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14 de abril de 2013

La explosión ocurrida en Ensidesa en 1971

El aviso de muerte que nadie quiso oír 
Trabajadores y autoridades, ante la acería tras la explosión. La Nueva España
Una de las víctimas de la explosión ocurrida en Ensidesa en 1971 advirtió sin éxito a sus superiores del peligro semanas antes del suceso. La familia de Jaime González asegura que hubo un complot entre la compañía estatal y los tribunales para silenciar la negligencia
El ministro de Industria visita a uno de los heridos en el Hospitalillo de Ensidesa. La Nueva España
Una de las víctimas de la explosión registrada en Ensidesa hace más de cuarenta años advirtió del peligro a sus superiores semanas antes del suceso. «Eso va a estallar en cualquier momento en el focico de los más inocentes», repetía a su familia un día tras otro Jaime González Álvarez, maestro industrial y uno de los responsables del mantenimiento mecánico en la acería. Así fue. A las diez y treinta y siete minutos de la mañana del 6 de febrero de 1971, sábado, una caldera de vapor y agua sobrecalentada de la acería LD-I saltó por los aires.
Detalle de la instalación siniestrada. La Nueva españa
El hombre que advirtió del peligro de muerte fue una de las víctimas. Falleció dos días después en la unidad de quemados del hospital madrileño de La Paz. Tenía 39 años, mujer y cuatro hijos de entre 5 y 17 años. Su familia intentó demandar a Ensidesa pero se encontró con un muro de silencio. Asegura que hubo un complot de la compañía estatal y de los tribunales para silenciar una negligencia que se saldó con diez familias destrozadas y más de ochenta heridos. Arturo González Cienfuegos era un quinceañero cuando perdió a su padre. De aquello hace muchos años pero todavía hoy sigue recabando información sobre lo que ocurrió aquel fatídico día y lo que envolvió al suceso.
Arturo González Cienfuegos, con la Fábrica al fondo. Mara Villamuza. La Nueva España
«Mi padre advirtió de que las válvulas no respondían y que el calderín iba a acabar explotando. No le hicieron caso. La producción primaba por encima de la seguridad, por encima de todo», relata González Cienfuegos, que prepara un libro sobre la explosión de Ensidesa y las consecuencias que tuvo en su familia. Jaime González era uno de los responsables del mantenimiento mecánico de la acería y enlace sindical. Pertenecía a la rama más progresista del sindicato vertical. «Semanas antes del suceso detectó que las válvulas de uno de los calderines estaba en malas condiciones, atascada y que no respondía. Unos días antes, de hecho, estuvo con varios operarios intentando desatascar la válvula de seguridad porque la caldera empezó a coger presión y el mecanismo no respondía. Hizo partes para avisar del peligro pero esos informes fueron obviados», explica Arturo González. Siempre según el relato familiar, el día de la víspera del accidente Jaime González avisó a sus superiores de que había que detener la instalación de inmediato. 
El quiosco de Llaranes destruido. La Nueva España
Su petición volvió a caer en saco roto. «No será para tanto, que espere al lunes que hay una parada programada», obtuvo por respuesta. Esa noche, como tantas otras, buscó desahogo en su mujer, Aida Cienfuegos, más conocida en Llaranes por «La practicanta». Le explicó que el calderín funcionaba igual que una olla express: «Cuando la válvula se queda atascada la olla sigue calentando hasta que revienta». Para entonces el maestro industrial parecía oler la muerte. Se planteó no ir a trabajar al día siguiente. Su esposa le propuso pedir la baja. Él cerró la conversación con cuatro palabras: «El trabajo es sagrado». El sábado fatídico, Jaime se reunió con el ingeniero jefe de área a las nueve de la mañana. «Le dijo que se estaba pensando seriamente aceptar un puesto en Madrid que le habían ofrecido y le contó lo del seguimiento de la válvula. En ese momento llegó una delegación japonesa a la fábrica y se emplazaron para continuar con la conversación un poco más tarde, así que mi padre se fue para el taller», detalla su hijo Arturo, el tercero de cuatro hermanos. 
Uno de los heridos llora a las puertas del hospital. La Nueva España
Minutos después hubo un estallido ensordecedor. La caldera de la acería LD-I había volado por los aires. Eran las diez y treinta y siete minutos de la mañana. «Mi padre acababa de llegar a la oficina y de sentarse junto a otro compañero cuando explotó el calderín. La nave se llenó de vapor, la onda expansiva arrancó la barandilla de la oficina y cuando salieron de la sala cayeron al vacío. El otro maestro industrial, José Fernández, murió en el acto. A mi padre lo rescataron y lo trasladaron al Hospitalillo», cuenta. El sanatorio de Ensidesa se convirtió en cuestión de minutos en una especie de hospital de campaña bajo la coordinación de Mauro Aguado. «El hospitalillo se vio superado, mi madre dice que aquello era un caos. Según llegaban los heridos, a decenas, les ponían una u otra etiqueta en función de su gravedad», prosigue. A su padre lo etiquetaron como leve. Tenía el 75 por ciento del cuerpo quemado.
A las 10:37 de la mañana del día 6 de Febrero de 1971 se produjo el mayor accidente en las industrias de Avilés, una de las calderas de la LD-I de Ensidesa salto por los aires, causando la muerte de una persona y lanzando restos de la explosión a más de 2 km. Facebook: Fotos del viejo Avilés.
FUENTE:  AMAYA P. GIÓN. Publicado por La Nueva España el 13-02-2011. Ver enlace.
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Cuando en Avilés llovieron piezas metálicas que pesaban toneladas
Un fragmento metálico en plena calle, en Llaranes. https://www.facebook.com/pg/Fotos-del-Viejo-Avil%C3%A9s-243792589087265/photos/?tab=album&album_id=354247301375126
La explosión en la petroquímica de Tarragona recuerda a un accidente ocurrido en Ensidesa, en 1971, que lanzó piezas y planchas a kilómetros de distancia y que causó ocho muertos

