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9 de marzo de 2018

Ver el futuro desde el pasado

Utopía y distopía de una herencia medieval
Plano medieval de Oviedo. Año 1522. (Pinterest)
La ciudad del Medievo, palimpsesto de memoria e identidad, laboratorio de ideas y saberes, forjó otra, contemporánea, que destruyó sus orígenes y sigue despreciándolos


Grabado de Parcerisa de la torre de la Catedral (1855). (Todocolección)
Ver el futuro en el pasado es una clave de lectura que los medievalistas conocemos bien, especialmente quienes nos dedicamos al estudio de ciudades con más de mil años de historia. Así, formamos una idea atemporal de ciudad donde, en el mejor de los casos, lo viejo y lo nuevo conviven en perfecta armonía. Los estudiosos de la ciudad medieval tratamos de comprender sus dinámicas proyectándolas hacia nuestros días y viceversa, devolviéndonos esa dialéctica -exquisita conjunción de memoria histórica y cambio- las claves interpretativas más profundas de la identidad urbana. No hay mejor prueba de la verdadera utilidad de la historia: comprender el presente por el pasado y el pasado por el presente, en palabras del admirado M. Bloch.
Oviedo. Reiter es el autor del mapa de la capital en 1777, con la muralla ya desbordada
"Celebrent gentes nomen in orbe tuum". En una época en que la ciudad vivía su mayor expansión en Europa -un verdadero renacimiento, como diría Le Goff- éstas buscaron rápidamente en la fábrica urbana el símbolo de su identidad colectiva. Eran ciudades orgullosas de sí mismas, donde el decorado se convertiría en un atrezzo indispensable sobre el que proyectar el poder de un sistema o, mejor dicho, un sistema de poderes capaz de combinar el eco de la tradición y las nuevas necesidades de unas ciudades cambiantes que dejaban el Medievo atrás para mirar a la Modernidad. Y permanece así, en nuestra memoria histórica, punto por punto, Oviedo. Una ciudad rural, agrícola y artesanal, marcada por una silueta perfecta -el círculo- y salpicada de calles angostas, casas y tiendas, pequeños talleres artesanos, plazas y mercados, fuentes, hospitales y tabernas, iglesias y conventos y, omnipresente, la poderosa catedral de San Salvador.

Reproducción de un paisaje del Oviedo medieval. (LNE)
Así era el Oviedo de la Edad Media, todo él ceñido a un viejo recinto amurallado, apretado, del que despuntaban torres, campanarios, soleyeros, tejados y campanas mientras fuera de aquél cinturón se desparraman pequeños barrios vecinales, ecosistemas con vida propia y carácter semiurbano. Todo en perfecta armonía, como si de una partitura musical se tratara, donde no se puede cambiar ni desplazar ninguna nota.
Plano de Oviedo (1777) reproducción del realizado por Francisco Reiter y Elze (Oviedo, 22 de octubre de 1736 - 1815)
Aquello que tan bien supieron hacer los hombres del Medievo, concebir la ciudad como un palimpsesto de memoria e identidad, sobreponiendo lo nuevo a lo viejo sin menoscabar el pasado, pulsando una ciudad en movimiento constante, no ha tenido continuidad en épocas más recientes. Desde mediados del siglo XX, si no antes, una dolorosa "Edad Media en venta" ha traído como consecuencia la destrucción de su milenario núcleo histórico y la consecuente pérdida del protagonismo que tantos siglos de historia le dieron a Oviedo. La ciudad podría haber sido un punto de referencia si hubiese sabido explotar, a lo largo del tiempo, el patrimonio histórico y cultural heredado de tiempos lejanos. Algunas voces anteriores a la mía, mucho más autorizadas, gritaron durante décadas la necesidad de proteger esa herencia, resultando inútil cualquier intento de consenso y raciocinio.
La fuente de la Foncalada es una antigua 'pedra formosa' reutilizada en época medieval. (ovetum.blogspot.com.es)
El desprecio por la trama y el interés único por el monumento aislado, en el mejor de los casos, ha ocasionado una pérdida irreparable teniendo hoy que lamentar el vacío absoluto en la Plaza de la Catedral o la desaparición de edificios singulares del núcleo bajomedieval, como la Torre de la Gascona. Hemos arrancado las páginas de un libro bellísimo y ya no queda, ni siquiera, la memoria escrita de la siempre sugerente toponimia urbana. José Ramón Tolivar Faes publicó hace tiempo un bonito recuerdo a esos "Nombres y cosas de las calles de Oviedo" en un intento por mantener vivas las calles de la vieja ciudad: calle de los ferreros, del azogue, del portal, calle de la viña y de los albergues, calle estrecha de la torre, calle canónica, las carnicerías, la pescadería, la barbería? Una vieja ciudad tremendamente rural, repleta de hórreos y rodeada de campos: el campo de los herreros, el campo de los hombres buenos, el campo de Santa Clara y el de San Francisco, el Campo de los Patos?
Oviedo, de forma análoga a Lugo, Astorga, León y Braga, se asienta sobre un promontorio que favorece su defensa y la escorrentía de sus aguas pluviales y sucias. (Ovetum.blogpot.com.es)
Aquel Oviedo medieval fue un laboratorio de ideas y de saberes, de creación y de producción artística y cultural, de promoción y de emprendimiento. Un verdadero atelier que contribuyó a forjar la personalidad cívica y urbana de la otra ciudad, la contemporánea, esa que sigue sin valorar sus orígenes y sin sentirse orgullosa de su pasado.
Oviedo medieval. (Pinterest)
Proteger la ciudad es vivirla y respetarla. Es buscar en ella aquel "bien común" del espíritu medieval sin menoscabar su personalidad, su herencia, su raíz. Y preservar para el futuro los cimientos de una civilización que cada vez con más dificultad podemos disfrutar quienes nos sentimos en deuda con la historia es más que un derecho. Es un deber cívico que no sólo de los historiadores deberían reclamar.
Restos de la Muralla medieval de Oviedo. Foto: TILI - (Pueblos de españa)
FUENTE: MARÍA ÁLVAREZ FERNÁNDEZ - MEDIEVALISTA, DIRECTORA DE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA
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