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19 de enero de 2023

El minero asturiano, leyenda de la lucha obrera

Represión y trabajo minero
Cartel de la compañía “Hulleras de Ujo-Mieres”. Foto Archivo. (Coloreada). Editorial Prensa asturiana. S. A. La Nueva España.

La extracción del carbón en Asturias fue una actividad llena de dificultades, costosa y poco competitivo desde el punto de vista económico

La minería asturiana fue militarizada tras la guerra civil y todos los mineros fueron asimilados a clase de tropa y sometidos al Código de Justicia Militar. Fotos de mineros de la cuenca de Langreo, de Valentín Vega. (colección del Museo del Pueblo de Asturias). Foto Archivo. (Coloreada). Editorial Prensa asturiana. S. A. La Nueva España.
El blog de Acebedo
Ello ha hecho que lo largo de los dos siglos de historia de la minería del carbón, esta industria haya dependido en gran medida de los apoyos gubernamentales, bien sea por subvenciones directas, imposiciones de consumo o por fijación de aranceles elevados para la importación del carbón foráneo. Y esta situación ha tenido una gran incidencia en la formación de la mentalidad del minero de carbón asturiano. Porque dio lugar a unas situaciones en las que las relaciones se establecían muchas veces en un frente tripartito, patronos, mineros y Gobierno, y en las que las tradicionales luchas entre patronos y obreros pasaban a un segundo plano y se establecía una acción conjunta y solidaria de presión frente al Gobierno. La guerra civil de 1936 volvió de nuevo a situar al minero asturiano en el primer plano. Su leyenda como vanguardia de la lucha obrera, le convirtió en figura destacada durante el conflicto armado. Ellos proporcionaron muchos de los cuadros del ejército popular asturiano. 
La situación de aislamiento económico y político en la que estuvo España tras la guerra civil hizo que hubiera una cierta vuelta a atrás en cuanto al utillaje minero, pues no había apenas posibilidad ni de renovar ni de incorporar nuevo material. Foto Archivo. (Coloreada). Editorial Prensa asturiana. S. A. La Nueva España.
Su fama era tal que el mismo 18 de julio de 1936, desde Madrid, al parecer, se solicitó su concurso para ayudar a hacer frente a la rebelión militar. Y ese mismo día por la noche salía el llamado “tren minero” de Oviedo, con paradas en Soto de Rey para recoger a los mineros de Langreo, y en Mieres y Ujo, para los de la cuenca del Caudal y del Aller. Tras el fin de la guerra en Asturias, la represión se dejó sentir de modo especial sobre los mineros. Pero la posición de aislamiento internacional en que el régimen franquista situó a España, vino a colocar a la minería del carbón otra vez en el primer plano del interés económico, y a los mineros como objetivo muy particular de atención. Una serie de disposiciones que no viene al caso detallar, trataron de regular la producción y distribución del carbón, así como controlar su precio, para garantizar el funcionamiento de sectores vitales de la economía. 
