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18 de abril de 2018

Marcharse a las Américas

Los Emigrantes Asturianos
(Artículo con fotos de emigrantes mierenses a principios del siglo XX)
Adriano Patón (La Villa-Mieres) en Rosario (Santa Fe, Argentina en el año 1915)
A partir de la década de 1880, Asturias, al igual que otras provincias españolas, presenta una emigración a América cuantitativamente muy importante, una emigración que entra dentro de la segunda oleada emigratoria europea
Ceferino Canga Argüelles de Cuestavil (L'Agüeria San Xuan de Mieres), en Pergamino, Argentina en 1935
Esto no quiere decir que se pueda restar importancia a la emigración anterior a esta década, especialmente la que se dirigía a Cuba, pues había una tradición emigradora, aunque en 1881 Fermín Canella, vocal ponente de la Comisión que elaboró la contestación al interrogatorio enviado por la Comisión creada por el Real Decreto de 18 de julio de 1881 para estudiar los medios de contener la emigración, considerase, refiriéndose a Asturias, que «los habitantes de esta provincia no emigran sistemáticamente fuera de España» (Fermín Canella Secades, «Emigración asturiana», Revista de Asturias, t. IV, año V, número 21 (15 de noviembre de 1881), p. 357).
Los hermanos Fernández cabeza en México. Año 1923
Que se incrementase la emigración a América hay que relacionarlo con las medidas adoptadas por los países receptores de emigrantes, tendentes a favorecer la inmigración, y con las adoptadas en España, al ir removiéndose los obstáculos legales y dejar de ser fraudulentos los traslados a las repúblicas americanas. En el caso de Asturias, a la superpoblación relativa se unió la tendencia a la especialización ganadera del campo, lo que tuvo que conllevar necesidad de menos mano de obra en la actividad agraria. Aunque esa especialización coincidía con la extensión de la minería del carbón y con el desarrollo de las fábricas de hierro, esto no era suficiente para absorber a la población que demandaba trabajo.
Martín Delgado de Mieres con su familia en Chile en 1919
Como había tradición emigradora, como se tenía la información necesaria, como se veía a los que retornaban enriquecidos, los que volvían, en palabras de Jovellanos, «cargados de oro a perpetuar el mal con el funesto ejemplo de la fortuna»
(Gaspar Melchor de Jovellanos, Cartas del viaje de Asturias (Cartas a Ponz), Edición de José M. Caso González, Colección Popular Asturiana, Ayalga/Ediciones, Salinas (Asturias), 1981, I, Carta Sexta, p. 146), parece explicable que a los niños se les inculcase la idea de marcharse a América a hacerse ricos. Como relata un emigrante del valle de Liébana, fue en la escuela, «en aquella frígida sala en donde vi por primera vez lo que para todos era imán irresistible, panal de promesas y faro de esperanza. ¡El mapa de América! con sus nombres enrevesados que apenas entendía», porque América era asunto «también de constante conversación en veladas y reuniones.
El mierense Matías García Villa (con traje y sombrero) en Cuicatlán (México), en el año 1920
No había familia que no tuviera un hijo, un hermano, o un tío en América... Allí marchaba toda la juventud; apenas contaba uno doce años, nuestros padres ya nos inculcaban la idea» (Eloy Viejo Velarde, Memorias de un emigrante, Santander, 1976, pp. 34 y 45.)
En esa inculcación de los padres a los hijos (José Luis Pérez de Castro, Huella y presencia de Asturias en el Uruguay, Centro Asturiano de Montevideo, 1961, p. 15.) también tenía que influir el librarlos del servicio militar, de los siete u ocho años que le podían corresponder al «quinto» sorteado, si no buscaba un sustituto o pagaba la redención, 1.500 o 2.000 pesetas. Además de la larga duración del servicio militar, estaban los riesgos añadidos de tener que formar parte del ejército colonial, o de ir a la guerra de Marruecos. En los años de ésta, dice Alfonso Camín que los barcos «llegaban casi a diario al puerto de La Habana con los emigrantes en racimos, todos de catorce a quince años, huyendo de la guerra de Marruecos, que era impopular en la Península, desangraba al país y llenaba de luto los hogares, especialmente los hogares campesinos, de donde salían los mayores contingentes para la guerra y para los barcos negreros de la emigración a la aventura» (Alfonso Camín, Entre palmeras (vidas emigrantes), Revista Norte, México, 1958,p. 281).