Los titulares y las imágenes de portada en La Voz de Asturias mostraban la gravedad de la explosión registrada en Ensidesa el 6 de febrero de 1971, un sábado. La Voz de Asturias

La Voz de Asturias
Un centenar de trabajadores trabajaba ese sábado, 6 de febrero de 1971, en la acería de Ensidesa en Avilés. Eran las 10:30 de la mañana y la inmensa mayoría se encontraba en el exterior, comiendo el bocadillo. Una espectacular explosión sacudió a los relajados trabajadores y a toda la ciudad. El ensordecedor estallido destruyó cristales en varios kilómetros a la redonda y lanzó planchas de acero, válvulas y objetos de gran tonelaje a gran distancia, arrasando todo lo que encontraba a su paso, incluyendo la vida de ocho personas, algunas inmersas en su rutina diaria y ajenas a la fábrica. Segundos después de la deflagración, el escenario podría haberse confundido con el de una guerra. Paredes destruidas, vías del ferrocarril levantadas, estructuras caídas, decenas de heridos, la línea telefónica cortada... Los cronistas de La Voz de Asturias de la época llegaron a encontrar testigos que vieron «vehículos en marcha levantados por el aire». Así que esta misma semana, los avilesinos de cierta edad, cuando escucharon la historia del vecino de Tarragona muerto por una pieza que voló varios kilómetros desde la planta petroquímica que sufrió un accidente, hicieron memoria y recordaron que a ellos ya les había sucedido.

