El Blog de Acebedo: La «difícil y dura» Asturias del «Medievo»

Iglesia y nobleza en la Baja Edad Media

Ilustración de Manuel Adolfo García Fernández. Adolfo García, es un historietista español, nacido en Oviedo el 12 de junio de 1945. Adolfo García trabajó como ilustrador publicando historietas en la prensa regional y otros medios asturianos. (El blog de Acebedo cuenta con la autorización expresa del dibujante ovetense Adolfo García para utilizar sus dibujos en sus artículos). Saber más…. Fuente WIKIPEDIA.

El pueblo asturiano no experimenta demasiadas variaciones en su modo de vivir en los siglos de la Alta Edad Media y los de la Baja. «En todo caso, si es que hay un cambio, se cifra en un empeoramiento. Bien es verdad que se consiguen fueros, cartas pueblas y ciertas libertades, al menos en algunas villas y núcleos urbanos, y que van creándose los concejos que un día darán origen a los ayuntamientos». Pero nada de eso se logra sin una feroz y continuada lucha, necesaria para el mantenimiento de las libertades, siempre en precario ante las apetencias de nobles y eclesiásticos

Ilustración de Manuel Adolfo García Fernández. Adolfo García, es un historietista español, nacido en Oviedo el 12 de junio de 1945. Adolfo García trabajó como ilustrador publicando historietas en la prensa regional y otros medios asturianos. (El blog de Acebedo cuenta con la autorización expresa del dibujante ovetense Adolfo García para utilizar sus dibujos en sus artículos). Saber más…. Fuente WIKIPEDIA.

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Son, justamente, estos dos estamentos sociales (nobles y eclesiásticos), los que sí muestran un importante cambio de una a otra época de la Edad Media. «En términos generales, ya se ha ido viendo cómo aparecen unos nobles más semejantes al bandolero que al hombre de armas que combate a los infieles, en tanto que a su lado se ve también un tipo de eclesiástico capaz de las mayores indignidades con tal de enriquecerse, y que no desmerece en absoluto al lado de aquellos nobles». Por fortuna, siguen existiendo gentes honradas en ambos estamentos, pero se les suele hacer muy poco caso, como vamos a ir viendo.

Los concejos, como asambleas deliberantes y hasta ejecutivas de todos los vecinos, decayeron en su importancia durante los largos años de rebeliones, desórdenes y guerras civiles del siglo XIV, hasta casi desaparecer. «En su lugar, cada vez se van perfilando con más fuerza los ayuntamientos, con diverso número de regidores y sus jueces». "Y si en principio son cosa de los vecinos, con el tiempo van siendo cargos vinculados a familias señoriales, que los transmiten de padres a hijos". Y se puede uno imaginar que la provisión de semejantes cargos llevaba consigo no sólo irregularidades, sino violencias, ya que en no pocas ocasiones estaba detrás de ellos la voluntad de la Corona de intervenir en la administración local. "Con Alfonso XI se empiezan a supervisar las actuaciones de alcaldes y regidores por medio del nombramiento de corregidores por parte del rey. Y, de hecho, ellos se convierten en el elemento decisivo dentro del ámbito de la política local, ya que, además, el desempeño de la función judicial va pasando también de las manos del merino a las del corregidor". Naturalmente, este proceso se nota más en los núcleos urbanos que en los rurales.

Como es norma en la Edad Media, la Iglesia tiene una gran influencia en las organizaciones concejiles, no sólo en las que se crean en los territorios que ella tiene bajo su jurisdicción, que son muy numerosos e importantes en Asturias, sino incluso en los que no lo estaban. «Por ello, no son nada raras las pugnas (y hasta las peleas abiertas, como suele pasar en Oviedo) entre Iglesia y concejos, así como con las pueblas (o polas) de nueva creación». "Y, en todo caso, los funcionarios debían jurar ante el obispo y el cabildo, perdiendo toda autoridad si se negaban a hacerlo". Muchos de los territorios en que la Iglesia creó pueblas de organización más o menos popular, habían estado antes encomendados por ella a algún señor, para que los defendiera de las apetencias de otros. «Pero quienes disfrutaban de estas encomiendas no solían ajustarse a lo convenido con la Iglesia, en cuanto a derechos y percepciones, y se extralimitaban, imponiendo nuevos tributos a los pobladores de estos dominios eclesiásticos, que se embolsaban íntegramente».