Matrimonio de Primitivo Álvarez y Consuelo Martínez de Mieres en Buenos Aires (Argentina), junto a una incubadora
Pero no era sólo la guerra, sino el servicio militar, como les dijo Eva Canel a los emigrantes reunidos en el Centro Asturiano de La Habana; «habéis salido por miedo al uniforme de soldado» (Eva Canel, «Asturias y los asturianos», Magosto, Est. Tip. F. Nozal, Madrid, segunda ed., 1899, p. 76).  Prueba de la influencia que ha tenido evitar el servicio militar en la emigración puede ser el número de prófugos. En el sexenio 1915 - 1920, el número de mozos declarados prófugos en Asturias fue el 38,4 por 100 (Antonio Gómez Mendoza y Vicente Pérez Moreda, «Estatura y nivel de vida en la España del primer tercio del siglo XX», Comunicación presentada al III Congreso de Historia Económica, Segovia, 3-5 de octubre de 1985), de los que constituían los reemplazos, que eran entonces los que cumplían 21 años en el del alistamiento. Por mucho menos de lo que costaba la redención, se podía adquirir un pasaje para América, unas 250 pesetas en torno a 1900, desde La Coruña a La Habana. Aunque fuese necesario pedir un préstamo, al ser la cantidad mucho más pequeña, no crearía las dificultades que ocasionaría uno por importe mayor, como le explicaba un padre a su hijo que estaba en La Habana: «Tu abuelo era labrador, desempeñado y no era poco. Nada debía a nadie; cogía maíz para el año, pagaba poca renta y tenía ganado suyo; pero no quería pedir prestado para ponerme sustituto porque decía, con razón muy justa, que jamás acabaría de pagar los réditos cuanto más el préstamo que tomase para redimirme» (Eva Canel, «Carta de un aldeano instruido a un hijo comerciante», Magosto, Est. Tip. F. Nozal, Madrid, segunda ed., 1899, p. 85).
Los hermanos Fernández García del Casar (L'Agüeria San Xuan de Mieres)  en Brasil
La mayor parte de los emigrantes pertenecían a familias de labradores, que debían disponer de los recursos suficientes para sufragar los gastos del viaje o bienes para hipotecar o vender, además de la información necesaria; los padres de Antonio Martínez, «ambiciosos y calculadores, entendiendo que en la aldea nunca les produciría nada, determinaron de mandarlo a América, y para lograrlo se vieron precisados a empeñar su pobrísima hacienda, inclusive la casa en que vivían», escribe Ventura Pérez Suárez (Ventura Pérez Suárez, El oro de América (Historia de un emigrante español), Imp. Manuel León Sánchez, México, 1923, pp. 28-29). También era normal que llevasen, los que emigraban, una carta de recomendación, que fuesen «reclamados», pero parece que eso era algo más nominal que real. Alfonso Camín lo describe, refiriéndose a que la gran «abundancia de muchachos emigrantes, inexpertos unos, rebeldes otros, los más con cartas de recomendación que eran papeles mojados, daban un saldo lamentable de inmigrantes en mangas de camisa sin rumbo, como yo, por parques y plazas, a semejanza de los perros de la calle» (Alfonso Camín, Entre palmeras, p. 281). Si al llegar el emigrantes al puerto de la Habana el reclamante no se presentaba, era en el campamento de Tisconia; “Me fui enterando de porque estábamos allí. El pariente no se había cuidado a tiempo de una carta de cualquier almacén de ropas o embutidos, una carta de colocación, con lo cual estaba al cabo de la calle y en libertad, a tal grado que muchos comerciaban en carne humana y sin conocer al inmigrante, dialogaban con él por sobre las bordas y a las pocas horas se los llevaban a explotarlos a cualquier parte, sin otra responsabilidad”. (Alfonso Camín, Entre palmeras, p. 33)
Antonio Velasco Suárez de Cuestavil, L'Agüeria San Xuan de Mieres en Río Gallegos (Argentina). En el año 1910  
Muchos de esos emigrantes salían por los puertos de La Coruña y Santander y desde la segunda década del siglo XX era más frecuente que embarcasen en Gijón.
El pasaje solía ser de tercera y tanto en los barcos de vela, como más tarde en los de vapor, las condiciones del viaje, según relatan los emigrantes, muy malas. Antonio L. Oliveros se refiere a «los inmundos sollados de los buques trasatlánticos, dedicados a ese tráfico» (Antonio L. Oliveros, Asturias en el resurgimiento español (Apuntes históricos y biográficos), Madrid, 1935, p. 50), y Eloy Viejo Velarde lo describe así: «Viajábamos en tercer clase, porque no había cuarta. Las literas en el fondo del barco. Los comedores y el servicio para la distribución del rancho estaba concebido tan práctico y utilitario, que bien podía pensarse que había sido tomado el modelo de aquellos barcos de cuando los piratas ingleses reclutaban negros en África» (Eloy Viejo Velarde, Memorias de un emigrante, p. 55).