Así era Ensidesa en Avilés, en 1971, según una imagen publicada por La Voz de Asturias

«A las 10:30 de la mañana del sábado se ha marcado un hito trágico en la historia de la Empresa Nacional de Siderurgia de Avilés», decía el ejemplar de La Voz de Asturias del 7 de febrero. Para entonces ya había algunos datos claros. La explosión había tenido lugar en un depósito receptor de vapor, que se había recalentado en la acería LD-1. Era una máquina de 25 metros de altura, cuatro de diámetro y cinco centímetros de espesor, que contaba con dos válvulas de seguridad que fallaron y no avisaron de lo que sucedía. La conmoción fue grande, se vivieron escenas de pánico, los familiares de los trabajadores comenzaron a caminar hacia la fábrica para tratar de encontrar a los suyos, ante la imposibilidad de comunicarse de otro modo. Los rumores se intensificaron. El secretario general de Ensidesa, Muro de Zaro, se dirigió a los estudios de radio para contar en directo qué es lo que había sucedido. Se formaron colas para donar sangre. Acudieron bomberos de Ensidesa, Avilés, Gijón y Oviedo. Se llamó a todo el personal sanitario disponible. Voluntarios empezaron a recoger escombros de carreteras, calles,... La movilización fue inmediata.

Estado en el que quedaron las vías en el interior de Ensidesa con la explosión del 6 de febrero de 1971, en una imagen publicada por La Voz de Asturias

Tras el ruido ensordecedor, el impacto de las escenas de destrucción hizo temer que hubiera decenas de víctimas. Temían levantar cascotes y encontrar muertos. El balance cinco días después de los hechos fue grave pero no tanto. Había ocho fallecidos. Siete en las primeras 24 horas. El octavo murió en el Hospital de La Paz, en Madrid, a donde fue trasladado para tratarse de las graves quemaduras que había sufrido en el 70% de su cuerpo. El entonces arzobispo, Gabino Díaz Merchán, ofició un multitudinario funeral en la ciudad. Además, más de un centenar de heridos de diversa consideración fueron atendidos. No solo se trataba de trabajadores. Entre el listado de víctimas había avilesinos sorprendidos por la lluvia de todo tipo de piezas metálicas que pesaban toneladas.

Imagen de La Voz de Asturias que muestra los daños causados por la explosión de Ensidesa registrada el 6 de febrero de 1971

Historias de aquel día
Los periódicos se hicieron eco de algunas de las rocambolescas y trágicas historias que se vivieron en apenas unos segundos. Una de las que más repercusión tuvo fue la de la mujer que perdió la vida en las inmediaciones del quiosco de Llaranes, situado en el cruce con la carretera de Avilés a Gijón. Se trataba de Inocencia Pastur. Una de las imágenes que acompaña esta información muestra el estado de desolación en el que quedó, con apenas una pared en pie, el pequeño mostrador semivolcado y el resto reducido a cascotes, antes la expectación de los vecinos y la vigilancia de un Guardia Civil. Pastur era esposa de un trabajador de Ensidesa. También en Llaranes otros tuvieron más suerte. Nuevamente la noticia de La Voz de Asturias del 7 de febrero cuenta que «un improvisado obús abrió un tremendo boquete en la sastrería panadería Elías». En su interior, se encontraba el dueño, que sufrió un susto tremendo pero no heridas de consideración.

Imagen de La Voz de Asturias que muestra el estado en el quedó el quiosco de Llaranes, arrasado por una pieza que voló de la explosión de Ensidesa

Belisario José Cobo Cobo. Este es el nombre del protagonista de otra de las historias más repetidas. Este camionero de origen cántabro llegó a Avilés la tarde del viernes, conduciendo un camión de 26 toneladas de ferromanganeso, con intención de descargarlas en la acería. Sin embargo, unos trámites administrativos que se retrasaron más de lo debido le obligaron a esperar hasta la mañana del sábado. A las 10:30 de la mañana, al volante de su vehículo estaba junto en la entrada de la fábrica. La onda expansiva le llevó por delante. Algunos medios decían que el cuerpo había quedado destrozado, incluso decapitado. «Esta casualidad le costó la vida», decían los periodistas de la época. Algunos testigos señalaban ya entonces que la tragedia podía haber sido incluso peor. Una de las piezas que pesaba toneladas y que salió dispara a gran velocidad pasó muy cerca de un gasómetro. Si se lo hubiera llevado por delante, aseguran que la explosión habría tenido una repercusión muy superior en víctimas.

