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18 de julio de 2017

Andrés Lerín, el guardameta con el que el Gijón consiguió el primer ascenso de su historia

Lerín, la gesta de un gigante
Andrés Lerín
El nueve de abril de 1944, la victoria ante el Betis en El Molinón hizo al Sporting ascender a Primera División por primera vez en su historia
El ansiado ascenso a Primera División del sporting por primera vez en su historia .http://asturmix.elcomercio.es
Andrés Lerín, el guardameta que defendía la portería del equipo rojiblanco, escondía tras de sí una triste historia: su compromiso político anterior a la Guerra Civil había marcado, y marcaría, su carrera futbolística. Fue de justicia que aquel glorioso domingo, nueve de abril del 44, El Molinón estallase en una ovación unánime cuando el balón, disparado por un oportuno cabezazo de Calleja después de haber sido sacado a córner por Armando, sobrepasó la red defendida por Bueno, el guardameta del Betis. Por varias razones: la primera, porque aquel día los béticos jugaron más que peor –por más que asegurasen que el Sporting tenía el viento a favor-; la segunda, porque los rojiblancos, que jugaban en casa, fueron muy superiores y, la tercera y principal, porque aquel tanto estaba por otorgar al Sporting el ansiado ascenso a Primera División por primera vez en su historia.
Andrés Lerín nació en Jaurrieta (Navarra) el 7 de diciembre de 1913. (vavel.com)
Se llamaban Lerín, Ceballos, Sión, Marculeta, Victorero, Tamayo, Calleja, Cervigón, Luisín, Vitín, Gutiérrez, Paladini, Mijares, Benigno, Armandín, Chipía, Cholo Dindurra, Gundemaro, Sansón, Adolfo y Liz los miembros de la plantilla que, dirigidos por el gigante Amadeo Sánchez (el mote se lo dio el casi 1,85 de altura que aquel nueve de abril le comenzaba a corvar ya la osamenta, coronada por una boina eterna), llevaron al Sporting a la gloria. Nunca se habló mucho de sus vidas, imposibles, por otro lado, de desgajar de la época que les tocó vivir. Especialmente la de Andrés Lerín, «el alifante rojo», que aquella temporada 1943-44 frenó 29 goles y cuya marcha del Gijón un año más tarde pasó incomprensiblemente desapercibida en la prensa local.
Para saber por qué nadie habló del destierro deportivo de aquel navarro monumental que le sacaba media cabeza incluso a Amadeo (superaba el 1,90 de estatura, y de diámetro pectoral tampoco se andaba corto) hace falta remontarse a la contienda civil. Sus consecuencias las pagó Lerín toda su vida, antes y después de jugar en un Sporting que también había tenido que ser renombrado tras la victoria del bando sublevado, poco amigo de los extranjerismos y que impuso como nombre el poco querido por los gijoneses “Real Gijón”.
Una parada de Andrés Lerín - S. ZARCO-ARCHIVO MARCA
Porque, que sepamos, Lerín tuvo en su vida dos pasiones que acabaron por contraponerse, por molestarse y hacerse inviables juntas: primero, el fútbol; después, la política. Navarro de Jaurrieta aunque emigrado de crío a Aragón –no en vano, en Gijón le conocimos como «El Maño»-, Lerín debutó en el Tudelano a eso de los trece años, de guardameta, como no podía ser de otra manera dado su contundente esqueleto, y se haría famoso a principios de los años 30, como portero del recién consolidado Zaragoza. Allí, el primer equipo al que contribuyó a subir a Primera, lo conocieron como «El Brozas», pero la alegría duró poco. Llegó 1936 y a Lerín, por lo demás convencido defensor de la República, le pilló el estallido de la guerra en Hondarribia de vacaciones.
