El estreno de la democracia
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Ilustración de Pablo García |
Las elecciones del 15 de junio de 1977
configuraron un mapa político en torno a un centro y a una izquierda que
el electorado quería considerar como moderada
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Resultado de las elecciones generales de 1977 por provincias |
http://www.lne.es
Decía Antonio Machado, que cuando no le entraba la venada de «progre
bélico» era razonable, que era posible que los españoles se acostaran
cierto día siendo monárquicos y se levantaran al siguiente siendo
republicanos. Con esto se daba a entender que los movimientos políticos
aparentemente más populares en España se producían sin que la
intervención del «pueblo soberano» fuera decisiva, ni siquiera
significativa. A partir de la muerte de Franco el pueblo, que iba camino
de ser «soberano», se mantuvo a la expectativa con mucha prudencia. Dos
cosas le movían a ello: el recuerdo de la Guerra Civil y el temor a
perder el bienestar de que disfrutaban y que habían ganado con mucho
esfuerzo; por lo que contemplaban la posibilidad de cualquier cambio
con recelosa suspicacia.
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En 1977 se celebraron en España las primeras elecciones democráticas tras la muerte de Franco. |
Aquella democracia que la propaganda oficial
posterior asegura que «nos dimos», en realidad se urdió en algunas
cancillerías y entre algunos grupos muy poderosos en los que la
participación popular brillaba por su ausencia, dado que los partidos
políticos que empezaban a funcionar se reducían en los más de los casos a
simples siglas prácticamente sin bases. La izquierda procuraba hacerse
notar en la calle, pero era evidente que su fuerza era muy escasa. Se
reducía a pocos militantes empecinados y a jóvenes que creían estar en
la toma del Palacio de Invierno, aunque las más de las veces tuvieran
que salir echando chispas delante de los grises. Por lo demás, el tipo
de democracia que se proponía (la denostada «democracia parlamentaria» o
«burguesa») sólo se aceptaba por parte de la izquierda radical, el PSOE
incluido, como un marco más cómodo que permitiera desenvolverse en
libertad hasta que llegara el momento de aplicar el «programa máximo».
Por lo que si hoy tenemos una democracia parlamentaria (todo lo bananera
que se quiera, a causa, principalmente, de las injerencias socialistas,
que siguen sin entender la separación de poderes) es gracias a un
sector reformista del franquismo que impulsaron desde distintos frentes
hombres como Torcuato Fernández Miranda, Manuel Fraga y Adolfo Suárez.
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Adolfo Suárez. (Wikipedia) |
Las retóricas caducas y poco tranquilizadoras de la izquierda y el
franquismo residual fueron los dos factores que volcaron el voto de la
mayoría indecisa y preocupada hacia UCD, ese centro bienintencionado y
«políticamente correcto» (aunque las palabrejas todavía no estuvieran en
boga), que se expresaba propagandísticamente por medio de una canción
tan preñada de buenas intenciones que hubiera podido ponerle letra
Ingrid Betancourt, cantada por un coro de chicas y chicos como de
colegio mayor universitario llamados «Mocedades», tan limpios y
relamidos que parecían de plástico. UCD era puro artificio y mala
retórica, pero funcionó, y gracias a ello fue posible la democracia.
Desde
la muerte de Franco hasta el nombramiento de Suárez como jefe del
Gobierno, la pelota estuvo en el tejado, que tenía muchas vertientes,
por lo que los que entonces militábamos en la izquierda demostramos un
optimismo y seguramente un valor personal dignos de mejor causa. Y
después del nombramiento de Suárez todavía seguían las cosas entre Pinto
y Valdemoro, hasta la mañana del jueves 16 de junio de 1977, en que
pudimos ya respirar tranquilos. Ese día sí podía decirse que amanecía la
democracia en España, le pesara a quien le pesara. Los franquistas
recalcitrantes estaban furiosos y procuraban manifestar su furia a la
menor oportunidad, dándose cuenta de que su espacio cada vez sería más
reducido, hasta desaparecer.
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El Congreso de diputados en 1977. (El viejo topo) |
Por el contrario, la extrema
izquierda convertida en extraparlamentaria por acuerdo casi unánime del
electorado, tuvo un comportamiento ejemplar, al aceptar los resultados
de un procedimiento político parlamentario que condenaban por principio.
Pero era evidente que en 1977 ya no se daban las «condiciones objetivas
para hacer la revolución», de manera que más valía irse a casa o
apuntarse al PSOE, que abría el banderín de enganche para admitir a toda
clase de solicitantes sin que «importara su vida anterior», como si
fuera la Legión. El resultado electoral demostró que las
encuestas habían hilado muy fino, y en Asturias la encuesta publicada en
«El País» el domingo anterior acertó casi con exactitud. Tal resultado
era previsible, aunque no se esperaba que el PSOE sacara tantos
diputados como sacó. La UCD obtuvo 170 diputados, y el PSOE, 115, más de
veinte más que los noventa obtenidos en febrero de 1936. De manera que
el mapa político de España se configuraba en torno a un centro y a una
izquierda que el electorado quería considerar como moderada. Y el PCE
aparece como el tercer partido, con 18 diputados, dos o tres más que
Alianza Popular, que representaba a la derecha pura, aunque menos dura
que las actitudes enloquecidas de los seguidores de Girón de Velasco,
Blas Piñar y otros jerarcas agrupados en el «búnker».