Embarque del Pozo Tres amigos (Vegadotos 1957. (por la izquierda de la imagen). Paco (emigró a argentina donde falleció), Jamín, Luis Menéndez Menéndez (mi padre), en el cuadro de señales y Luis. Foto reparada y coloreada. Foto archivo. 
La situación de aislamiento y carencia de divisas ocasionó una cierta vuelta atrás en cuanto al utillaje, volviendo a situar a la pica de mano o regadera en primer plano, pues no se podían renovar los compresores que activaban los picos y martillos neumáticos. Tampoco se pudieron importar locomotoras de arrastre, máquinas de extracción y otros equipos mecánicos que permitieran mejorar el rendimiento. El aumento de producción en este periodo volvió a depender del incremento del número de trabajadores y de conseguir de éstos unos mayores rendimientos. Son los momentos, en los años cincuenta, de más altas cifras de mano de obra empleada en la minería. Tras el fin de la guerra en Asturias, las empresas mineras comenzaron a reclamar la desmovilización militar de algunos combatientes a los que su cualificación profesional les hacía insustituibles para la puesta en marcha de las explotacionesEs así como desde las empresas se inició la reclamación de barrenistas, picadores, guieros, entibadores y caballistas. 
Durante los años cuarenta y cincuenta las condiciones de trabajo minero sufrieron un serio retroceso. Foto de minero de la cuenca de Langreo, de Valentín Vega (colección del Museo del Pueblo de Asturias). Foto Archivo. (Coloreada). Editorial Prensa asturiana. S. A.  La Nueva España.
Pero no bastaron, pues las bajas producidas en las plantillas mineras habían sido muy elevadas y también hubo que recurrir a los que se encontraban condenados en campos de concentración y en batallones de castigo. De forma general, la minería fue militarizada y todos los mineros fueron asimilados a clase de tropa y sometidos al Código de Justicia Militar. Las faltas en el trabajo se castigaban mediante arrestos carcelarios y las ausencias al trabajo eran denunciadas a la autoridad militar. La resistencia ante este régimen llevó a algunos a la cárcel y a los batallones de trabajadores. Los condenados se integraron en colonias penitencias que se instalaron en varios pozos mineros (San Mamés, Fondón, María Luisa, Samuño y otros). Se les solía destinar a los pozos más lejanos de su localidad de origen para evitar las relaciones solidarias, y muchos mineros asturianos fueron desplazados a minas de León. Las condiciones de vida en los barracones penitenciarios eran tremendas y la mortalidad entre ellos muy alta; la higiene brillaba por su ausencia y la alimentación era incluso más deficiente que la del resto de los mineros. En tales circunstancias, no es de extrañar que su rendimiento en el trabajo fuera menor que en los tiempos anteriores a la guerra y que se dieran posiciones de rechazo o rebeldía individuales.
Mineros prisioneros a la salida del trabajo en el campo de concentración de la mina de El Fondón. Fundación Juan Muñiz Zapico.

