El Coronel Aranda (Foto de Angel Jalon) |
El
militar engañó a los mineros antes del golpe de Estado al prometer en una
reunión que iba a ser fiel a la República
Ilustración de Alfonso Zapico |
Desde hace tiempo tengo la sana
costumbre de ver cada dos meses a José Luis Rendueles para tomar un café y
ponernos al día recíprocamente de las novedades que vamos encontrando en
hemerotecas, entrevistas o publicaciones sobre los acontecimientos de los años
30 en Asturias. Rendueles ha ido reuniendo una de las mejores bibliotecas
personales sobre la Revolución de Octubre y no es la primera vez que me ayuda a
confirmar datos o resolver dudas, cuando agoto la búsqueda por otros caminos.
Ilustración de Alfonso Zapico |
En el último encuentro me pasó un texto
tomado del diario de guerra del teniente coronel de Carabineros Guzmán García
Álvarez que acabó publicándose en 1981 dentro de su autobiografía "Ya en
México la libertad" y ahora es imposible encontrar en el mercado. En él se
aporta una visión personal del episodio que yo he denominado en otras ocasiones
como "el viaje de los engañados". Me refiero al extraño periplo
protagonizado por jóvenes mineros de las Montaña Central, en su mayor parte
socialistas del valle del Caudal y comunistas del Nalón, que el 18 de julio de
1936 confiaron en la palabra de honor del coronel Aranda cuando manifestó su
fidelidad a la República y, creyendo que Asturias estaba en manos seguras, se
apresuraron a cruzar la cordillera Cantábrica para combatir a los alzados en la
meseta. Antonio Aranda Mata, traidor a la legalidad
y también a la Masonería de la que formaba parte, supo convencer en una
entrevista a Ramón González Peña y Belarmino Tomás de que se iba a mantener
leal a las instituciones, y apoyando su postura incluso les entregó doscientos
fusiles para que los sumasen a los que los mineros tenían escondidos desde la
revolución de octubre, aconsejándoles que se alejasen de Oviedo porque iban a
hacer falta en otros frentes. El director de Avance Javier Bueno, el comunista
Juan Ambou y los anarquistas de la CNT manifestaron sus dudas, pero la realidad
apremiaba y otra conversación telefónica, esta vez entre Amador Fernández e
Indalecio Prieto, quien solicitaba el envió de refuerzos asturianos hasta
Madrid, acabó decidiendo la salida.
Ilustración de Alfonso Zapico |
De forma que en la mañana del 19 de
julio ya estaban en León dos columnas de mineros: una formada por tres
camiones, cuatro autobuses y una docena de coches, al mando de Francisco
Martínez Dutor y el teniente de Asalto Francisco Lluch Urbano integrada por
unos 500 hombres, y otra en un enorme convoy de dieciocho vagones del que
tiraban tres máquinas de vapor, dirigida por el socialista Manuel Otero y el
teniente de Asalto Alejandro García Menéndez. En total más de 3.000 mineros
asturianos que se enteraron allí aquella misma tarde de que el coronel Aranda,
después de recibir la orden del general Mola, se había sumado a la sublevación
y estaba organizando desde el cuartel de Pelayo la defensa de Oviedo. En efecto, en cuanto Aranda se sintió
seguro, comunicó a la Guardia Civil y la Guardia de Asalto su intención de
sublevarse, por lo que a lo largo de todo el día fueron llegando hasta la
capital, con sus pertrechos y sus familias, los uniformados de los cuarteles de
la Montaña Central, junto a los de otras zonas de Asturias acompañados por los
voluntarios falangistas de sus respectivas localidades, al tiempo que las
fuerzas de Gijón prefirieron acantonarse en el cuartel de Simancas.