Los comenderos fueron, en palabras del padre Risco, «como meter el gato en el palomar», pero la Iglesia los necesitaba. Y los más importantes de Asturias eran, sin duda, los Bernaldo de Quirós, a los que el obispo Gutierre de Toledo privó de todas sus encomiendas, por las irregularidades que cometían. Pero, al cabo, el propio prelado se las hubo de devolver, obligado por un albalá regio, especie de real decreto de la época. «Basándose en donaciones (reales o pretendidas), de los primeros reyes de Asturias, el cabildo de Oviedo reclamaba también el pago de derechos a concejos libres y realengos. Por ejemplo, se declaran dueños de todo cuanto se pescara en el río Nalón, desde Ambas Mestas a Forcinas, aunque Pravia no dependiese para nada de la Iglesia, jurisdiccionalmente hablando». Por otro lado, «la Iglesia intervenía de muy diversas formas en el comercio interior de Asturias, al que controlaba por medio de pontazgos (pago de derechos para cruzar un puente) y otras exacciones por el estilo, en los lugares más estratégicos de las principales rutas de comunicación asturianas».

Una de las bases del poderío temporal de los obispos de Oviedo fue, desde el siglo XIV, el señorío de Noreña. El rey Juan I entregó al obispo y al cabildo de Oviedo este dominio territorial que hasta entonces había sido patrimonio del conde de Gijón, quien lo había recibido de su padre, Enrique II de Trastámara. La donación fue hecha a Gutierre de Toledo, y ha sido desde entonces uno de los títulos de los obispos ovetenses. «El rey hace a don Gutierre donación "pura, libre y perpetua, y acabada y estable y verdadera y no revocable", para él y todos los obispos sucesores, de la Casa de Noreña, con su aldea y señorío y con su término». Lo más curioso es que, en el documento de donación, el rey se reserva «las minas de oro o plata o de otro metal que en el dicho lugar sea fallado». ¿Aún se creía Juan I que la Asturias de su tiempo era como la que se encontraron los romanos, que daban una patada en el suelo y aparecía una mina de oro, o poco menos? En todo caso, el rey se guardaba las espaldas. Bien está hacer regalos, pero nunca hay que pasarse.

Una parte, y muy importante, de la Iglesia asturiana, la forman en esta época los monasterios. «Pero aquellos cenobios que habían sido la base del establecimiento de comunidades en diversos lugares de Asturias, y que durante la Alta Edad Media habían sido los mantenedores de la cultura y del arte, han llegado a la Baja Edad Media en muy deficientes condiciones». Al igual que en el resto de España cristiana, las sucesivas reformas que tratan de volver la pureza original a los monjes no han tenido la menor influencia en Asturias. De acuerdo con los informes obtenidos tras sus visitaciones a los diversos monasterios asturianos por el obispo Gutierre de Toledo, se desprende que en los de San Vicente de Oviedo, San Juan de Corias, San Salvador de Cornellana, San Pedro de Villanueva, Santa María de Valdediós, San Antolín de Bedón y varios otros más, los religiosos "se habían relajado tanto que no sólo vivían fuera de la regla, sino aún más, de toda razón".

«Gutierre de Toledo procuró corregir los desórdenes, tras haberlos visitado, por medio de tremendos castigos, incluyendo la excomunión: ordenó a los monjes que no viviesen con mujeres en el propio monasterio, que vistiesen el hábito, que comiesen en comunidad, que guardasen obediencia a los abades, que no salieran de caza y que no jugasen públicamente». Tampoco las comunidades de monjas salieron bien libradas de los informes del obispo ovetense. "No sólo queda la cosa en reprimenda para que «no hablasen en el coro», no comieran ni bebieran con gentes de fuera de sus monasterios, no salieran a hilar a los portales, ni fuesen madrinas en los bautizos". La cosa era mucho más gorda en los cenobios de Soto de Dueñas y de Villamayor, que fueron disueltos por el obispo, dada la libertad con que se vivía en ellos, en palabras de Gutierre de Toledo, «haciendo vida lúbrica, dándose abrazos libidinosos, y creando públicamente proles nefandas en oprobio de Dios, algunas de horrible consorcio». Es muy curioso que las Cortes de Castilla exijan, en 1351, que se ponga coto a la "ufanía e soberbia de las muchas barraganas de los clérigos, así públicas como escondidas o encubiertas".

Ilustración de Manuel Adolfo García Fernández. Adolfo García, es un historietista español, nacido en Oviedo el 12 de junio de 1945. Adolfo García trabajó como ilustrador publicando historietas en la prensa regional y otros medios asturianos. (El blog de Acebedo cuenta con la autorización expresa del dibujante ovetense Adolfo García para utilizar sus dibujos en sus artículos). Saber más…. Fuente WIKIPEDIA.

