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13 de diciembre de 2018

Covadonga, un nombre inolvidable

Destino de reyes y papas
REINA ISABEL II ESPAÑA. (Todocolección)
Isabel II abrió en 1858 una serie de visitas a la cuna de la monarquía española, culminadas por Juan Pablo II en 1989
El Papa Juan Pablo II frente a la imagen de la Virgen de Covadonga-Asturias. (El Comercio)
https://www.lne.es  
Hace un siglo. En la primera fase de su exilio dorado y triste, Alfonso XIII solía pasar horas muertas en los vestíbulos de los hoteles más lujosos de Europa. Francesc Cambó, que había sido su ministro de Fomento y después de Hacienda, recordaba su mirada perdida en el hall de Le Meurice parisino, "detrás de una mesa, sentado solo, sin la compañía de un libro, de un diario o de una copa". Y así durante horas. Habían pasado poco más de quince años desde que Cambó, catalán, catalanista y conservador, y el rey Alfonso XIII pasaran una jornada memorable en el santuario asturiano de Covadonga. Era el 8 de septiembre de 1918, el día en el que fue inaugurado el parque nacional de la montaña de Covadonga. Cambó (1876-1947) fue el encargado de pronunciar, como ministro de Fomento, el discurso más "técnico". Le escuchaban el rey y la reina Victoria Eugenia; el entonces presidente del Consejo de Ministros, Antonio Maura, y el flamante comisario de Parques Nacionales, Pedro Pidal. Su gesta de 1905 en el Naranjo de Bulnes junto a El Cainejo era especialmente recordada en la montaña asturiana.
Alfonso XIII firma el acta de coronación de la Santina. (LNE)
Unos meses antes, el 1 de junio de 1918, el propio Pedro Pidal, que era senador, escribía un encendido elogio de Covadonga y su significado, en un artículo en el que pedía todo el esfuerzo de la Administración central para el nuevo espacio natural protegido. En Covadonga, decía, se aúnan religión, naturaleza e historia. Y hablaba de trascendencias con ese tono decimonónico que cultivaban los políticos de la época: "Sin Pelayo no hubiera visto El Cid ensancharse Castilla, ni Colón ensancharse el océano, ni Cervantes ensancharse el mundo delante del habla castellana".
Sobre un prado del santuario, una alfombra; sobre ella, dos sillas que parecían tronos. Alfonso a la derecha, Victoria Eugenia a la izquierda. Cerca de ellos, un gentío. Al fondo, la basílica, cuya primera piedra colocó Alfonso XII en 1877. En realidad, lo que activó el rey fue un barreno. La basílica de sillares rosas que mira al monte Auseva fue inaugurada en 1901, fecha en la que se inicia la etapa moderna del santuario.
Procesión de la coronación de la Virgen de Covadonga el 8 de septiembre de 1918. (LNE)
Aquel día de 1918 tuvo lugar otra ceremonia simbólica: la coronación de la Virgen de Covadonga (también el Niño tuvo su minicorona y también sufragada por cuestación pública). Esa coronación de las imágenes corrió a cargo de Victoriano Guisasola, elegido protocolariamente por dos motivos. El primero y más importante, que era arzobispo de Toledo -la gran sede nacional de la Iglesia española-, y el segundo, porque había nacido en Oviedo hacía 66 años. Falleció dos más tarde.
No eran tiempos fáciles aquéllos de 1918. Como antecedente inmediato, la primera huelga general revolucionaria en agosto del año anterior. Decenas de muertos en toda España. Los gobiernos iban y venían, con rapidez enfermiza. La crisis catalana (por este país parece que no pasa el tiempo) se agudizaba. La primavera de 1918 fue de reivindicaciones obreras y huelgas, el Gobierno ultimaba un proyecto de autonomía regional y, en otro orden de cosas, la epidemia de gripe golpeaba con ardor. La I Guerra Mundial estaba a punto de finalizar (y con ello buena parte del negocio español como país neutral). El indulto general que sacó de la cárcel a miles de obreros llegó en agosto de 1919. España decretaba la jornada laboral de ocho horas.