Aumento de la jornada de trabajo, incremento de horas extras sin posibilidad de rechazo, supresión de la jornada de descanso dominical, supresión de vacaciones a cambio de una compensación metálica... Y todo ello en unas condiciones salariales que eran peores que las de antes de la guerra, ya que una buena parte del salario dependía de una prima de asistencia que se perdía totalmente a la menor falta. Los salarios no llegaban en la mayoría de las categorías a cubrir las necesidades básicas de alimentación y vestido, y las cantidades fijadas en las cartillas de racionamiento eran insuficientes en el caso de los mineros para alcanzar la dieta calórica adecuada al trabajo desarrollado. Todo ese cúmulo de situaciones es muy directamente responsable del gran número de accidentes de trabajo que se registraron en la minería entre los años cuarenta y cincuenta, con una media de de 85,5 muertes al año entre 1941 y 1959. A partir de los años cincuenta el régimen laboral se fue normalizando y una serie de medidas sociales y económicas trataron de paliar la situación (seguros sociales, retribuciones, vivienda, servicio militar). El de la vivienda fue uno de los campos en el que más actuaciones se produjeron, levantándose verdaderas barriadas obreras para albergar tanto a la creciente mano de obra local como a la procedente de otras regiones. Por parte estatal la iniciativa corrió a cargo del Instituto Nacional de la Vivienda (1939, la Obra Sindical del Hogar 1942 y el Patronato Francisco Franco (1952).
El minero asturiano arrastraba una leyenda de revolucionario y rebelde forjada en los grandes conflictos de 1917 y 1934, sobre todo, y esa imagen, mezcla de mito y de memoria histórica, volvió al primer plano con motivo de las huelgas que la minería asturiana protagonizó en 1962. Foto Archivo. (Coloreada). Editorial Prensa asturiana. S. A. La Nueva España.
Las huelgas mineras
La fuerte represión ejercida durante las dos primeras décadas de posguerra, con unas organizaciones políticas aún dependientes de la lucha guerrillera y en proceso de recomposición y definición, silenció o apago notablemente las reivindicaciones mineras. Pero ya a fines de cuenta comienzan a reproducirse las huelgas mineras, generalmente de alcance limitado y por motivaciones salariales o de condiciones de trabajo, como la duración de la jornada o la concesión de las vacaciones. Pronto, además, se comprueba que la organización sindical montada por el régimen no sirve para contener y regular esas acciones y que incluso es desbordada por comisiones paralelas. El plan de Estabilización aprobado en 1959, la liberalización arancelaria, la transición hacia nuevas fuentes energéticas, anunciaban una crisis en el sector del carbón. En este ambiente se desencadena el movimiento huelguístico de 1962, que adquiere unas dimensiones que nuevamente traspasan las fronteras asturianas, situando a los mineros asturianos en la vanguardia del movimiento obrero. El 7 de abril de 1962 dio comienzo un paro en el pozo Nicolasa de Mieres por el despido de siete picadores y en demanda de mejores condiciones de trabajo y aumento de salarios. La huelga se extendió a otros pozos de la cuenca del Caudal y del Nalón y Aller, y a La Camocha de Gijón. Hubo paros también en las principales factorías asturianas y en las cuencas carboníferas de León, Patencia, Teruel y otras. 
Una imagen de la época, de los mineros deportados a su regreso a Asturias al año siguiente de las huelgas. Fundación Juan Muñiz Zapico.
El movimiento de los mineros asturianos despertó una gran sensibilización no sólo a escala española, sino internacional, con aportaciones económicas para ayuda de los huelguistas canalizadas a través de organizaciones clandestinas. La huelga de 1962 tuvo grandes repercusiones. El ministro Solís vino a Asturias a hablar con los representantes de los mineros, al margen de la estructura del sindicato vertical, pero al final todas las promesas fueron incumplidas. El número de encarcelados, despedidos y confinados fue muy elevado y el conflicto volvió a rebrotar en agosto del mismo año, y al año siguiente de 1963. Durante estas huelgas, surgieron novedades en el movimiento de solidaridad. Además de un elevado protagonismo en las acciones de protesta de las mujeres de los mineros, los comerciantes de las zonas mineras accedieron a suministrar alimentos a crédito, y la solidaridad de diversos grupos sociales ajenos al minero, con ellos, fue manifiesta. Hubo, por primera vez, una identificación a nivel de solidaridad entre el colectivo minero y el resto de la población de las cuencas. Desde el punto de vista político, los mineros asturianos se volvieron a convertir en el referente de la resistencia social y popular frente al régimen franquista, contribuyendo a alimentar su figura mítica. Sobre este tema ha tratado el historiador F. Erice (“Entre el mito y la memoria histórica: las huelgas de 1962 y la tradición épica de la Asturias roja"), a quien extractamos en las siguientes líneas. 