Ilustración de Alfonso Zapico |
El relato de Guzmán García Álvarez tiene
el valor de ofrecernos el testimonio de uno de principales protagonistas de
esta aventura. Pero antes es imprescindible decir que Guzmán era hermano del
jurista Juan Pablo García Álvarez, un personaje que ya he traído en otras
ocasiones a esta página; socialista y también masón como Aranda, aunque en este
caso con un historial relevante que le llevó a convertirse en Soberano Gran
Comendador del Supremo Consejo del Grado 33 entre 1972 y 1978, el puesto de
mayor responsabilidad en la Orden, que como ven coincidió con el momento más
delicado de la transición. Por su parte, Guzmán García Álvarez ya
se encontraba junto al mismo González Peña y "Amadorín" Fernández a
las seis de la tarde de aquel día 18 en la estación del Norte, en Mieres, con
unos 250 jóvenes socialistas y apenas 50 armas de fuego, esperando al tren impulsado
por Aranda. Por fin el convoy llegó a las 20,30 y volvió a partir hacía la
meseta a las 22 después de que Peña encargase a Guzmán la responsabilidad
política de la expedición.
Ilustración de Alfonso Zapico |
El mismo 18 de julio, Juan Pablo, que
residía en Oviedo, también se trasladó hasta Mieres con su mujer, su hija y su
madre, mientras su padre, Jacinto García, cometió el error de no seguirlos y
fue asesinado por unos falangistas pocas horas más tarde. Según Yván Pozuelo,
historiador experto en historia masónica y amigo, su cuerpo quedó abandonado en
una calle, de la que sería recogido más tarde por unos parientes que eran de
derechas. Con el tren ya lejos, cuando González
Peña supo el cambio de posición de Oviedo, mandó a Juan Pablo por carretera
hasta Benavente para informar a los mineros de la traición de Aranda y ordenar
su retorno antes de que pudiesen quedar cercados en territorio enemigo en su
camino hacia Madrid, puesto que la mayor parte de los cuarteles de las
provincias castellanas estaba manifestando su apoyo a Franco.
Ilustración de Alfonso Zapico |
Siempre según el diario de Guzmán García
Álvarez, en aquel momento el comandante militar de León era un viejo conocido
de los mineros, el general de brigada Carlos Bosch, quien había sido incapaz de
doblegarlos en el frente de Campomanes durante la revolución de Octubre, lo que
le costó entonces ser relevado del mando, mientras como inspector del ejército
se encontraba el general Gómez Caminero, que permaneció fiel a la República. Él les proporcionó racionamiento
caliente y frío, pero únicamente pudo hacerse con 150 fusiles viejos y poca
munición, por la reticencia de los otros jefes, lo que indicaba que el
alzamiento también había prendido en los cuarteles leoneses. Con este escaso
bagaje, en la tarde del 19 el tren siguió su camino a Madrid, dando un rodeo
por Zamora y Salamanca para evitar el paso por Valladolid, controlado por los
falangistas desde el primer momento. Y en este momento, Guzmán García Álvarez
escribe una interesante y acertada reflexión: si en vez de partir hacia Madrid,
donde -como se vio pronto- su presencia no era necesaria, los mineros
asturianos se hubiesen quedado en León, el curso de la guerra en la mitad norte
de España probablemente hubiese sido otro. Pero en vez de eso, en cuanto
dejaron atrás la capital, el tren comenzó a ser bombardeado por la aviación y a
duras penas pudieron llegar hasta Benavente.
Ilustración de Alfonso Zapico |
Allí llegó por fin su hermano Juan Pablo
con la orden de abortar el viaje para que volviesen a Asturias antes de que las
tropas de Aranda intentasen controlar toda la región, y así se hizo, pero ya
por Astorga y Ponferrada, porque León ya era definitivamente franquista,
mientras el general Gómez Caminero había podido huir hasta Portugal. Lo que no sabían era que en la misma
estación de Ponferrada estaban esperando un gran número de guardias civiles, de
asalto y falangistas que hicieron fuego con ametralladoras en cuanto los vieron
aparecer, causando entre los expedicionarios mal armados según Guzmán García
Álvarez cuatro muertos y siete heridos; aunque otras fuentes señalan que tras
la llegada inesperada de una columna del Regimiento Zaragoza n.º 30 desde
Galicia, los asturianos se vieron forzados a huir hasta Villablino en otro tren
de carga para buscar desde allí su propio camino de vuelta a casa, dejando en
el combate trece muertos y diecisiete desaparecidos, sin contar a los heridos.
