La Banda de Langreo da la nota
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Ilustración de Alfonso Zapico |
En las elecciones municipales celebradas en diciembre de 1909 el
socialismo llegó al ayuntamiento de Langreo iniciando una época de expansión
que, a pesar de los altibajos que supusieron la guerra y las dictaduras del
siglo pasado, se mantiene en nuestros días
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Entonces era imprescindible animar
los mítines y las celebraciones con música y por ello desde el consistorio se
decidió impulsar una formación, que aunque se había constituido ya en 1884 no
acababa de despegar por falta de fondos que asegurasen sus actividades. Por
ello, en la primavera de 1910 se la dotó de un reglamento en el que el punto
más importante señalaba que en la práctica pasaba a depender económicamente de
la Alcaldía, con lo que su existencia quedaba garantizada.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Todo el pueblo lo celebró porque la
juventud andaba necesitada de cualquier distracción que la alejase de las
tabernas y para ello nada más agradable que acercarse hasta el arte de Euterpe,
que es una forma pedante de llamar a la música por el nombre de su musa. Y
además así se abría también la posibilidad de que sus integrantes se formasen
bajo la dirección de un experto, cobrasen alguna pequeña dieta por actuación e
incluso pudiesen viajar y conocer otros pueblos, lo que en aquel momento no
estaba al alcance de cualquiera. Desde entonces las cosas vinieron
rodadas, los conciertos salían cada vez mejor y la agrupación acabó
convirtiéndose en el plato fuerte de las fiestas patronales que al llegar el
verano se multiplican por el Alto Nalón; pero en agosto, sin comerlo ni
beberlo, surgió la polémica, reflejando la tensión que se daba en todo el país
en torno a la cuestión religiosa. Se habían celebrado en Pola de Laviana las
fiestas patronales en honor de la Virgen del Otero y al igual que todos los
años no había faltado la música variada: tambor y gaita, pianos de manubrio y
por supuesto la esperada actuación de la Banda. El ambiente fue bueno, corrió
la sidra y los más alegres acabaron entonando canciones republicanas y
socialistas e incluso se pudieron escuchar a capella algunas coplas en las que
se criticaba a la Iglesia. No hubo nada extraordinario y ya muy
avanzada la noche los músicos se fueron a sus casas mientras un grupo de
jóvenes de la localidad, más perjudicados, continuaron con sus chanzas hasta el
amanecer.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
La sorpresa vino después, cuando los
diarios católicos El Carbayón y Las Libertades publicaron sendas informaciones,
que sin duda provenían de la misma fuente, en las que se contaba que los
músicos habían sumado a las bellas notas que salieron de sus instrumentos otra
más desagradable al terminar su repertorio profiriendo gritos contra la
religión y a favor de la República y vivas a algunos líderes de la izquierda,
amen de otros insultos de grueso calibre contra los políticos conservadores, que
acabaron provocando un gran escándalo en Laviana. Las acusaciones denigraban de tal
modo a la Banda Municipal que tuvieron que ser desmentidas por su propio
director, el prestigioso compositor Cipriano Pedrosa Solares, tan poco
sospechoso de anticlericalismo que entre su repertorio figuraban varias
composiciones religiosas. Don Cipriano, que llevaba al frente de la agrupación
desde 1900 y había aguantado estoicamente los tiempos duros, no estaba
dispuesto a que se perdiese ningún contrato por una mentira y por ello envió un
carta de protesta a otro diario, El Noroeste, en este caso más próximo a las
ideas progresistas. En ella hacía constar su indignación por las acusaciones
que se vertían contra la Banda y señalaba que era completamente falso que ninguno
de sus miembros hubiese tomado parte en el escándalo que había ocurrido en
Laviana en la noche de la fiesta.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Pero la cosa no paró ahí, y para que
todo quedase claro tuvo que moverse incluso la diplomacia municipal entre los
concejos vecinos, de modo que el alcalde de Laviana decidió hacer públicas sus
disculpas ante el de Langreo por el comportamiento del corresponsal local de
Las Libertades, expresando su hondo disgusto por las injurias e inexactitudes
que se habían redactado y aprovechando de paso para felicitar a los músicos
langreanos por su buena actuación y su exquisito comportamiento durante su
actuación en las fiestas. Pasado el tiempo, se pueden explicar
con claridad cuales fueron los motivos que originaron esta anécdota. En aquel
verano toda España se encontraba dividida por la posibilidad de que el Gobierno
aprobase una ley prohibiendo el establecimiento de nuevas congregaciones
religiosas en el país, las calles de las capitales eran escenario continuo de
manifestaciones a favor y en contra del proyecto e incluso se habían vivido
situaciones de violencia por ese motivo. Para entender esta tensión debemos
situarnos en una época completamente distinta a la nuestra y ante la que no
caben comparaciones. No tienen más que recordar lo que aconteció en octubre de
1934 cuando los revolucionarios a la hora de descargar la ira acumulada durante
décadas por la situación de desigualdad que venían sufriendo apuntaron sus
armas contra los párrocos y los frailes en vez de ir buscar a los capitalistas. Ya ven como ha cambiado En España en el año 2009 se preparaba en el Parlamento la
votación para ratificar la nueva ley del aborto y, como es lógico, la postura
de la Iglesia es radicalmente opuesta.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Desde su jerarquía se lanzan toda clase
