“Fiebre de San Antonio” o
“Fuego de San Antonio”. En su forma convulsiva, los primeros síntomas se
iniciaban con una sensación de pesadez en la cabeza y en las extremidades
acompañadas de diarrea, así como parestesias como “si tuviesen insectos
corriendo bajo la piel” que en ocasiones eran tan dolorosas como “si clavaran
agujas”. Después aparecían las convulsiones y la dolorosa rigidez que podía
durar minutos u horas. https://franciscojaviertostado.com
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Ilustración de Pablo García. (LNE) |
http://www.lne.es
La
referencia de cómo afectó a Asturias lo que se conoce como "fuego de San
Antón" la encontramos en los escritos de Fausto Vigil, autor que deja
constancia de que en la región existían muchas malaterías, que no eran
más que hospitales para albergue de malatos o leprosos y de aquellos
otros que padeciesen esta enfermedad, así como "pelagra" o "mal de la
rosa".
Este mal aparece descrito por primera vez en una tableta
asiria, también se menciona en el libro sagrado de los parsis (siglo V.
a. C.), en las "Geórgicas" de Virgilio y en el "De natura rerum", de
Lucrecio. Recibió distintas denominaciones a lo largo de la historia,
así es conocido como: "ignis sacer" ("fuego sagrado"), "ignis martialis"
("fuego de Marte"), "ignis ocultus" ("fuego escondido") o simplemente
"fuego de San Antón". Su máximo apogeo lo alcanzó en la Edad
Media, época referida por los anglosajones como "oscura" o "tenebrosa",
especialmente la comprendida entre los siglos V y XI, debido al
retroceso global que sufrió la sociedad europea. De manera particular
hacemos constar que en lo relativo a la medicina se perdió el concepto
técnico o racional en la práctica del ejercicio médico, que previamente
había conseguido en la etapa de la Grecia clásica, tal y como refleja
Laín Entralgo en su "Historia de la medicina". Este mal afectó con
mayor intensidad a los agricultores nórdicos y centroeuropeos. El brote
epidémico solía empezar durante el otoño, después de un verano cálido y
lluvioso. En aquel tiempo esta enfermedad no tenía cura y se pensaba
que se originaba por causas sobrenaturales. Los cristianos la atribuían a
un castigo divino por los pecados cometidos, de manera que para
redimirse se aconsejase la penitencia de postrarse ante el apóstol
Santiago en Finisterre. La sintomatología común recogía fiebre, de
ahí el concepto de ardiente, y delirios. También era frecuente padecer
sedación, hipotensión, vómitos, cefaleas, paraplejias o infarto de
miocardio.
El cuadro tendía a presentarse de dos formas:
Uno de los personajes más
importantes en relación con este padecimiento fue San Antonio Abad,
monje que vivió entre los siglos III y IV recluido en un monasterio en
Egipto; está considerado uno de los primeros anacoretas de la
cristiandad. La veneración por este santo surgió en el Delfinado francés
en el siglo XI, en concreto en La Mothe Saint-Didier, donde se guardan
reliquias suyas traídas de Constantinopla. En 1095 Gastón de Valloire
fundó la Hermandad Hospitalaria de los Antoninos en la ciudad de Vienne
en agradecimiento por la curación de su hijo. El Papa Urbano II
dio el visto bueno a la creación de la Orden de los Caballeros de San
Antonio, adscritos a la Regla de San Agustín, y consiguió una fuerte
expansión por Alemania y los Países Bajos. Su encargo principal era
prestar ayuda a los afectados por el fuego de San Antonio, extensible a
cualquier otra epidemia, mendicidad o locura, según expone Morán Suárez
en "El fuego de San Antón: estudio del ergotismo en la pintura de El
Bosco". Más tarde el Papa Calixto II consagró un nuevo templo
mayor a San Antonio e impulsó a los hermanos a expandirse a través del
Camino de Santiago. Es preciso que apuntemos que la admisión en los
monasterios-hospitales de los antoninos era llevada a cabo por
monjes-médicos con muy poca preparación científica. La llegada a España
de esta orden, siguiendo la senda compostelana, quedó fechada en 1146
por la creación de dos encomiendas, una en Olite y otra en Castrojeriz.