Desde Perpignan que, al otro lado de la frontera, le proporcionaba seguridad, comenzó a trabajar en una fábrica de explosivos para ayudar al gobierno republicano español –cuentan que estuvo alineado con la 43ª División, «La Heroica»-, jugó con el Badalona en los ratos libres y, no queda exactamente claro cómo, en el 39, cuando se perdió la guerra, acabó internado en el campo de Saint-Cyprien. Cuenta la leyenda que cuando las autoridades francesas detuvieron a Lerín en Marsella lo que intentaba, en vez de volver a España, era marcharse a Argentina, donde le habían ofrecido jugar en un equipo de primera división. No lo consiguió, pero allí, en Saint-Cyprien, no todo fue malo. A Blanca, su mujer, la conoció allí (ella era enfermera), y previsiblemente nuestro fútbol se hubiera quedado, en beneficio del francés, sin su particular «alifante» si no hubiera sido porque, en cosa de unas pocas semanas, estalló la Segunda Guerra Mundial.
Retirado del campo en Murcia tras un fuerte choque - FOTO LÓPEZ-ARCHIVO MARCA
Así que Lerín volvió a España. Una que ya no era la suya; en la que mandaban ya otros y se pagaba caro el haber comulgado con el anterior gobierno. El navarro acabó confinado en un campo de concentración en Reus y fue sometido a un juicio del que pudo salir con vida, pero con una sanción que le impedía jugar al fútbol durante seis años y que le señalaba como un individuo poco recomendable al que había carta blanca para marginar. De lo primero le libró un contacto, bien situado entre las filas de la derecha; de lo segundo era imposible escapar. Lerín volvió a pisar el terreno de juego en 1942, pero en el Real Zaragoza su compromiso político durante la guerra pesaba demasiado como para que volviera a ser el queridísimo «alifante» de antes: ahora solo era un «rojo» al que señalar e insultar.
Tres imágenes de lerín
Abandonó. «Hasta los niños me llamaban rojo por la calle», reconoció años después. Zaherido, buscó otro equipo donde jugar, cuanto más lejos mejor. Así fue como llegó al Real Gijón. «Era mi única esperanza», reconocería. No fue fácil: las autoridades, aquí, le miraban con los mismos malquereres que en el equipo maño; pero la afición sí acogió bien a aquel gigantón de cuyos antecedentes políticos no habló ningún periódico y que, en el fondo, tenía buen corazón. Para muestra, un botón: cuando el Jerez visitó Gijón, el 30 de enero del 44, el cancerbero maño cayó, tan rotundo era, sobre Alfonso, uno de los jugadores del equipo contrario, destrozándole el fémur. A los tres días, la pierna de Alfonso había comenzado ya a gangrenarse y, con tremenda pena, el doctor Aquilino Hurlé tuvo que cortársela. Ninguno de los días que Alfonso estuvo hospitalizado dejó Lerín de visitarle e incluso llegó a organizar actos benéficos para recaudar fondos para el infortunado jugador.
Lerín con la camiseta del Real Zaragoza. (Ultra Boy)
Nunca se supo demasiado bien cómo, pero Lerín solo jugó una temporada más en Gijón. En 1945, probablemente por las presiones de la derecha –bien implantada, obviamente, en toda la sociedad, pero sobremanera en el mundillo del periodismo deportivo-, simplemente se fue. Acabó en el Murcia, «desterrado», según él mismo se sintió, precisamente en el equipo para el que había acabado de fichar Alfonso poco antes de la lesión que acabó con su carrera. Acérrimo socialista que jamás renegó de sus ideas por más que estas le hicieran acabar en el olvido futbolístico –solo regresó al Zaragoza ya retirado, como masajista-, Andrés Lerín, el guardameta con el que el Gijón consiguió el primer ascenso de su historia, murió a los 84 años, en 1998. Le llamaban «alifante» por la estatura y «rojo» porque lo era. Combinado con el blanco, el mejor color.
Plantilla del Sporting de Gijón con Lerín de portero
FUENTE: ARANTZA MARGOLLES
Arantza Margolles Beran