de amenazas contra quienes piensan apoyar la norma, incluyendo la excomunión,
que para los católicos es una condena gravísima que les priva de la salvación
eterna y sin embargo a los no creyentes no sólo no les incomoda sino que puede
llegar a resultarles hasta pintoresca. Afortunadamente, hoy, por diferentes que
sean las posiciones, cada uno sabe cual es su espacio y a nadie se le ocurriría
llegar a las manos con su vecino por culpa de esta cuestión. Pero hace un siglo, en aquel 1910, se
daban otras circunstancias. La influencia de la Iglesia entre la población era
tan grande que la voz del clero tenía una autoridad superior a la de cualquier
otra institución, incluyendo incluso al Ejército; por ello se explica aquel
nerviosismo que se vivía entre la feligresía ante la posibilidad de que alguien
intentase ponerle freno. Todo el mundo se posicionaba si dejar
espacio a la neutralidad, en unos casos defendiendo lo que consideraban un
avance para las libertades y en otros un ataque contra las raíces del país y
entre estos últimos se encontraba el periodista que envió la información desde
Laviana para aportar su granito de arena vilipendiando a la Banda de Langreo,
que nunca faltaba a las concentraciones socialistas. Finalmente, el 28 de diciembre de 1910
la Gaceta de Madrid publicaba la llamada
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Ley del Candado con un artículo único
en el que se decretaba la prohibición de establecer nuevas asociaciones
pertenecientes a órdenes o congregaciones religiosas canónicamente reconocidas,
sin la autorización del Ministerio de Gracia y Justicia y ésta nunca se
concedería cuando más de la tercera parte de los individuos que las formasen
fuesen extranjeros. La norma venía firmada, como era habitual, por el Rey
Alfonso XIII y por el entonces Presidente del Consejo de Ministros, don José
Canalejas, quien cayó abatido por las balas de un anarquista dos años más
tarde, el 12 de noviembre de 1912. Lo traigo a colación porque el mismo
día en que los periódicos de Asturias publicaron la noticia del magnicidio en
sus portadas, también informaron en una reseña sobre la demanda que se estaba
tramitando contra Gaspar García Peláez, conocido cacique lavianés, que había
sido empleado de estadística en aquel Ayuntamiento antes de la llegada de los
socialistas y al que se acusaba de haberse quedado con más de 3.000 pesetas de
los fondos municipales antes del cambio de 1910. En el expediente se adjuntaban
las declaraciones en su contra del Alcalde y el Secretario entrantes en aquella
corporación, respectivamente Segundo Álvarez y Fabriciano González.Ahora díganme si estoy equivocado:
han pasado cien años y el estafador de Laviana podría ser perfectamente
cualquiera de los concejales corruptos que hoy siguen saliendo en las noticias
de cada mañana, la opinión de los obispos continúa pesando en cuestiones de
Estado y las leyes se rubrican con la firma del nieto de Alfonso XIII. Sólo nos
falta que resucite Canalejas
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Ilustración de Alfonso Zapico |
FUENTE: ERNESTO BURGOS-HISTORIADOR
Ernesto Burgos Fernández (historiador).
Nació en Mieres (Asturias) el 7 de julio de 1957. Licenciado en Geografía e
Historia por la Universidad de Oviedo (1979). Diploma de Estudios Avanzados en
Arqueología Histórica («La romanización en las cuencas mineras del sur de
Asturias» 2006).Profesor de Educación Secundaria, ha trabajado en los institutos
«Juan de Herrera» (Valladolid), «Sánchez Lastra» (Mieres), «Camino de La
Miranda» (Palencia), «Valle de Aller» (Moreda) y desde 2006 en el IES «Mata
Jove» de Gijón. En el año 2016 el reconocido historiador mierense fue
distinguido con el reconocido galardón anual de
“Mierense del año”.
Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981). Historietista e ilustrador freelance.
Profesional gráfico desde el año 2006. Trabaja en proyectos educativos del
Principado de Asturias (Aula Didáctica de
los Oficios) e impartido talleres de ilustración en centros educativos de
Asturias y Poitou-Charente (Francia). Realiza ilustraciones, diseños y campañas
para diversas agencias de publicidad, editoriales e instituciones. Es
ilustrador de prensa en diarios regionales asturianos (La Nueva España, Cuenca del Nalón, Les Noticies…). Se estrena en 2006 con un álbum de corte
histórico para el mercado franco-belga, La guerra del profesor Bertenev (Dolmen, 2009). Su primer trabajo
publicado directamente en España es Café Budapest (Astiberri, 2008), donde se mete de lleno en una ficción
determinada por los orígenes del todavía no resuelto conflicto
palestino-israelí. Acto seguido apuesta por recrear en cómic la vida de James
Joyce, Dublinés (Astiberri, 2011),
que gana el Premio Nacional del Cómic 2012 y a raíz del cual surge el cuaderno
de viaje La ruta Joyce (Astiberri, 2011).
Vive en la localidad francesa de
Angouléme, donde, tras realizar El otro mar (Astiberri,
2013) a caballo de su Asturias natal, a la que vuelve con regularidad, se
encuentra preparando su nueva y ambiciosa obra, “La balada del norte”, que
constará finalmente de tres tomos. Esta
magnífica obra es un autentico tesoro de la novela gráfica española y refleja
la negrura de los valles mineros de Asturias de los que surgen personajes
luminosos, y bajo el ruido atronador de las minas de carbón se escucha el
susurro de una canción antigua. Los viejos y nuevos tiempos chocan brutalmente
poniendo a prueba al protagonista, pronto a la Humanidad entera. Éste es el
sonido de "La balada del norte". Sus libros han sido traducidos al
inglés, francés, alemán o polaco. (…) http://alfonsozapico.com
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