La frase de «la tierra para el que la trabaja» hubiese sido recibida en la Baja Edad Media no sólo con asombro, sino hasta con cierta hostilidad. Lo cierto es que en esta época de nuestra historia (un poco al igual que en siglos anteriores), la distribución de la tierra es justamente todo lo contrario. "La Iglesia, los monasterios y los grandes señores acaparan totalmente el terreno cultivable, e incluso parte del comunal, que era el improductivo, pero del que los señores se reservaban la caza". Las tierras comunales son la base del patrimonio de los diversos concejos que se van formando. Por lo demás, nada cambia: ni siquiera los cultivos. «De todos modos, en Asturias existe un tipo de población campesina diferente de la del centro o el sur, y que sólo se encuentra en Cataluña en esta época». "La forma de explotación del suelo se basa, esencialmente, en la casa aislada, y así continúa haciéndose en pleno siglo XX. La mayoría de estos caseros cultivan tierras de señores (laicos o religiosos), a los que pagan un canon anual y alguna otra gabela".

El señor de la tierra cobra por todo a sus colonos: "el canon anual por la explotación del terreno; la gabela, en caso de muerte sin sucesión; el tercio de los bienes del campesino que falleciese sin testar; el tercio de los bienes de la mujer adúltera (o la mitad, si el adulterio era consentido por el marido); multas por incendios..." Y a todo eso había que añadir las prestaciones personales, como era el trabajar gratuitamente en las tierras del señor, al menos un día a la semana. «El campesino tenía sus contrapartidas: era prácticamente dueño de su predio, que podía dejar a sus herederos, e incluso enajenarlo, siempre que fuese a personas de su misma condición; y no podía ser expulsado de las tierras ni siquiera por falta de pago. Sólo en el caso de que el colono abandonase la finca, o muriese sin sucesión, podía revertir ésta al señor. Pero existía un modo de librarse del pago de impuestos y abandonar la situación de pechero: adquiriendo la hidalguía». Asturias sobrepasó a todas las demás regiones en el número de pequeños hidalgos, que forman la nobleza aldeana y urbana. Por consiguiente, los más pobres eran menos, y pagaban más impuestos que en los demás lugares.

Ya podemos imaginarnos lo que sería la situación económica en un lugar en que sólo los pobres pagaban impuestos, y más altos cuanto más pobres eran... De todos modos, el siglo XIV se caracteriza (y no sólo en Asturias), por una detención del desarrollo económico que había distinguido a los siglos XII y XIII. Decaen las grandes ferias y el intercambio comercial entra en franca regresión. La economía de la Baja Edad Media tiende más a conservar que a crear riqueza, y el descontento social, apoyado por la miseria y los disturbios creados por los nobles, aumenta de día en día. "En la Baja Edad Media no existe en Asturias una sola localidad que presente una situación de potencia económica o comercial comparable a la de Burgos o Segovia, o a algunos puertos cántabros o vizcaínos. Oviedo no pasa, en todos los siglos medievales, de ser un pequeño burgo medio rural que se acurruca a la sombra de la Catedral; y Gijón y Avilés, las salidas naturales de la región al mar, no se pueden comparar con otros puertos del Cantábrico".

Hay un dato muy curioso, y digno de tener en cuenta: «hacia el año 1350, los ingleses, siempre aficionados a la piratería, impedían el comercio entre los puertos del Cantábrico y la Gascuña. Una batalla naval con los vizcaínos fue el resultado. Finalmente, británicos y representantes de los puertos españoles firmaron una tregua. Entre los firmantes aparecen los representantes de las villas de Fuenterrabía, Motrico, Guetaria, San Sebastián, Castro Urdiales y Laredo, pero ninguna presencia de los puertos de Asturias en esta tregua». Por otro lado, tampoco hay aquí señales de la existencia de una burguesía como la que había en la sociedad de otras zonas de España; y, como es natural, la ausencia de la burguesía implica la de un proletariado como el que se muestra, a veces muy violentamente, en otros lugares de la cristiandad hispana. "Comercialmente, no hay en la Baja Edad Media constancia de ninguna feria asturiana de carácter interregional, como la de Medina del Campo"; aquí no se pasa de los mercados semanales en las villas, de características modestísimas, aunque muy típicos. La falta de dinero ya es ostensible en la región asturiana en estos siglos de la Baja Edad Media.

