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26 de julio de 2020

Las malas e insalubres costumbres de principios del siglo XX

El tifus se ensaña con Gijón en 1911
Fotografía de los archivos del padre Patac S.J. de una parte de Cabueñes (Gijón). Facebook: Hernán Piniella Iglesias.
No hace tanto tiempo que la vida rural y Gijón era rural bien entrado el siglo XX o al menos mantenía ciertas costumbres que estaban reñidas con la higiene, malas costumbres adquiridas que con el paso del tiempo fueron un lastre social que se pagó demasiado caro
Fotografía de una revista madrileña de una de las unidades de desinfección usadas en Gijón durante la epidemia de Fiebres tifoideas iniciada en 1911. Facebook:  Hernán Piniella Iglesias.

Hernán Piniella Iglesias 
Pocas familias anteriores a los años cuarenta del siglo pasado, no se vieron en el amargo trance de tener que enterrar uno, o varios miembros de su clan, a edades demasiado tiernas. Una horrorosa estadística publicitada años después por la gota de Leche en 1930, anunciaba que en España moría un niño cada dos horas y todo ello por falta de higiene, por escupir en el suelo, por tantas y tantas desconsideraciones hacia los demás y que si los vulnerados eran tiernos infantes podían contagiarse de cualquier enfermedad con solo poner sus inocentes manos en los suelos de las calles de cualquier aldea, pueblo o ciudad.
Vacunaciones en la calle Corrida en 1878 y años sucesivos, hasta que echaron de Gijón a D. Santiago Laruelo. Facebook:  Hernán Piniella Iglesias.

La mortalidad infantil era asumida como una condición más de una vida extremadamente rigurosa y de la que nadie escapaba. El Tifus o la Peste entraban en cualquier hogar, ya fuera rico o pobre, la muerte no hacía distinciones. No era demasiado raro que una mujer joven y lozana se quedara muerta en el parto y todo ello era derivado de algo que se había perdido con siglos de dejadez. Justo desde el paso de Roma por estas tierras, ellos los invasores romanos dueños de una cultura que poseía agua corriente en sus casas y un cierto amor por la higiene corporal y las buenas costumbres, nos inculcaron un modo de vida sano. De esos tiempos con el dominio bárbaro y posterior reconquista, con una Iglesia que equivocó el camino hacia la virtud, pregonando que quien se aseaba pecaba ya de pensamiento cuando no de vanidad, se pasó a ser de ser cada vez entre más cómodos y más desaseados. Así, llegamos a periodos históricos en que un verdadero tesoro pasó a ser el cucho, el estiércol producido por los escasos animales de la casería, que se apilaba en el frente de la casa por tenerlo a la vista. 
Al inicio de la epidemia se recomendaba asilarse, recluirse en algún centro sanitario o el propio domicilio, no se siguió el consejo... recorte del diario El Comercio de la época. Facebook:  Hernán Piniella Iglesias.

También era costumbre antihigiénica que les pites y los gochos anduvieran realengos por delante de la antojana, o por las calles mezclados con perros, con gatos y algún coriu (pato), poblando aquellas antojanas y calles de excrementos, aliñados con los escupitajos, los asquerosos gargaxos de los mayores y eso que era el lugar donde se hacía la vida comunitaria y donde se vivía, trabajaba y jugaba. Todo aquel suelo cubierto de inmundicias no podía traer nada bueno, las enfermedades infecciosas estaban a la orden del día y se moría derivado de la falta de higiene con relativa facilidad. Sobre Gijón caían por entonces con cierta regularidad unas lluvias torrenciales, el fatal desarrollo urbanístico de la ciudad hacia que las vías de desagüe naturales se vieran abortadas por construcciones que dejaban mucho suelo urbano incluso por debajo del nivel del mar en pleamar. Gijón se convertía entonces en una enorme llamarga insalubre por la de inmundicias que se recogían en aquellas lagunas improvisadas. En nada favorecía a la higiene el hacinamiento al que se veían abocadas muchas familias de obreros en ciudadelas y patios de vecindad.

Hospital de campaña en el cerro de Santa Catalina en 1911. Facebook:  Hernán Piniella Iglesias.