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La Transición Española El democristiano Joaquín Ruiz-Giménez, en una fotografía de 1978. (ABC.es) |
La Democracia
Cristiana de Ruiz Jiménez, que se presentaba como una opción de derechas
más civilizada que AP, recibió un duro varapalo, lo que demostraba que
la gente de derechas, aunque no confiara en los del «búnker», tampoco
las tenía todas consigo con el angelical don Joaquín Ruiz Jiménez, ex
ministro franquista reconvertido en sufriente demócrata dispuesto a
todos los apaños con las «opciones progresistas», menos el que le
preparó Corte Zapico en Asturias, presentándose en coalición para el
Senado con los comunistas: ¡hasta ahí podía llegar don Joaquín! Pero
otros salieron más escaldados que él. El anterior jefe de Gobierno,
Carlos Arias Navarro, no obtuvo plaza de senador, como tampoco
obtuvieron la de diputados los ex ministros Cruz Martínez Esteruelas y
Gonzalo Fernández de la Mora. También se quedó sin escaño, lo mismo que
Ruiz Jiménez, el ilustre político don José María Gil Robles, gran
parlamentario de la República y el líder natural de la derecha española
durante aquel convulso período. Gil Robles representaba en España la
posibilidad de una derecha liberal, sólida y seria, de sello
democristiano, aunque más vigoroso que el democristianismo monjil y
«progresero» de Ruiz Jiménez.
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José María Gil Robles. (Pinterest) |
Por desgracia, la vía liberal de Gil
Robles se ha extinguido, y a causa de ello a las personas conservadoras
no les queda otro remedio que votar a un partido de centro-izquierda,
como el actual PP, o quedarse en casa, que tal vez sea lo mejor. En
Asturias el resultado fue como sigue: el PSOE fue el partido más
votado, con cuatro escaños, seguido de UCD, con otros cuatro escaños, AP
y PCE, con uno cada uno, y el PSP (a quien «El País» le vaticinaba un
escaño) se quedó con las manos vacías, pues el diputado que esperaban
tener fue para UCD: a fin de cuentas el cambio no revestía gravedad, ya
que se trataba prácticamente de la misma clientela, gentes de clase
media acomodada y medianamente ilustradas y progresistas. UCD, con su
simulacro de partidos liberales, socialdemócratas y democristianos (las
tres fuerzas que construyeron la Unión Europea, se decía en la campaña
electoral del Senado Democrático en Madrid, candidatura que
evidentemente nada tenía que ver con UCD), barrió a los liberales y
democristianos de verdad, escasísimos y muy mal organizados y dirigidos.
Socialdemócratas no había, porque a los del PSOE les daba vergüenza
reconocerse de ese modo. En cuanto al PSP, no tardaría en integrarse en
el PSOE, para que con el «oro de Willy Brandt» se hicieran cargo de las
facturas impagadas y dieran oportunidad a algunos de sus miembros de ser
«cuadros», ya que el PSE era «un partido de cuadros».
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CARTEL PSP. ELECCIONES GENERALES 1977. (Todocolección) |
En
cuanto al Senado, salieron elegidos los tres candidatos del Senado
democrático: el socialista Rafael Fernández, el comunista Wenceslao
Roces y el tránsfuga democristiano Atanasio Corte Zapico (que mejoraría a
Pío Cabanillas Gallas y a Francisco Fernández Ordóñez en transfuguismo y
camaleonismo político, pero como era de provincias, no llamó tanto la
atención) y Alonso Vega por UCD. Se conoce que los centristas votaban
siguiendo el orden alfabético, razón por la que no resultó elegido
Adolfo Barthe Aza o el otro centrista, que no recuerdo quién era. Alonso
Vega era una excelentísima persona y un caballero discreto, afable y
buen jurista. Toda aquella gente de UCD, salvo los pícaros inevitables
en toda formación política que se precie, valía mucho más que la
calderilla que no tardó en imponerse en las clases políticas españolas,
pero qué se le va a hacer.
Por el PSOE salieron diputados el
consabido Gómez Llorente; Honorio Díaz, excelente persona procedente del
mundo agrario, inhabitual en el socialismo; el bancario gijonés
Palacios, de aspecto tristísimo y algo ceniciento, y el gran luchador
Emilio Barbón, que era el cuarto de la candidatura.