La minería es una de las actividades con más alto índice de riesgo y siniestralidad. En la memoria minera han quedado grabados sucesos tan trágicos como la muerte de 17 mineros en el pozo María Luisa (Langreo) en 1947 o la de 14 en el de Nicolasa (Mieres) —en la imagen— en 1995. Foto Archivo. (Coloreada). Editorial Prensa asturiana. S. A.  La Nueva España.
La historia previa de las huelgas revolucionarias de 1917 y 1934 había forjado una imagen arquetípica del minero, en la que “la rebeldía, la dureza del trabajo, las tendencias violentas o el orgullo de oficio, constituyen (...) algunos de los rasgos más reiterados”. También se exaltó junto a su espíritu solidario y rebeldía, la estampa de derrochador, pendenciero y orgulloso. En esta última imagen, insiste sobre todo una literatura más proclive a la derecha que va desde los términos suaves del canónigo Maximiliano Arboleya de considerarlos engañados, a los calificativos de vida crápula y degenerados, consecuencia de sus elevados sueldos y bienestar, que hicieron otros. Ya hemos hecho alusión anteriormente a como el minero apareció como el único y principal responsable del movimiento revolucionario de octubre de 1934, en una evidente simplificación, y en cómo, quiérase o no, se insertó ya desde esa lejana fecha en la mitología revolucionaria contemporánea. Y, por otra parte la extensión de esa idea de protagonismo revolucionario del minero al conjunto del pueblo asturiano. Y ése es el espíritu y la figura que renuevan las huelgas mineras 1962. “La lucha de clases, abolida por decreto, impulsará de nuevo con manos mineras, la historia española hacia adelante”, se escribe entonces: o “las piquetas asturianas quiebran la noche y nos incitan a construir el alba” (Tuñón de Lara).
En los últimos años hay una conciencia generalizada de que el fin de la minería se acerca, pero al mismo tiempo se manifiesta la idea de que existe una deuda histórica con ella, por el alto coste humano y ambiental que pagaron las cuencas mineras en los años difíciles. En la imagen, exterior del pozo Barredo (Mieres). Foto Archivo. (Coloreada). Editorial Prensa asturiana. S. A. La Nueva España.
Resumiendo, los acontecimientos de 1962 volvieron a sustantivar la posición de Asturias y los mineros como tierra de rebeldía en el imaginario de las fuerzas antifranquistas. Como rezaba una canción la época:
Hay una lumbre en Asturias,
que calienta España entera,
y es que allí se ha levantado,
toda la cuenca minera.
Ale, asturianos,
que están nuestros destinos
en vuestras manos. (...).
En la historia y formación de la conciencia asturiana más reciente, la lucha de los mineros se vino, de alguna manera, a enlazar con una tradición histórica de rebeldía, consustancial con el asturiano y resumida en la afirmación de la Asturias nunca vencida. Se enlazaba así en un todo la resistencia ofrecida contra los romanos primero, y los visigodos después; el levantamiento de Covadonga y la formación de un reino propio, origen de una lucha de reconquista que se extendió fuera de nuestras frontera; la declaración de guerra a Napoleón en 1808 y obviamente, las luchas sociales del siglo XX.
Pozo Tres Amigos, L’Agüeria San Xuan, Mieres, Asturias. Foto de José Hortensio Velasco Rabanal. Saber más.
Carta de varios intelectuales españoles sobre las huelgas mineras
Un nutrido grupo de intelectuales entre los que se cuentan personalidades como Ramón Menéndez Pidal, Ramón Pérez de Ayala, Pedro Laín Entralgo, Dionisio Ridruejo, y varios otros, dirigen una carta a Manuel Fraga Iribarne, en mayo de 1962, haciéndose eco de la huelga de los mineros asturianos, con frases como “las huelgas tienen un carácter económico y reivindicativo que se pone en estrecha relación con el estado de malestar social que nadie desconoce, que el Gobierno ha admitido incidentalmente en más de una ocasión, y que la jerarquía eclesiástica —usando de su fuero— ha denunciado con frecuencia (...). Según todas las apariencias, las huelgas de Asturias son de la especie normalísima de las que, con regularidad y dentro de la Ley, se producen en casi todos los países. Sin embargo, roto de pronto el silencio oficial, se nos comunica por medio de una nota gubernativa que las huelgas de Asturias han sido promovidas por agentes extraños, conductores de ideologías importadas. (...). Todo parece indicar, en consecuencia, que la nota no se ha publicado para hacernos salir de nuestro estado de incertidumbre, sino exclusivamente para permitir la adopción de medidas extraordinarias...”.

