuitas que tan bien conocía Pérez de Ayala, por su educación primaria y secundaria. En ella trata el tema de la educación, desde su óptica satírica y corrosiva, siempre encaminada a poner de manifiesto la escasa formación pedagógica de los maestros de la Compañía de Jesús y, en general, de todas las instituciones religiosas. Logró, así, levantar una viva polémica intelectual entre los partidarios y detractores de sus tesis, y originó un escándalo en el seno de la Iglesia que le granjeó una enorme notoriedad.
La buena acogida dispensada a esta narración extensa propició que Ramón Pérez de Ayala, haciendo alarde de su envidiable fecundidad literaria, continuase la historia por medio de otras dos entregas novelescas, La pata de la raposa (1912) y Troteras y danzaderas (1913), en las que reaparece el protagonista de A.M.D.G., llamado Alberto Díaz de Guzmán y presentado como un trasunto literario del propio autor ovetense. El mismo año de la aparición de la novela citada en último lugar -en la que resulta impagable su reflejo de la vida bohemia en el Madrid de la época-, Pérez de Ayala contrajo nupcias en la capital de España con Mabel Rick, y consiguió un empleo como funcionario en el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Seguía, entretanto, cultivando el periodismo con enorme fortuna entre su legión de lectores, trayectoria que se plasmó luego en otros medios tan divulgados como el rotativo ABC, Los lunes de El Imparcial, El Gráfico, etc. Durante la Primera Guerra Mundial, su prestigio periodístico y literario le sirvió para ejercer de corresponsal, en varios puntos de Europa, del diario bonaerense La Prensa, lo que no le impidió seguir desplegando una intensa labor literaria que dio pie, a mediados de la segunda década del siglo XX, a la aparición de las ya mencionadas Tres novelas poemáticas de la vida española (1916), volumen que recogía las narraciones breves Prometeo, Luz de domingo y La caída de los limones. A partir de estas tres obras, la narrativa de Pérez de Ayala emprendió un nuevo rumbo en el que predominaba la reflexión intelectual en los aspectos ficticios abordados y la proyección simbólica de los personajes, concebidos ahora como paradigmas de diferentes posturas humanas ante la realidad circundante.
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Infatigable en su dedicación a la escritura, al año siguiente dio a la imprenta una colección de ensayos titulada Hermann encadenado. Libro del espíritu y del arte italiano (1917), a la que siguió otro ensayo bajo el sugerente título de Política y toros (1918) y la publicación de Las máscaras (1919), una recopilación de las críticas teatrales que, con notable seguimiento por parte de los lectores, había dejado impresas en los medios de comunicación entre 1917 y 1919. En este último año le fue otorgada una beca de la Junta de Ampliación de Estudios para cubrir los gastos de desplazamiento y estancia en los Estados Unidos de América, país en el que permaneció por espacio de diez meses. A su retorno a España, reanudó sus tareas de funcionario y continuó escribiendo con tenacidad e inspiración, para dar a los tórculos a comienzos de la nueva década la que habría de ser considerada unánimemente, por parte de la crítica y los lectores, como su obra maestra. Se trata de la narración extensa titulada Belarmino y Apolonio (1921), un texto de complejo entramado argumental en el que sobresale, por encima de esta riqueza de contenidos, el esfuerzo de Pérez de Ayala por renovar formalmente la narrativa tradicional española. Ya consagrado entre las grandes figuras de la cultura española de su tiempo, en 1923 se distinguió por ser uno de los escasos intelectuales -junto con Miguel de Unamuno (1864-1936) y Manuel Azaña (1880-1940)- que protestaron airadamente contra el golpe de estado llevado a cabo, el día 13 de septiembre, por Miguel Primo de Rivera (1870-1930), con lo que volvió a dejar patente su ideología progresista y su firme rechazo de las fuerzas reaccionarias: el conservadurismo político, la Iglesia católica, los partidarios de la monarquía títere de Alfonso XIII (1886-1941), etc. Esta vinculación a la política activa no fue óbice para que siguiera escribiendo con la misma feracidad de tiempos pasados, como quedó patente en la aparición, aquel mismo año, de Luna de miel, luna de hiel y Los trabajos de Urbano y Simona (1923), una misma novela presentada en dos volúmenes independientes.