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HORACIO FERNÁNDEZ INGUANZO (EL PAISANO). (Todocolección) |
Un mes antes nadie
hubiera dado un duro por que Barbón saliera diputado: pero salió, y se
lo merecía. Y fue una verdadera lástima que no saliera Horacio Fernández
Inguanzo, «El Paisano», por el PC. Le hubiera compensado de una vida de
lucha y sufrimientos. Tampoco sacaron escaño López Salinas, Sartorius
ni Ramón Tamames, y Rafael Alberti lo consiguió por los pelos. Los
resultados, ya más fiables, publicados el día 17, fueron: UCD, 167
escaños; PSOE, 117; PCE y PSUC, 19; AP, 17; PSP-FPS, 6 y DC, 2. Los
democristianos lo hicieron muy mal, se presentaron divididos y pagaron
las consecuencias. El resto de los votos fue a parar a los nacionalistas
todavía en ciernes, que aún no se manifestaban (porque no tenían poder
suficiente) como el gran cáncer de esta democracia.
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Resultado de las elecciones de 1977 en España. (El Periódico) |
Los
periódicos publicaban en primera página el titular de que aquello había
sido el gran triunfo de la democracia. Y lo había sido, efectivamente,
más que nada porque la extrema derecha había quedado en la cuneta, lo
mismo que, en apariencia, los amigos de ETA, que predicaron la
abstención.
Se mostró como presidente de las Cortes a
Hernández Gil, y el Rey eligió a varios senadores de designación real,
entre los que figuraba Camilo José Cela, demócrata de toda la vida.
Antonio Buero Vallejo, dramaturgo sermoneador y pesadísimo, supo estar
en su sitio al rechazar aquel cargo, alegando que no concebía que se
pudiera ocupar un lugar en el Senado si no era por elección popular.
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Colas para votar en las Elecciones de 1977. (La Cerca) |
FUENTE: JOSÉ IGNACIO GRACIA NORIEGA
José Ignacio Gracia Noriega (Llanes, 17
agosto 1945 - Oviedo, 6 septiembre 2016), ha sido uno de los escritores
españoles más fecundos, críticos, originales e independientes de los últimos
tiempos. La mayor parte de su obra la escribió en su casona familiar de Llanes,
rodeado de libros y de un número variable de gatos, dedicado a su único oficio,
el de escribir sirviéndose de vetustas plumas fuente y añejas máquinas
ignorantes de la electricidad, que se negó a reemplazar por artilugios más
modernos. Desde 2007 vivió en Sevares, buscando la tranquilidad y el sosiego
que había perdido en su villa natal por enfrentamientos políticos. En febrero
de 2011 recuperó judicialmente el título de Cronista oficial de Llanes, del que
había pretendido despojarle en 2003 el alcalde del momento.
Se formó en las Universidades de Oviedo y
Madrid y ejerció el periodismo tanto en la radio como en la prensa regional y
madrileña. Durante décadas fue colaborador del periódico ovetense La Nueva España.
Miembro del Instituto de Estudios Asturianos (IDEA), recibió los premios de
novela Tigre Juan, Casino de Mieres y Asturias. Formó parte del Consejo de
Redacción de la revista de filosofía El Basilisco y del Consejo Asesor de la
Fundación Gustavo Bueno. Narrador, ensayista, articulista,
gastrónomo, crítico literario y cinematográfico, autor de libros de viajes,
&c., ha publicado Asturias en pocas palabras (1980), Las crónicas de la
Cofradía de la Mesa de Asturias (1980), Crónicas viajeras (1985), Indianos del
Oriente de Asturias (1987), Una raya azul por Oviedo (1987), El viaje del
obispo de Abisinia a los santuarios de la Cristiandad (1987), Semblanzas
(1987), Entre el mar y las montañas (1988), El paso de Faes (1988), Dudoso
paraíso (1990), El muro de la eternidad (1991), Vísperas del nuevo tiempo
(1992), Los asturianos pintados por sí mismos (1995), Oviedo en los libros
(1997), En un jardín tenebroso (1998), El viaje del norte (1999), Alarcos en
Oviedo (2001), Asturias, esa desconocida (2001), Hombres de brújula y espada.
Aventureros asturianos por el ancho mundo (2002), Don Pelayo. El Rey de las
montañas (2006), Emilio Alarcos Llorach (2006), Luz del mar. Faros atlánticos
de España y Portugal (con Carlos Olmo) (2007), El arzobispo Fernando de Valdés,
la Mitra, la Universidad y la Hoguera (2008), Vivir de milagro (2008),La
montaña mágica (2008), Historias de Covadonga (2008), Sobre cocina y
gastronomía (2009), El reino mágico de Arturo (2009), Iñigo Noriega, un
conquistador en México (2009), Poesía del mar (2010), Menéndez Pelayo. Genio y
figura (con César Alonso de los Ríos y Aquilino Duque (2012) y Las burbujas de
la tierra (En torno a William Shakespeare) (2016), &c. La Universidad de
Córdoba publicó en 2009, sobre su obra, el volumen Gracia Noriega, escritor,
coordinado por Luis Palacios Buñuelos, y en el que se incluyen varios cuentos
de Ignacio Gracia Noriega. FUENTE: http://www.ignaciogracianoriega.net
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