En el siglo XVI, con el impulso de la reforma protestante, entró en
crisis, y el Papa Pío VI la extinguió de nuestro país de forma
definitiva merced a una bula firmada el 24 de agosto de 1787.
La
terapia impartida a los dolientes consistía en que los canónigos
regulares tocaban con su báculo las heridas a la vez que repartían
escapularios, pan y vino. A su cargo estaban los hospitaleros, criados y
demás vasallos para colaborar en el cambio de apósitos, cataplasmas o
vendas, así como en el reparto de comida, caldos de vaca o cocimientos
de cebada, y de tisanas confeccionadas por apotecas a base de elementos
vegetales como la goma de acacias, hojas y flores de coriandro o raíces
de mandrágora. Por último, actuaban los médicos, cirujanos o
sangradores, llevando a cabo las sangrías necesarias con la intención de
expulsar el humor que estaba descompensado. Todas estas actuaciones se
completaban con una oración de suplica para que el Santo o la misma
Virgen María intercediesen en la curación. Sin embargo, por el
mero cambio de dieta gracias al nuevo pan candeal que los monjes de la
Europa meridional ofrecían a los afligidos revertía la enfermedad.
Ellos, sin saberlo, elaboraban pan básicamente de trigo y sin el hongo
parásito. Este hecho milagroso hizo que la enfermedad se conociese casi
de manera exclusiva como fuego de San Antonio. De manera
específica para Asturias referimos que el descubrimiento del sepulcro
del apóstol Santiago en el siglo IX en Galicia, junto con la llegada de
las reliquias a la Iglesia de Oviedo, dio origen a las peregrinaciones a
Santiago de Compostela y a San Salvador de Oviedo. Uría Ríu plantea que
al principio los peregrinos recibirían atención hospitalaria en los
propios templos.
Más adelante se comenzarían a construir los hospitales
anexos a las iglesias, como ejemplo de lo dicho referimos que Alfonso
III, en 901, encomendó al monasterio de Santo Adriano de Tuñón el
socorro de pobres y peregrinos y que -según Tolivar Faes en su historia
de los hospitales para leprosos- en el año 1096 Alfonso VI donó un
palacio en Oviedo para que fuese utilizado como hospital de peregrinos. En
la actualidad sabemos que el ergotismo o ergotinismo es una enfermedad
causada por la ingestión de pan, habitualmente de centeno, dieta de la
gente pobre, que se contaminaba con el hongo llamado "Claviceps
purparea" o cornezuelo. Este parásito de las gramíneas produce una
sustancia, la ergotamina, que provocaba una isquemia secundaria a la
vasoconstricción arterial distal y, en consecuencia, trombosis,
finalmente había amputación con gangrena seca. Asimismo, esta sustancia
tóxica actuaba también en el cerebro produciendo alucinaciones. La
forma más habitual de ingerir este hongo era con el pan de centeno,
aunque también se podían contaminar la avena, el trigo o la cebada. No
obstante, es preciso que apuntemos que el trigo, ante las carestías
debido a las crisis de subsistencias tan habituales en la Edad Media,
era inaccesible para los más humildes, según Pedro Laín Entralgo. La
Facultad de Medicina de Marburgo en 1597 llegó a la conclusión de que
esta enfermedad era causada por la ingestión de pan de centeno
contaminado el cornezuelo. En 1776 la Société Royale de Médicine de
París consiguió diferenciar entre ergotismo convulsivo y gangrenoso. Más
tarde, en 1789, el doctor Guillermo Cullen escribió un tratado de
medicina en el que se refería "la erisipela o del fuego de San Antonio".