Guillermo fernández de Murias (L'Agüeria San Xuan de Mieres en Pergamino (Argentina), hacia 1925
Muy jóvenes, sin la preparación adecuada, con unas ilusiones muy grandes, que en la mayor parte de los casos el tiempo y la realidad desvanecerían, tomaban los asturianos el camino de las Américas. Confiando en sus aptitudes, dispuestos a aplicar el esfuerzo necesario y si la fortuna les ayudaba tener éxito, han sido muchos los vecinos del Principado de Asturias que emigraron. Como escribía Valentín Andrés Alvarez, «en Cuba, en México, en La Argentina, diseminados por todo el orbe hispánico, hay miles de asturianos y cientos de colonias del pueblo astur. Nuestra región tiene, acaso, tantos hombres y tantas riquezas, tantas propiedades y tanta sangre fuera de sus límites como dentro de ellos» (Valentín Andrés Álvarez y Álvarez, «La obra de los americanos de Asturias. La primera «ayuda americana« a la economía española», Asturaménca, año III, segunda época, número 27 (mayo, 1956). La estadística de pasajeros que han tenido su última vecindad en Asturias, nos da la cifra de 61.299 emigrantes en los años 1884 -1898 y 158.311 entre 1912 y 1930. Para los años 1899 -1911 en que no se dispone de esos datos, se puede interpolar entre la media de emigrantes en 1896 -1898 y 1912 -1914, estimando, de ese modo, unas salidas de 101.283 asturianos. Se ha creído que después de las últimas guerras coloniales disminuyó la emigración a América, pero no hay base para sustentarlo; por el contrario, parece que siguió creciendo. Dionisio Pérez (Dionisio Pérez, «De la semana», Nuevo Mundo, año XIII, número 665 (jueves, 4 de octubre de 1906), tomando cifras de la Estadística del impuesto de tráfico por mar, emplea la expresión «desbandada de españoles», refiriéndose a los que salieron en la primera mitad del año 1906.
Antonio Fernández Velasco de Vegadotos (L'Agüeria San Xuan de Mieres en Río Gallegos. Año 1910
Por lo tanto, si es válida la estimación que hacemos, los emigrantes que han tenido su última vecindad en Asturias, suman 320.893 y como más del 10 por 100 de los que salían figuran como de vecindad desconocida, es posible que entre 1884 y 1930 los asturianos que emigran a América hayan sido unos 360.000. 
Esos asturianos que emigraban muy jóvenes, mujeres en un porcentaje muy bajo, se dirigían a diferentes países del continente americano. Destino de muchos fue la isla de Cuba, primero por ser parte de España y haber más facilidades para ir a ella y después por la tradición y encontrarse establecidas en ella colonia importante de asturianos. Además se veía como «un país fabuloso, de onzas de oro, de centenes, de montañas de azúcar» (Ángel Lázaro, Retratos familiares, Editorial Prisma, La Habana, 1945, p. 46). Tenía la dificultad del clima y la insalubridad, lo que hacía aún más difícil la adaptación de los que llegaban del Norte de España, Un emigrante relata así su experiencia: «Por el día se hacía prácticamente imposible soportar el calor en otro lugar que no fuera debajo de la ducha y por la noche no era posible conciliar el sueño por el mismo motivo; para mí aquello era el principio del fin del mundo. Pocos días pasaron cuando ya me atacaron las fiebres palúdicas, que me tuvieron postergado y en cama por espacio de unos cuarenta días. Sólo a fuerza de tomar quinina en ayunas pude ir sorteando el temporal. Luego, como tarjeta de visita, haría acto de presencia el «gusto cubano» (llamémosle así), una erupción de pequeños granos que producía un picor rabioso, que lo tenía a uno en un estado constante de desesperación» (Eloy Viejo Velarde, Memorias de un emigrante, pp. 60-61).
Marceliono Álvarez (El Nietu) de Mieres), en Punta Arenas (Argentina). Diciembre de 1917
La zona del Río de Plata, especialmente Argentina, también fue destino de muchos emigrantes, por fomentar la inmigración, por las posibilidades que ofrecía y por su salubridad.