Ilustración de Alfonso Zapico |
Lo cierto es que al amanecer del día 21,
los mineros sí estaban en Villablino, donde pararon el tiempo justo para
recoger algunos alimentos y atender a los heridos más graves; desde allí
siguieron a La Robla y por fin cuando ya reinaba la oscuridad llegaron otra vez
a Mieres, deshechos, cansados, destrozados y sucios, pero con la moral
suficiente para poder ir desfilando desde la estación hasta la Casa del Pueblo
y organizar lo más rápido que pudieron el ataque a Oviedo.
Quienes tenían familia en la villa
pudieron irse a descansar a sus domicilios con el compromiso de volver a
concentrarse a las seis de la mañana; los demás se repartieron para pasar la
noche entre la misma Casa del Pueblo y el Colegio de La Salle, y por fin en la
mañana del día 22 se organizó la marcha en camiones y autobuses hacia el cerco
que ya se había formado en torno a la capital.
Ernesto
Burgos Fernández nació en Mieres (Asturias) el 7 de julio de 1957.
Licenciado
en Geografía e Historia por la Universidad de Oviedo (1979). Diploma de
Estudios Avanzados en Arqueología Histórica («La romanización en las cuencas
mineras del sur de Asturias» 2006).Profesor de Educación Secundaria, ha
trabajado en los institutos «Juan de Herrera» (Valladolid), «Sánchez Lastra»
(Mieres), «Camino de La Miranda» (Palencia), «Valle de Aller» (Moreda) y desde
2006 en el IES «Mata Jove» de Gijón. En el año 2016 el reconocido historiador
mierense fue distinguido con el reconocido galardón anual de “Mierense del año”.
Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981). Ilustrador y autor de cómic
español, trabaja como profesional gráfico desde 2006.
Ha realizado ilustraciones, diseños, animaciones y campañas para
diversas agencias de publicidad, editoriales o instituciones. Ha trabajado en
proyectos educativos del Principado de Asturias (Aula Didáctica de los Oficios)
e impartido talleres de ilustración en centros educativos de Asturias y
Poitou-Charente (Francia).
Colaborador de diarios regionales asturianos (La Nueva España, Cuenca
del Nalón), como autor de cómic ha publicado varias obras: La guerre du
professeur Bertenev (Paquet/Dolmen 2006), Café Budapest (Astiberri 2008),
Dublinés (Astiberri 2011) o La ruta Joyce (Astiberri 2011). Sus títulos más
recientes son El otro mar (Astiberri 2013), auspiciada por la Fundación Mare
Australe de Panamá, o Cuadernos d’Ítaca (Trabe 2014). Sus libros han sido
traducidos al inglés, francés, alemán o polaco. (…)http://alfonsozapico.com
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Bueno, el General Aranda ya publicó que engañó a los mineros y que esperó a que se fuesen o lo favoreció para cerrar Oviedo. Había almacenado las armas de la FAO y se encargó que no quedasesn armas ni municiones en dicha fábrica, todas fueron al cuartel del regimiento Milán. Una leyenda que andaba por Oviedo decía que Aranda se pasó al bando nacionalista al presentarse el capitan de los guardias de asalto en su despacho y amenazarle con una pistola en la cabeza. Lo cierto es que parece que la verdad exacta de lo ocurrido no se va a saber, pues es extraño que si tan claro lo tenía Aranda por qué dejó entrar a 3000 milicianos mal armados, entrenados y dirigidos y no acabó directamente allí con los mandos de ellos, dejandose sitiar posteriormente. Saludos
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