Una buena idea del desmadre social del siglo XIV nos la da la actuación de los merinos y adelantados mayores, cuya conducta solía ser no ya irregular, sino abiertamente fuera de la ley. "Prueba de ello es que, en el año 1357, y en vista de los desafueros cometidos por estos altos funcionarios, el rey Pedro I concedió a Avilés el privilegio de vedar al merino mayor la entrada a la villa" «a mermar». Poco antes, en 1352, se había concedido a la ciudad de Oviedo que los merinos de la misma debían ser vecinos de ella, y nombrados por su concejo, sin intervención del adelantado de las Asturias. "Lo más habitual era que, en su afán de incrementar rápidamente sus ingresos personales, los merinos impusiesen tributos absolutamente ilegales, especialmente en las comarcas cuyos moradores ya pagaban los suyos a la Iglesia, de la que dependían". «Diez concejos asturianos, pertenecientes a la Catedral, sufrieron exacciones fiscales del merino mayor Alvar Sánchez, gracias a la complicidad de Gonzalo Bernaldo de Quirós, que los tenía en encomienda, y a los que tuvo que llamar al orden el rey Enrique II en 1375».

La Baja Edad Media se va a cerrar sin haber dado tiempo a que el Principado se repusiera de los tremendos daños causados por las innumerables luchas civiles de que fue escenario. "Teóricamente, era un patrimonio del príncipe de Asturias, heredero de la Corona, pero en la realidad, estaba en poder de los miembros de una serie de poderosas familias, de varios abades, y del obispo y el cabildo ovetenses". El poder de estas personas y familias era omnímodo, y no sólo dentro de los límites de sus posesiones patrimoniales, que eran muchas. Y cuando, como en el caso de la Iglesia, se estimó necesario crear unas organizaciones políticas «populares», lo que se hizo fue calcar la forma de los concejos ya existentes, pero haciéndolo de tal manera que esas organizaciones quedaban absolutamente sujetas a su arbitrio y a las normas emanadas del obispo o el cabildo. «Sólo el concejo de Oviedo y algún otro, muy contado, tuvieron el disfrute de unas relativas libertades, que iban siendo cercenadas poco a poco por una creciente centralización».

«Durante los reinados de Juan II, Enrique IV y los primeros años del de los Reyes Católicos, Asturias estuvo en la práctica bajo el dominio de la poderosa familia de los Quiñones, ambiciosos, violentos, dominadores y perturbadores de la vida asturiana durante más de un siglo, aunque hay que reconocer que no fueron ellos los únicos causantes de desórdenes y atropellos». El primer Quiñones famoso fue Pedro Suárez de Quiñones, más aficionado a arreglar las cuentas por medios aviesos que en torneos caballerescos, y cuya vida fue una continua pugna contra Ares de Omaña. "Los Omaña y los Quiñones eran una especie de Capuletos y Móntescos en versión asturiana, que no perdían ocasión de enfrentarse violentamente". «Pedro Suárez de Quiñones arregló sus problemas con Ares de Omaña por el expeditivo sistema de sorprenderle mientras dormía, ahogarle con las almohadas y seguidamente cortarle la cabeza. Una vez cortada, fue frita en aceite y arrojada por la ventana del castillo, con el encargo de que se la llevasen a la madre del difunto. Por cierto, el «freidor de cabezas» era entonces adelantado mayor de las Asturias».

Los distintos y poderosos Quiñones, que también eran condes de Luna, en tierras de León, llegaron a dominar Asturias enteramente, sin que los asturianos contasen en ningún momento con la menor ayuda de la Corona para contrarrestar este poder. Su influencia no era del tipo de las que habían podido tener el conde Gonzalo Peláez o Gonzalo Peláez de Coalla, simples bandoleros de vía estrecha al lado de los Quiñones, que llegaron a apoderarse de unas fortalezas o unos territorios de modo esporádico. "Los Quiñones, por el contrario, lograron casi por entero apoderarse de los puestos de mando del Principado, para dictar así desde ellos su arbitraria voluntad". Para ello, «llevaban tras de sí a otros nobles asturianos, a los que daban cargos públicos para que les sirviesen a ellos, en tanto que otros nobles debían disimular, para evitar males mayores, las muertes, robos y opresiones que cometían estas gentes».

El príncipe de Asturias, don Enrique, al no disponer de fuerzas para combatir a los Quiñones, se limitó a invocar la fidelidad de sus súbditos asturianos para que atacasen a los rebeldes. Varios caballeros asturianos, fieles al príncipe, se encargaron de una lucha que, sin llegar a eliminar por el momento a los Quiñones y sus aliados, sí logró reducir notablemente sus actividades, que aún durarían hasta finales del siglo XV. «Los caballeros más distinguidos en esta guerra contra los Quiñones fueron, en un principio:

Lope Bernaldo de Quirós
Fernando de Valdés
Gonzalo Rodríguez de Argüelles
Juan Pariente de Llanes».