Por todo ello a finales de 1911 se desató aquella temible epidemia de fiebres tifoideas. Se instaló un hospital de la Cruz Roja en el cerro de Santa Catalina y el Casino de Gijón cedió su local del Paseo de Begoña para convertirlo en hospital. El gobierno provincial y el ayuntamiento, unidos en aquella causa, trajeron con la urgencia del caso unas unidades de desinfección que iban casa por casa, calle por calle desinfectando ropas y enseres domésticos. Se recomendaba por sanitarios que habían luchado contra aquel flagelo en anteriores ocasiones, que los enfermos se asilaran, se aislaran, a lo que se hizo caso omiso y la epidemia se propagó como los jinetes del apocalipsis. Así mientras la juventud gijonesa se desangraba en una absurda guerra en Marruecos en esta ciudad la muerte se cobraba un tributo muy caro. Por todo ello más de quinientos gijoneses fallecieron en poco más de tres meses, en el invierno aquel en que aquella peste asoló estas tierras.
Los sanitarios y voluntarios de la Cruz Roja, como siempre pusieron su vida en juego por la salud de los demás... Facebook:  Hernán Piniella Iglesias.

La fábrica de cerámicas y ladrillos refractarios; Hijos de Guisasola se ofreció al consistorio para realizar de una buena vez un saneamiento general y dotar de alcantarillado a Gijón, sin que al municipio le costara una peseta. Mientras otros se decantaban por recaudar un impuesto a razón de 0.50 a 1.50 pesetas por cada retrete. A pesar de contar con un historial de anteriores epidemias, como la del cólera morbo en 1830-40, la ciudad no colaboró a detener el contagio, de la misma manera que mostró una altruista generosidad en manera de solidaridad y donativo de dinero para medicinas y enseres para quienes los habían perdido. Por la carretera de Ceares desfilaban a diario caravanas de ataúdes blancos de vidas infantiles segadas por el Tifus y ataúdes negros con gente de todas las edades porque la Parca no hizo distingos de edades, ni de clases sociales, se los llevó a todos por igual en horas de mucho dolor compartido por toda la ciudad de Gijón.
Gobierno regional y ayuntamiento realizaron una intensa labor de desinfección casa por casa de Gijón, no quedó ninguna vivienda por visitar. recorte del diario El Comercio de la época. Facebook:  Hernán Piniella Iglesias.
FUENTE: HERNÁN PINIELLA IGLESIAS. Publicado en el facebook de Hernán Piniella el 01-04-2020: Ver enlace.
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AUTORES.

Hernán Piniella Iglesias. Maestro Industrial jubilado, Gran entusiasta y ávido buscador de la historia local de Gijón. Tuvo una azarosa vida. A su padre lo mataron en 1963, apareció tirado con la cabeza rota de un golpe sin más señas, en el camino de su casa. Al poco Tiempo Hernán tomó el camino a Gijón, para quedar internado en el Hogar de San José, donde estudió Maestría Industrial. Tras el servicio militar emigró a Venezuela donde residió por casi veinte años, allí a causa de un accidente tuvo que dejar de lado la mecánica industrial por un tiempo y estuvo unos diez años de gerente en tiendas de mercancías secas, Ropas y electrodomésticos, línea blanca y marrón, llegando a estar considerado como gerente A1, de Woolworth. Posteriormente y a causa de un atraco violento sufrido por su mujer, retorno a España en 1996, con sus cuatro hijas. Ya en Asturias paso por un periplo de empresas; Trabajo en INMICRO Riaño (Langreo), Refractaria el Berrón (Siero) y en Talleres y Fundiciones Marte de Gijón. En la actualidad se encuentra jubilado y rebuscando infatigablemente en los archivos, la historia de Gijón. FUENTES: Facebook de Hernán Piniella Iglesias. -  https://elblogdeacebedo.blogspot.com

EL BLOG DE ACEBEDO. (ANTOLOGÍA DE LA HISTORIA). La Historia es una disciplina académica que aspira a comprender el pasado y la forma en que se ha configurado el presente. Es necesaria para entender, para cambiar y para saber cómo ha llegado a existir la sociedad en la que vivimos.

“El único deber que tenemos con la historia es reescribirla”. (Oscar Wilde)

El Blog de Acebedo se adentra en la historia de nuestra tierra, TODO SOBRE ASTURIAS, MIERES Y CONCEJO. navegar en este blog, es conocernos mejor a nosotros mismos y nuestra dilatada historia. Como decía el poeta mierense Teodoro Cuesta García-Ruiz (09/11/1829 – 01/02/1895), “soy d´esa villa y á honra tengo haber nacío n’ella”. FUENTE. El Blog de Acebedo.

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