Uno de los boquetes abierto en una casa de Llaranes (Avilés) por las piezas que volaron en la explosión de Ensidesa, registrada el 6 de febrero de 1971. La imagen fue publicada en La Voz de Asturias del día siguiente

Un improvisado obús
Una gran viga de hierro, parte de la estructura de la fábrica de Ensidesa, que entonces contaba con más de 20.000 trabajadores, siguió su propio camino. Este «improvisado obús», como llegaron a denominarlo, aterrizó en las inmediaciones del colegio de los Padres Salesianos, cerca del patio. Los alumnos del centro se convirtieron también en improvisadas fuentes para los periodistas, calibrando hasta el peso que podían tener aquellas piezas. Si el arco descrito por la trayectoria hubiera sido apenas unos metros más ancho, centenares de alumnos habrían corrido mucho peor suerte y la tragedia habría sido de otra dimensión. Los medios siguieron todavía en varios números lo que sucedía. La llegada de las autoridades a Asturias para solidarizarse con los avilesinos. Entre ellos, el más destacado fue Ministro de Industria, José María López de Letona. Los mensajes de condolencia de Franco y del entonces príncipe Juan Carlos. La identificación de las víctimas tardó horas y horas, así que en cada puerta se inscribía un nuevo nombre. 
A las 10:37 de la mañana del día 6 de Febrero de 1971 se produjo el mayor accidente en las industrias de Avilés, una de las calderas de la LD-I de Ensidesa salto por los aires, causando la muerte de una persona y lanzando restos de la explosión a más de 2 km. https://www.facebook.com/pg/Fotos-del-Viejo-Avil%C3%A9s-243792589087265/photos/?tab=album&album_id=354247301375126
El número exacto de los heridos y su evolución. La investigación para determinar con exactitud lo que había sucedido. Las obras de reparación y la puesta en marcha de toda la planta, ya que el accidente obligó a parar los cuatro altos hornos, dos acerías y las estaciones de laminación. Las pérdidas fueron millonarias. Al margen del coste humano, la acería LD-1 en la que se registró la explosión producía diariamente 1.500 toneladas de acero. En una pieza periodística del primer día, La Voz hacía una pequeña cronología de lo acontecido. Se titulaba Angustia y sobrecogimiento de Avilés, la firmaba Silverio de Legorburu y hacia una descripción física y emocional de lo que se encontró: «Miles de cristales estallaron, personas y vehículos eran barridos literalmente por la ola expansiva y las gentes buscaban el refugio del cielo abierto y el intercambio de unas palabras de reacción o tranquilidad, por más que se estuviese muy lejos de todo ello, entre angustia y sobrecogimiento, al borde del shock».
La zona de la explosión quedó arrasada, como se aprecia en la imagen. El resultado son 8 fallecidos y más de 50 heridos. Recuerdos de Llaranes.
FUENTE: SUSANA D. MACHARGO. Publicado por La Voz de Asturias el 17/01/2020. Ver enlace.
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AUTORES.


Amaya P Gion. Redactora en La Nueva España
. Periodista (Universidad Complutense de Madrid). Curso de Community Management (Fundación Uned). Redactora con experiencia en diferentes secciones del diario asturiano FUENTE: LA NUEVA ESPAÑA. Linkedin


Susana Díaz Machargo. Ciencias de la información.
Periodismo en la Universidad Pontificia de salamanca. Redactora en LA VOZ DE ASTURIAS, editora de contenidos y redes sociales. Técnico de comunicación. Especialista en relaciones con los medios y en comunicación corporativa. Redacción de notas de prensa, discursos, dossieres temáticos, publireportajes... FUENTE. Linkedin.

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