Una milicia hecha ejército
Ilustración de Alfonso Zapico |
Ilustración de Alfonso Zapico |
La guerra civil, en Asturias, fue una contienda en la que los dos bandos
enfrentados estaban en absoluta desigualdad de condiciones. Por el lado
de los sublevados, había un Ejército perfectamente estructurado,
experimentado, con todos sus cuadros, soldados y armamento, en el que
fue fácil incorporar a los voluntarios o reclutas llamados a filas.
Además, el coronel Aranda, al hacerse cargo de la Comandancia de
Asturias, en previsión de que se pudiera repetir otra intentona
revolucionaria como la de octubre de 1934, había aumentado la dotación
armamentística, particularmente de ametralladoras. La incorporación de
León al bando de los sublevados permitió a éstos disponer de la base
aérea de la Virgen del Camino desde la que poder enviar con facilidad
aparatos de guerra contra Asturias. La base militar naval del Ferrol
permitió también a los sublevados contar con el dominio en el
Cantábrico. Cuando los republicanos quisieron contrarrestar ese poder,
fue a costa de desproteger el estrecho de Gibraltar, lo que permitió el
paso acelerado de tropas del norte de África a la Península para apoyar a
los sublevados, como más adelante se verá.