Alfonso XIII. (La razón)
Aquel día de Covadonga, el ambiente en el santuario no reflejaba la efervescencia social y política del país. Tres años antes, Alfonso XIII y Victoria Eugenia habían girado visita a Covadonga, y las crónicas recogieron las palabras de la reina ante el paisaje de la montaña: "No he visto nada más hermoso en los días de mi vida". Dicen que aquel día "nació" el parque nacional de Covadonga. La ley de Parques había sido aprobada en diciembre de 1916. La reina, el consorte, los niños y el confesor. Isabel II llevó a Covadonga a toda la familia. A su esposo, Francisco de Asís, a sus hijos Alfonso, príncipe heredero, e Isabel. El que iba a convertirse en Alfonso XII tenía en agosto de 1858, fecha de la visita real, menos de un año de edad. Isabel, su hermana mayor, había nacido en 1851. El matrimonio de Isabel II y Francisco de Asís Borbón tuvo doce hijos y un sinfín de calamidades porque la mitad de ellos murieron al nacer o de muy niños. De hecho, Alfonso, el heredero, fue el séptimo hijo de la pareja. Las crónicas relatan la llegada de la comitiva real a Cangas de Onís, el 27 de agosto de 1858. Un arco de triunfo esperaba a Isabel con la leyenda: "A la Reina, la Corte de Pelayo". Pernoctó en Cangas y al día siguiente, a las nueve de la mañana ya estaba en Covadonga, un santuario que aún no tenía basílica.
REY CONSORTE FRANCISCO DE ASÍS DE BORBÓN. (Todocolección)
No era fácil llegar hasta Covadonga. Lo había comprobado la Casa Real un año antes cuando visitaron el santuario la infanta María Luisa Fernanda y su esposo, Antonio de Orleans, duque de Montpensier. Ninguno de los dos fueron protagonistas de primera línea en la historia de España, pero muy bien pudieron serlo. María Luisa era la segunda hija de Fernando VII y María Cristina. Su esposo tuvo pretensiones al trono de España y no estuvo lejos de él cuando, tras la revolución de 1868 y la marcha de Isabel II al exilio, el duque presentó candidatura, que fue rechazada en beneficio de la de Amadeo de Saboya. Así que en 1858 se arreglaron carreteras y puentes para que la comitiva de la reina y acompañantes tuvieran un viaje más cómodo. En esa comitiva viajaba Antonio María Claret, un catalán de 51 años que, como confesor de la reina, tenía una honda influencia en Isabel, mujer cuya biografía impedía sin duda que sus confesiones fueran aburridas. Claret, fundador de la congregación de los Misioneros Claretianos, sería canonizado en 1950. El bebé Alfonso fue confirmado en el santuario de Covadonga, junto a su hermana, una niña de apenas 7 años. La reina escuchó misa en El Collado, y pasadas las dos de la tarde la comitiva emprendió viaje de regreso a Gijón, punto base de la visita, que tenía todas las trazas de unas vacaciones: unos veinte días de agosto alojada en el palacio del conde de Revillagigedo.
D. Antonio María de Orleans y Dº María Luisa Fernanda de Borbón, Duques de Montpensier. Representación de La Ilustración Española.
Para retratar la situación general de España en aquel 1858, un dato demoledor: había en todo el país 53 institutos de Secundaria. Un templo que unía dos reinados. Alfonso XIII, rey en el mismo momento de su nacimiento, fue coronado en mayo de 1902, recién cumplidos los 16 años. Lo primero que hizo fue iniciar una gira por España, que incluía Asturias y también Covadonga. Las crónicas dicen que estuvo acompañado de su hermana María de las Mercedes, nacida en 1880 y que iba a morir dos años más tarde, a los 24, a consecuencia de un parto. Fue una visita amplia e intensa: las cuencas mineras, Gijón, Oviedo, Avilés, las localidades de la desembocadura del Nalón... Y el santuario donde, un cuarto de siglo antes, en 1877, su padre Alfonso XII había inaugurado las obras de la basílica, en la cripta del templo. Aquellas obras de 24 años de duración unieron dos reinados. La visita de Alfonso XIII, además de tener un carácter de presentación ante los ciudadanos, sirvió también de inauguración oficiosa al templo, cuyos trabajos de construcción habían finalizado apenas unos meses antes. 