Instalaciones del Pozo Polio, cerca de Santa Rosa, L’Agüeria san Xuan de Mieres. Año 2007. Foto de José Hortensio Velasco Rabanal. Saber más 

Bibliografía

  • José Luis García García, y otros (2002), Los últimos mineros. Un estudio antropológico sobre la minería en España, Madrid
  • Ramón García Piñeiro, (1990), Los mineros asturianos bajo el franquismo (1937-1962 Madrid.
  • Francisco Gascue (1888) Industria carbonera asturiana, Gijón.
  • César Rubín, (1985), diccionario minero-astur, Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo.
  • Juan Oliver Sánchez Fernández, (2004), Trabajo, política e ideología en una cuenca minera Madrid.
  • Adrián Shubert, (1984) Hacia la revolución. Orígenes sociales del movimiento obrero en Asturias, 1860-1934, Barcelona.
  • José Sierra Álvarez, (1990) El obrero soñado. Ensayo sobre el paternalismo industrial en Asturias, 1860-1917, Madrid.
  • Rubén Vega García, (2002), Hay una luz en Asturias. Las huelgas de 1962, Oviedo.

Pozo de Minas Llamas, en Ablaña, Mieres. (…). Su historia se remonta a los años 40. Más exactamente, se inauguraba el 19 de marzo de 1941. Una fecha elegida a conciencia: aquel día se celebraba San José, patrón de Ablaña. De hecho, con ese nombre fue conocido en sus comienzos. (…). El blog del Mierense.

FUENTE: JAVIER RODRÍGUEZ MUÑOZ. Libro: “LOS ASTURIANOS” Raíces culturales y sociales de una identidad. Págs. de la 425 a la 429. Editorial Prensa Asturiana S. A. La Nueva España.
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AUTORES.

Javier Rodríguez Muñoz, historiador. Nació en Mieres en septiembre de 1948. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo en 1973, ha dedicado toda su vida al estudio de la historia y cultura asturiana, realizando su trabajo vinculado a las editoriales Gran Enciclopedia Asturiana-Silverio Cañada y a La Nueva España, en los últimos años. Ha participado muy directamente en obras como la Gran Enciclopedia Asturiana y sus Apéndices; la Historia General de Asturias y la Enciclopedia Temática de Asturias, además de otras obras y colecciones. Dirigió la librería y sala de arte Artemón, en la calle Mon, de Oviedo (1977-1978) y entre 1980-1981, dirigió y puso en marcha el Centro Social y Cultural de Las Vegas, dependiente del Ayuntamiento de Corvera de Asturias. En 1988 dirigió la exposición 1388-1988. Seis siglos de historia, organizada por el Gobierno del Principado de Asturias en conmemoración del sexto centenario de dicha institución. Con tal ocasión coordinó la edición de la «Biblioteca Histórica Asturiana», colección de 26 títulos que cubrían toda la historia de Asturias, siendo autor de algunos de ellos. Coordinó también la colección «Cruzar el Charco» editada por el Archivo de Indianos, 16 títulos publicados entre 1992 y 1994. De diciembre de 1993 a diciembre de 1996 trabajó en la puesta en marcha del Museo de la Minería, en El Entrego, donde ha llevado el departamento de Difusión y redactado los textos que ilustraron la exposición inicial. (…). Seguir leyendo….  Fundación José Barreiro.

La Nueva España ha sido testigo de la historia de Asturias durante los últimos 80 años. El rigor y la calidad de la información ha situado este medio de comunicación como el líder indiscutible, a gran distancia de sus competidores, de la prensa escrita diaria en el Principado de Asturias. LA NUEVA ESPAÑA es el periódico de referencia de Asturias, los asturianos de todas las edades lo prefieren según reflejan todas las encuestas, y al elegirlo cada día no sólo lo han confirmado como líder indiscutible de la prensa asturiana, sino que lo han convertido en uno de los principales periódicos de España, pues así lo expresan su difusión y su número de lectores. DELEGACIONES. LA NUEVA ESPAÑA cuenta con 6 ediciones; General, Gijón, Avilés, Cuencas, Oriente y Occidente, que se confeccionan en las redacciones de Oviedo, Gijón, Avilés y Mieres y Langreo, a las que se suman una amplia red de corresponsales.  FUENTE.

EDITORIAL PRENSA ASTURIANA, S.A.U (LA NUEVA ESPAÑA). (...). Tras la restauración de la democracia, el Estado se desprendió de sus medios de comunicación impresos, con lo que, como la mayoría de la "Prensa del Movimiento", fue privatizado y adquirido en 1984 mediante subasta pública por el grupo Editorial Prensa Ibérica S.A. (presidido por Francisco Javier Moll de Miguel). Los nuevos propietarios mantuvieron el logotipo de cabecera original, ligeramente modificado, y eliminando el yugo y las flechas, símbolo del Movimiento. El diario creó en 1988 el Club Prensa Asturiana, un foro de comunicación y debate que permite una relación directa y fluida con la sociedad asturiana. (...). Saber más... WIKIPEDIA.      

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Esta página se editó por última vez el 04 de diciembre de 2023 a las 08:40 horas.

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