Arantza Margolles Beran nació en Gijón, 1982. Licenciada en Historia por la Universidad de Oviedo y Máster en Arqueología y Patrimonio por la Universidad Autónoma de Madrid. Coautora de "Villafría 1934: Luz en la memoria" y "El crimen de ayer", ambos publicados en 2012. Colaboradora semanal en El Comercio y Noche tras Noche (RPA).







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3 comentarios:

  1. Discúlpenme, con todo el respeto, pero en el artículo hay ciertos errores. En primer lugar, en Gijón nunca se le conoció como "El Maño", puesto que ese apodo se lo puso en el Real Murcia, José Griera (le entrenó en 1945 y 1946, por su pasado zaragozista y fue en tierra murciana donde fue conocido por tal nombre, en Gijón no se le llamó jamás así, se le apodó Lerón (por su 1'90 de altura). Tampoco estuvo nunca estuvo en el frente con la Heróica, estuvo de vigilante en una fábrica de explosivos y en un polvorín (que con la reunificación de tres unidades se crea la famosa "Heroica" y pasa a depender de él), mientras jugó al fútbol con el Badalona en el Campeonato de Cataluña y en algún encuentro de la Liga Mediterránea. Con la Batalla del Ebro, es destinado a otro polvorín en el Pirineo, para reforzar a los combatientes, que es bombardeado. Los supervivientes, entre los que se encontraba, deciden pasar a Francia (es junio de 1938). Desde esa fecha hasta octubre está internado en el campo de refugiados de Saint Cyprien, permaneciendo allí desde junio hasta octubre de ese año. En dicho campo, conoció a la que sería su mujer, la enfermera aragonesa Blanca Villar. Fue rescatado del penoso lugar gracias al fútbol y fichó por el Perpiñán F.C., donde jugó las temporadas 1938-39 y 1939-40, ya en plena Segunda Guerra Mundial. En 1941 regresó a España por voluntad propia, y es juzgado, absuelto en lo penal, pero sancionado con cinco años sin ejercer su profesión de futbolista, sanción que queda reducida a uno tras su recurso amparado por directivos del Real Zaragoza, su último equipo antes de la Guerra Civil.En la temporada 1942-43 volvió a disputarla con el Real Zaragoza, aunque solo se alineó en 4 ocasiones con el equipo maño. Después, fichó por el Sporting de Segunda División, donde fue titular, e intervino en 28 partidos de la campaña 1943-44. Fue la campaña del ascenso y también la del lamentable choque en el que perdió la pierna Alfonso. En el artículo dicen que desapareció de Gijón sin pena ni gloria y que solo estuvo una temporada. No solo no desapareció sino que el club le renovó y jugó con el Sporting en Primera División en la temporada 1944-45 en veinte encuentros (la mayoría de la campaña), su segundo año en Gijón, ejerciendo de segundo capitán del equipo por detrás de Cholo Dindurra (el gijonés lo hizo casi todo el año y el navarro solo en un encuentro). El club rojiblanco quiso que se quedara, pero Lerín tenía un "compromiso moral" con los pimentoneros (palabras del propio guardameta) y por mediación del propio Alfonso se fue al Real Murcia. Allí, vivió desagradables incidentes por su pasado republicano (alguno también vivió en sus primeros tiempos en Zaragoza). Jugó dos años y no renovó contrato, volvió al Real Zaragoza hasta su retirada. Se dice en el artículo que "acabó como masajista". Era su profesión, antes de retirarse realizó los cursos de masajista deportivo en la capital aragonesa y los que la Federación Española de Fútbol realizaba en Madrid. De todas formas, en el Zaragoza solo ejerció como masajista cuatro o cinco temporadas, puesto que el club prefirió que entrenara. Lo hizo al equipo juvenil, al filial y al primer equipo zaragozista (en solo un encuentro, Se le ofertó el cargo de primer entrenador, pero el propio Lerín no lo aceptó porque prefería entrenar a chavales (como el mismo dijo). Finalmente, fue durante muchos años delegado del Real Zaragoza hasta su jubilación, con tal motivo el equipo maño le impuso la insignia de oro del club.

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    1. Estimado lector. Agradezco sus aportaciones y correcciones, aquí quedan aportadas y aclaradas. Muchas gracias por visitar este modesto blog.
      Saludos cordiales

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  2. Muchas gracias , a veces es "delicado" puntualizar alguna información incorrecta. Así que, doblemente agradecido, como aficionado a la historia deportiva lo valoro doblemente. Y enhorabuena por su blog (que no es la primera vez que visito y, sinceramente, me encanta), los errores de este artículo vienen dados por otras informaciones incorrectas aparecidas en otros blogs y páginas web sobre el mismo jugador). Muchas gracias y le reitero la enhorabuena por su blog.

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