ESTAMPA RECORDATORIO JUAN PABLO II EN COVADONGA 21 AGOSTO 1989. (Todocolección)
El Papa que no para de rezar. Fueron 14 minutos de oración y silencio: Juan Pablo II orando en la cueva ante la Santina. A su lado, el entonces arzobispo de Oviedo, Gabino Díaz Merchán, y el Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón. Los miles de asistentes a los actos religiosos del Pontífice en el santuario se agolpaban al aire libre, siguiendo la ceremonia por pantallas gigantes. El Papa polaco rompió el protocolo con su oración. Estaba prevista que fueran como mucho diez minutos, pero Wojtyla, absorto frente a la imagen, dejó transcurrir el tiempo. Para los locutores de televisión y radio, que seguían los acontecimientos en directo, aquello fue una eternidad. Díaz Merchán se armó de valor y se acercó a Juan Pablo II. Le dijo, casi en un susurro: "Santo Padre, tenemos que continuar". Sólo en ese momento el Papa se alzó y se despidió de la Santina, a la que calificó de "madre y maestra de la fe católica". Covadonga fue uno de los actos centrales de una parada por Asturias que duró treinta horas. Un paseo en papamóvil por Oviedo, visita a la Catedral y a la Cámara Santa, misa en La Morgal (una de las mayores congregaciones humanas que se vieron nunca en Asturias) y pernocta en Covadonga, donde al día siguiente tuvo lugar la oración ante la Virgen, "esencia, altar mayor, latido de España y una de las primeras piedras de la Europa cristiana".
Juan Pablo II paseando a la orilla del lago Enol, el 21 de agosto de 1989. (LNE)
Después, subida a los Lagos. Alguien había comprado unas playeras deportivas para que el Papa pudiera pasear por las praderas. Le quedaban grandes, muy grandes, pero sirvieron.
El futuro Juan XXIII. En 1954, Angelo Giuseppe Roncalli era un cardenal -y arzobispo de Venecia- que sonaba para Papa. El problema es que ya tenía 73 años, una edad que parecía restarle puntos. Ese año visitó España y estuvo en Asturias los días 21 y 22 de julio. Llegó a Covadonga medio enfermo, porque el día antes, en Comillas, había comido algo que le sentó mal. Ofició misa en la gruta, frente a la Santina, y dejó una de las frases más bellas en torno a Covadonga: "Esto es como la sonrisa de Dios en la naturaleza". Italiano, Roncalli había nacido en 1881. Se le notaban los años, más en el físico que en el espíritu. Aguantó el tipo sin perder la sonrisa en el encuentro que tuvo en el santuario con unos 200 seminaristas (la cifra puede sorprender hoy, en tiempos de penuria de vocaciones).
Angelo Roncalli (futuro Juan XXIII)
Comenzó hablándoles en latín, después pasó al francés y acabó en su idioma materno, el italiano. Todos le entendieron. "Covadonga fue uno de los puntos más luminosos de nuestro viaje a España", escribió unos años más tarde, ya como Papa. Fue un Pontífice de importancia capital en la Iglesia del siglo XX, como impulsor del renovador Concilio Vaticano II. Cuatro años después de su paso por Covadonga, Angelo Giuseppe Roncalli fue nombrado Obispo de Roma. En sus habitaciones vaticanas instaló una réplica de la Santina que había adquirido en el santuario. Fallecido en 1963, Juan XXIII, conocido como "El Papa bueno", encarrilador de la Iglesia hacia la modernidad, marcó un antes y un después en una institución de dos mil años de historia. En su diario de aquella vista a Asturias había escrito: "Covadonga, un nombre inolvidable".
Manto de la Santina regalado por Isabel II en su visita en 1858. (Pinterest)
FUENTE: EDUARDO GARCÍA

EDUARDO GARCÍA. (Redactor de La Nueva España)










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