Puerto Rico y otros países americanos también recibieron un contingente mi portante de astures, pero en número menor. En cuanto a los pueblos de origen, aunque habrá preferencias por un país, eso no puede suponer exclusividad. Es un lugar común que los asturianos de la parte oriental emigraron a México y los de la parte occidental a Cuba y al Río de la Plata. En Puerto Rico, que no recibió a gran número de asturianos, cuando un grupo de españoles, en 1886, creó comisiones de recaudación de fondos para el Auxilio Mutuo, entidad sanitaria, en Asturias las crearon en Oviedo, Gijón, Infesto, Navia, Puerto de Vega y Villapedre, localidades que daban el contingente mayor de emigrantes (José M. García Rodríguez, Sociedad Española de Auxilio Mutuo: Los años fundacionales, San Juan, Puerto Rico, 1983, p. 113).
Miles de emigrantes emprendieron el viaje a América, muchas veces en condiciones penosas
El emigrante, que salía «para dar rienda a las aspiraciones... de ser y tener», en palabras de Eva Canel, tenía como objetivos poder enviar pronto algún giro a la familia y, pasado algún tiempo, regresar como «americano» (En Asturias el apelativo «americano», aplicado al emigrante que había triunfado, es más común que el de «indiano»). Si lo primero ha sido muy importante para elevar el nivel de vida de la región mucho más llamativo resultaba lo segundo. No solo por lo que impresionase su riqueza, sino también porque eran muy pocos los que la conseguían y muchas «las calamidades y privaciones que habrá tenido que pasar el “indiano" antes de poder volver con toda su carga de sacrificios y sinsabores»; obligación del emigrante era «volver millonario o no volver, consumiendo su existencia entre la desesperación y la amargura de no haber podido realizar el sueño de su vida» (Eloy Viejo Velarde, Memorias de un emigrante, p. 198). El prototipo presentado de ese «americano» es el protagonista de «Boroña», de Clarín, con «treinta años invertidos en matarse poco a poco, a fuerza de trabajo, para conseguir una gran fortuna con la que no podía hacer nada de lo que él quería» (Leopoldo Alas «Clarín», «Boroña», Cuentos morales, Editorial Bruguera, Barcelona, 1982, p. 52).
Emigrantes "Americanos" con fortuna en 1913
La segunda guerra de Cuba motivó que algunos emigrantes retornasen. Estos, por su mentalidad y por su actuación, son diferenciados de aquellos que volvían antes de la guerra, como hace Valentín Andrés Álvarez: «Los indianos ricos que venían antes de aquella contienda eran ya ancianos, retirados o jubilados de los negocios... Los indianos de aquella postguerra no eran unos ancianos jubilados de los negocios, como sus antecesores, sino jóvenes y además ricos como ellos... Al regresar estos hombres a su pueblo no venían como retirados, no deseaban, como los otros, un apacible ocio sino un buen negocio» (Valentín Andrés Álvarez, Guía espiritual de Asturias, Caja de Ahorros de Asturias, Oviedo, 1982, p. 18). Destaca los efectos benéficos de los capitales remesados sobre la actividad económica y el impulso que recibió de los hombres regresados, «hombres con el temple, la experiencia y el dinamismo de jefes de empresa y capitanes de industria bien dotados y probados, pues habían triunfado ya en América». En términos parecidos se expresaba Antonio L. Oliveros al referirse a la obra de los «americanos»: con la pérdida de la guerra colonial, «millares de americanos se reintegraron a España portadores de una riqueza en oro que va a levantar de su postración a la economía nacional. Los giros de los emigrantes venían ya aliviando periódicamente la penuria del campesino asturiano. Ahora Gijón, Oviedo y Avilés, las cuencas mineras, se pueblan de industrias que el dinero de los americanos contribuye a levantar, realizando un imponderable esfuerzo de resurgimiento patrio» (Antonio L. Oliveros, Asturias en el resurgimiento español, p. 51).
Emigrantes en viaje a América, en la cubierta del barco
FUENTES: RAFAEL ANES ÁLVAREZ – ALFONSO DE OTAZU Y LLANA 
(Textos extraidos de "El Banco Herrero. 75 Años de Historia. 1912 - 1987")
Rafael Anes Álvarez de Castrillón, catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Oviedo.
Alfonso de Otazu y Llana, historiador nacido en San Sebastián (Gipuzkoa) en 1949. Estudió Derecho en la Universidad de Navarra, publicando en 1970 “Hacendistas navarros en Indias” y en 1972 “El igualitarismo vasco, mito y realidad”. Académico correspondiente de la Academia Guatemalteca de Historia.
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