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Ramón Pérez de Ayala en el Museo del Prado. Autor: Fromkes, Maurice (Vilna
(Lituania), 1872 - París, 1931). Al fondo del retrato, imagen de la obra
Víctima de la fiesta, de Ignacio Zuloaga (1870-1945), realizada en 1910 y que
se conserva en la Hispanic Society of America. Procedencia: Museo Nacional de
Arte Moderno (donación Eva Maryan Halle, esposa del pintor), 1932-1971; Museo
Español de Arte Contemporáneo, 1971-1995; Museo Nacional Centro de Arte Reina
Sofía, 1995-2016. https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/ramon-perez-de-ayala/55ce25b8-0a6f-45cb-887a-9b1bea604ba7
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Tras la publicación, al años siguiente, de varias novelas breves compiladas en el libro titulado Bajo el signo de Artemisa (1924), dio a la imprenta el volumen de cuentos El ombligo del mundo (1925) y la célebre novela Tigre Juan (1926), continuada por El curandero de su honra (1926). En estas dos últimas narraciones extensas -en realidad, una misma obra dividida en dos entregas, como las citadas en el parágrafo anterior-, Pérez de Ayala abordó, con su acostumbrado humor pesimista, el espinoso asunto del honor conyugal. La obtención del Premio Nacional de Literatura en 1927 y su ingreso en la Real Academia Española al año siguiente fueron dos pruebas fehacientes de la importancia que había cobrado la obra del escritor ovetense en el panorama cultural español del primer tercio del siglo XX. Fruto de este relieve adquirido en la vida pública fue su progresivo abandono de la ficción literaria y su implicación directa en la política española del momento, que alcanzó su máxima expresión en 1931, cuando, a raíz del advenimiento de la Segunda República, Ramón Pérez de Ayala firmó, junto al filósofo madrileño José Ortega y Gasset (1883-1955) y al médico y humanista -también capitalino- Gregorio Marañón (1887-1960), el manifiesto "Al servicio de la República", en el que los tres aventajados intelectuales hacían constar su deseo de trabajar firmemente en pro de la consolidación del nuevo régimen político. Así las cosas, las primeras autoridades republicanas nombraron a Pérez de Ayala director del Museo del Prado, cargo que compaginó con las obligaciones derivadas de su nueva condición de diputado en Cortes.
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En 1932, su apoyo incondicional a la Segunda República le valió su designación como embajador español cerca de Londres, en donde permaneció hasta 1936. A comienzos de dicho año, descontento con la política adoptada por el Frente Popular, dimitió de su cargo diplomático y regresó a España, para encontrarse de inmediato con el violento estallido de la Guerra Civil; a tal extremo había llegado su desacuerdo con las últimas autoridades republicanas, que tomó entonces la extraña decisión de enviar a sus dos hijos varones a luchar como voluntarios al lado de las tropas sublevadas, decisión que, dos años después, se creyó obligado a explicar en una "Carta abierta" publicada en tabloide londinense The Times. Entretanto, había abandonado España a finales de 1936 para instalarse provisionalmente en Francia, donde residió primero en París y, poco después, en la localidad costera de Biarritz. Este exilio le condujo luego hasta Buenos Aires, ciudad en la que vivió cómodamente merced al sueldo de funcionario que, mantenido por las nuevas autoridades franquistas, le llegaba puntualmente a través de la Embajada. El viraje ideológico que había hecho público a comienzos de la contienda fratricida propició que nunca fuera perseguido por el nuevo régimen, que permitió incluso que realizara varias visitas a España. Finalmente, retornó a su país natal en 1954 y reanudó su actividad literaria, aunque ahora volcada hacia el campo genérico del ensayo, al que aportó algunos libros tan notables como los titulados Divagaciones literarias (1958), El país del futuro (1959) y Fábulas y ciudades (1961). Un año antes de su muerte -sobrevenida en Madrid en el estío de 1962, cuando estaba a punto de alcanzar los ochenta y dos años de edad-, dio a la imprenta un libro de memorias titulado Apuntes y recuerdos (1961).
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SUÁREZ SOLÍS, Sara. Análisis de «Belarmino y Apolonio» (Oviedo: Instituto de Estudios Asturianos, 1974).
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VIÑUELA, Miguel. Desmitificación y esperanza en la novela de Pérez de Ayala (Oviedo: Instituto de Estudios Asturianos, 1991).
Autor. : J. R. Fernández de Cano.
FUENTE BIOGRÁFICA: Texto extraido de: http://www.mcnbiografias.com
http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=perez-de-ayala-ramon
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