Por último, en 1918 la ergotamina, alcaloide del cornezuelo y derivado
del ácido lisérgico, es sintetizada por Stoll, tal y como constata la
historiadora Isabel Morán Suárez. En recuerdo de San Antonio y de
esta enfermedad el 17 de enero se celebra en España su fiesta. El acto
solemne consiste en bendecir productos de panadería.
FUENTE: LUIS VICENTE SÁNCHEZ FERNÁNDEZ
Los enfermos "atormentados por dolores atroces lloraban en los templos y en las plazas públicas; esta enfermedad pestilencial, corroía los pies o las manos y alguna vez, la cara". Comenzaba con un escalofrío en brazos y piernas, seguido de una angustiosa sensación de quemazón. Parecía que las extremidades iban consumiéndose por un fuego interno, se tornaban negras, arrugadas y terminaban por desprenderse, "como si se hubiesen cortado con una hacha". La inmensa mayoría sobrevivía, quedando mutilados y deformados enormemente, por la pérdida incluso de los cuatro miembros. Revista chilena de infectología (versión impresa ISSN 0716-1018). https://scielo.conicyt.cl |
San Antonio con el fuego
simbólico. Los Mendigos, Obra de Pieter Brueghel El Viejo (1525-1569). En 1597,
la Facultad de Medicina de la Universidad de Marburgo, llegó a la conclusión de
que la epidemia se debía a la ingestión de pan de centeno -pan de los pobres,
pues solo las élites consumían trigo- contaminado con una micotoxina del
cornezuelo, micelio de un hongo que se desarrolla en las espigas del centeno y
provoca la contracción de las fibras musculares lisas.
El alcaloide principal del cornezuelo es la ergotamina, pariente cercano del LSD. La intoxicación se conoce hoy como ergotismo y no solo ocurrió en la Edad Media. La última gran epidemia de fuego de San Antonio fue declarada entre campesinos rusos, en 1888 y, en 1951, se registró un brote en el pueblo francés de Pont-Saint-Esprit en el que fallecieron cinco personas. https://eldiariodesalud.com |
Ver Video de YouTube:
Ergotismo “Fiebre de San Antonio” o “Fuego de San Antonio”. VER
ENLACE: https://www.youtube.com/watch?v=vuocq4dIJ-M
- 1.-Ergotismo agudo: convulsiones espasmódicas de los brazos y piernas, crisis semejantes a la epilepsia y parestesias. Debido a las contracciones musculares visibles el enfermo era conocido como contracto. Podía morir por asfixia.
- 2.-Ergotismo crónico: los enfermos comenzaban a sentir una sensación de quemazón o frío doloroso localizado en las extremidades del cuerpo causada por una vasoconstricción periférica. Más tarde notaban ardor y finalmente la zona se ennegrecía y gangrenaba, provocando mutilaciones corporales.
El Papa Urbano
II (12 de marzo de 1088-29 de julio de 1099), fue el papa n.º 159 de la Iglesia
católica, entre los años 1088 a 1099, en oposición al antipapa Clemente III
(1080-1100). Sucedió al reformista Gregorio VII en plena querella de las
Investiduras entre Papado e Imperio, conflicto que se superponía con la regeneración
de la Iglesia, a causa de la práctica por entonces generalizada de la simonía,
el nicolaísmo y el nepotismo. https://es.wikipedia.org
|
Pío VI retratado por Pompeo Batoni. De Pompeo
Batoni - National Gallery of Ireland, Dublin, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=28894131 |
El retrato de Alfonso III el Magno que se encuentra en el salón de plenos del Ayuntamiento de Oviedo. www.ine.es |
Imágenes del hongo causante de esta enfermedad (dibujo y fotografía). www.fundacionindex.com |
Luis Vicente Sánchez Fernández
Profesor de Historia de la Ciencia de la Facultad de Medicina
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