Hipatia en el recuerdo |
Rosario de
Acuña y Villanueva (1850-1923). A caballo entre dos siglos transcurrió la vida
de esta mujer polémica, valiente, libre-pensadora y de espíritu crítico, muy
admirada y leída por unos y denostada y marginada al mismo tiempo por otros de
sus contemporáneos. Escritores en la B.N.E.
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El día 5 de mayo del año 1923 fallecía en su casa de El Cervigón Rosario de Acuña y Villanueva. Una traicionera embolia cerebral acabó de manera inesperada con la vida de quien, renunciando a los privilegios que su distinguido origen le tenía reservados, prefirió caminar con valeroso entusiasmo por la intrincada senda de la «verdad y la libertad», por más que tal decisión le acarreara todo tipo de penalidadesLa Nueva EspañaNacida el primero de noviembre de 1850 en el seno de una distinguida familia que hundía sus orígenes en las raíces de los Grandes de España, sus primeras décadas de vida debieron semejarse bastante a las de aquellas jovencitas de la burguesía madrileña que la novela realista tan bien nos ha retratado: una vida cómoda salpicada por fiestas, teatro, viajes, modas... y ¡poesía!, para la que la señorita de Acuña parece estar especialmente capacitada, a tenor de los parabienes que reciben algunas de sus obras. En 1876 su vida parece felizmente encarrilada: en febrero alcanza un clamoroso éxito con el estreno de «Rienzi el tribuno», su primera obra dramática; y en abril se casa con el capitán de Infantería Rafael de Laiglesia y Auset, con quien a finales de junio se traslada a Zaragoza, donde el matrimonio fijará su nueva residencia. Sin embargo, unos años después Rosario se separa de su marido, se declara librepensadora, ingresa en la masonería y se convierte en una escritora militante.