Para terminar el siglo, y la Edad Media, aún faltaba a los asturianos un jaleo más: el suscitado al final del reinado de Enrique IV por su sucesión. Con notable finura de vista, la mayor parte de los nobles asturianos tomaron el partido del infante don Alfonso contra doña Isabel, la que un día no demasiado lejano iba a ser la Reina Católica. Así se preparaba Asturias para entrar en la Edad Moderna.
Ilustración de Manuel Adolfo García Fernández. Adolfo García, es un historietista español, nacido en Oviedo el 12 de junio de 1945. Adolfo García trabajó como ilustrador publicando historietas en la prensa regional y otros medios asturianos. (El blog de Acebedo cuenta con la autorización expresa del dibujante ovetense Adolfo García para utilizar sus dibujos en sus artículos). Saber más…. Fuente WIKIPEDIA.
FUENTE: EL BLOG DE ACEBEDO. Textos: © CARLOS MARÍA DE LUIS. Dibujos: © ADOLFO GARCÍA. Artículo extraído de “Historia dibujada de Asturias” “Edad Media”. Tomo 2. Págs.: 209-224. ©AYALGA EDICIONES. S. A. 1987. Salinas-Asturias.

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AUTORES.

Carlos María de Luis García-Montoto. Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Oviedo, periodista y dibujante. Nació en Salas, en noviembre de 1934. Desde 1963 a 1969 fue jefe del Servicio de Investigaciones Arqueo-lógicas de la desaparecida Diputación Provincial, y director del Museo Arqueológico Provincial de Oviedo. Dejó la arqueología por el periodismo, pasando a la redacción del diario ovetense La Nueva España, donde trabajó hasta 1984, año en que fue privatizada la prensa del Estado. A partir de esa fecha y hasta su jubilación, presta sus servicios en el Gabinete de Prensa de la Dirección Provincial de Asturias del Ministerio de Educación y Ciencia. Ha publicado en la prensa regional y en diversas revistas multitud de trabajos y reportajes, en serio y en clave de humor, sobre la historia, la arqueología, el arte medieval, el pasado de la Iglesia, y también sobre la historia de los diversos ferrocarriles asturianos, que son otra de sus debilidades. Colaboró en diversas publicaciones nacionales e hispanoamericanas con trabajos sobre temas asturianos. También ha publicado varios artículos de investigación en el Boletín del Instituto de Estudios Asturianos y en revistas de distintas universidades, y dos guías didácticas para escolares, dentro del programa «Conocer Asturias», del Ministerio de Educación y Ciencia y la Consejería de Cultura del Principado. FUENTE: Carlos María de Luis. Foto: El Comercio.

Manuel Adolfo García Fernández. Historietista - Dibujante - Humorista Gráfico. Nace en Oviedo Asturias) el 12 de junio de 1945. Se formó en la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo y trabajó como decorador e ilustrador en una agencia publicitaria ovetense en el comienzo de su trayectoria profesional, aunque siempre le atrajo el dibujo humorístico y la historieta e hizo sus primeros pinitos en la prensa regional. Se pluriempleó dibujando historietas de corte infantil para Bruguera, con un estilo deudor del de F. Ibáñez, comenzando en el inicio de la década de los años setenta en cabeceras como Din Dan, a la que destinó sus series Pepe Murciélago y Maratón, ambas sobre guion de Francisco Alonso. Entró en litigio con Bruguera, por impago de una obra, a raíz de su historieta San Juanín de la Lumbre, primeramente, aparecida en La Nueva España y que Bruguera rescató en un Zipi Zape Especial en 1984. Publicó brevemente en la revista Trinca y siguió dibujando, pero la mayor parte de su obra posterior quedó sin publicar en España debido a que fue dirigido al mercado exterior por mediación de la agencia Bardon-Art. De su producción patria nos quedaron sus colaboraciones con empresas asturianas, como Chocolates La Herminia, La Nueva España, La Pega Tina, Trabe y otros emprendimientos, entre ellos algunas autoediciones. En el siglo XXI ha recuperado algunas de sus obras a través del sello Madú (como Xuanón) y por mediación del periódico La Nueva España (Pelayo). FUENTE: TEBEOSFERA.

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Esta página se editó por última vez el 18 de agosto de 2024 a las 08:30 horas.

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18 de agosto de 2024

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