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13 de noviembre de 2018

Un encierro de 318 días en la Catedral de Oviedo

Una protesta de altura
Catedral de Oviedo durante el encierro de los trabajadores de Duro Felguera, año 1996
Ver artículo del blog: Un conflicto largo y épico en Langreo (Asturias):
El encierro de trabajadores de Duro Felguera sin recolocar en la torre de la Catedral de Oviedo el 23 de diciembre de 1996
Ilustración de Alfonso Zapico
Hace unos meses ya les conté los pormenores de la huelga de hambre que sostuvieron en 1994 cinco trabajadores del Grupo Duro Felguera contra la extinción de empleo que afectaba en aquel momento a 183 trabajadores del taller de Barros y 49 de Felguera Melt. Les recuerdo que la protesta concluyó el 2 de noviembre de aquel año con el acuerdo de readmitir a parte de los despedidos y acoger a los otros a prejubilaciones y bajas voluntarias. Pero en diciembre de 1996 aún quedaban 39 trabajadores pendientes de recolocación y, ante la pasividad de la empresa y el intento de jugar al despiste del Gobierno regional, se reanudó la lucha solidaria implicando de nuevo a todo el colectivo para lograr una solución digna que no dejase a ninguno sin trabajo.
Ilustración de Alfonso Zapico
La lucha de Duro Felguera constituye un capítulo aparte en la historia reciente del movimiento obrero asturiano por la unidad sin fisuras que mantuvieron los trabajadores afectados y sus familias, arropados en todo momento por la solidaridad de los vecinos de la cuenca del Nalón, con una organización autónoma, al margen de las cúpulas sindicales e incluso en ocasiones enfrentándose a las decisiones de sus dirigentes. También sorprende que el conflicto no se relajase a pesar de su prolongación en el tiempo, pero sobre todo llama la atención la eficacia de su acción directa en la que se llegaron a adoptar tácticas de guerrilla urbana. En este marco se produjo la ocupación de la torre de la Catedral de Oviedo, una medida que ya se había ensayado años atrás y que se eligió entre otras posibilidades como una medida drástica que ayudase a poner el punto final a aquella situación enquistada. La otra tarde volví a reunirme en La Felguera con algunos de los protagonistas de aquellos hechos para recoger sus testimonios y resumirlos en esta página. Es una tarea imposible, pero aunque queden muchas cosas en el tintero ellos quieren que no me olvide de resaltar su reconocimiento a la labor del doctor Pedro Mohedano, actual director de la policlínica SEMAD en La Felguera, y su compañero Adolfo, ya fallecido, quienes les prestaron su asistencia a lo largo de todo el conflicto, a pesar de las presiones que tuvieron que soportar en su vida laboral.
Ilustración de Alfonso Zapico
Por otro lado, también quieren poner en primer lugar el papel de sus compañeras y en general de todas las mujeres de La Felguera, que dieron un ejemplo luchando en la calle ayudando a mantener alta la moral de los encerrados desde el primer día, a pesar de que lo que supuso para las familias dejar de cobrar cualquier salario durante diez meses. El 23 de diciembre de 1996, Gerardo Iglesias Campa, quien ya había sido uno de los protagonistas de la huelga de hambre en 1994; Juanín Díaz; Víctor Vaquero; Juanjo García y Luís Braña se hicieron fuertes bajo el enorme reloj de la catedral de Oviedo a 62 metros de altura habilitando allí un pequeño refugio de menos de veinte metros cuadrados, que convirtieron en habitable a base de ingenio. Tras una primera noche memorable, en la que tuvieron que soportar de cerca el tañido de las campanas catedralicias, al día siguiente prepararon el lugar colocando toldos y plásticos para cortar el aire y empezaron a resolver sobre la marcha las necesidades cotidianas: la higiene personal e incluso la ducha se hacía en un balde con agua procedente de un centro de jubilados próximo, que se subía en garrafas, y el mismo sistema de cuerdas se utilizó para recoger la comida que, aunque llegaba muy caliente, no tardaba en enfriarse, ya que las bajas temperaturas, que se acentuaban por las noches, fueron un problema constante incluso en los meses de verano.
Ilustración de Alfonso Zapico
También se planteó un ingenioso sistema para mantener el lugar limpio de orines que desaguaban por el sumidero de una calle lateral, mientras que el resto de los desechos se bajaban también con cuerdas en bolsas cerradas. Algo que también debe hacerse constar, ya que cuando todo acabó, el campanario quedó en mejor estado que cuando ellos llegaron. Desgraciadamente, la mala suerte persiguió a Luís Braña, quien después de descender en una ocasión con motivo del fallecimiento de su madre, tuvo que abandonar definitivamente, cuando se cumplían los 98 días del encierro, a causa de una insuficiencia cardiaca. Al margen de este hecho puntual, tres de los encerrados, que eran miembros del Comité de Empresa, tuvieron que bajar en una ocasión para asistir a un llamamiento judicial.
Las visitas también fueron escasas. Así, las familias solo lo hicieron en un par de ocasiones, mientras que se permitió el acceso con fines propagandísticos a un equipo de Canal Plus para grabar un programa de televisión, y a algunas personas que por su relevancia podían dar a conocer la movilización fuera de Asturias, como las Madres de la Plaza de Mayo o Paco Ignacio Taibo y el escritor chileno Luís Sepúlveda.
Ilustración de Alfonso Zapico
Para matar el tiempo se colocó una bicicleta estática que se utilizaba por turnos y se subieron dos pollos como mascotas, e incluso llegó a estar con ellos el perro de Juanjo García para ayudar a que las horas fuesen más cortas. También sirvieron de entretenimiento las palomas que se acercaban cada día buscando comida. Con el paso de las semanas, los trabajadores llegaron a integrarse tanto en la propia Catedral que colaboraban arrojando desde arriba caramelos a los niños que salían de alguna ceremonia religiosa, o arroz sobre los recién casados, por lo que a veces recibieron como muestra de solidaridad alguna botella de champán. Mientras tanto, la movilización no cesó en las calles de la capital, adonde se desplazaban cada día las mujeres desde la Felguera sin que nadie se atreviese a exigirles el pago del billete del ferrocarril, mientras en la plaza de la Catedral siempre permaneció un pequeño retén de apoyo ofreciendo material con el que ir manteniendo la necesaria caja de resistencia. También fueron frecuentes las concentraciones y las visitas de trabajadores que se desplazaron hasta allí desde otras regiones del Estado.
Ilustración de Alfonso Zapico
Además, cada tarde de seis a siete se formaba una pequeña manifestación que daba vueltas a aquel espacio mientras repicaban las campanas; también siguieron las acciones de todo tipo en otros puntos de Asturias y se fijó un día semanal para concentrase ante el Parlamento, donde los trabajadores de Duro Felguera contaron siempre con el apoyo del entonces diputado regional Antón Saavedra, quien se convirtió en un pieza fundamental para la resolución de este conflicto.
Con todo, los rostros más visibles de aquel conflicto fueron los presidentes de los Comités de Empresa de Felguera Melt y Construcciones Metálicas, respectivamente Tino Menéndez y Manuel Sánchez Terán, quienes llevaron la responsabilidad de las negociaciones. Sobre todo Terán, experto montañero, quien con la ayuda de Gerardo Campa colocó en el pináculo de la torre una bandera roja y llegó a hacerse popular entre los asturianos de la época por sus entrevistas con el arzobispo Gabino Díaz Merchán, cuya sonrisa mientras recibía un "gomeru" de los utilizados en las protestas se convirtió en un icono de aquella Iglesia progresista que se acercó al pueblo en los años noventa.
En el mes de junio de aquel 1997, unas declaraciones de Gerardo Iglesias Campa al diario
Ilustración de Alfonso Zapico
El País alarmaron a las autoridades cuando advirtió de la posibilidad de que se pudiera producir alguna muerte si la policía intentaba asaltar la torre. Para frenar una represalia por esta afirmación, se produjo un movimiento de inculpaciones individuales repitiendo sus mismas palabras, que también tuvo repercusión nacional. 
Y ahora que el tiempo ha hacho que todo esto ya sea historia, podemos decir que la advertencia no era exagerada, ya que en la escalera de caracol que subía hasta donde ellos se encontraban, se había instalado una alarma y sus 204 peldaños se encontraban protegidos con voladores, garrafas con líquido inflamable y detonadores con un sistema de control eléctrico que ellos estaban dispuestos activar desde arriba si llegaba la ocasión. 
En noviembre de 1997 abandonaban la Catedral de Oviedo los despedidos de Duro Felguera después de casi un año de encierro. (El Comercio)
El 31 de julio, cuando las cosas ya estaban encauzadas y se cumplían 221 jornadas de ocupación, se produjo el cambio de turno y los cuatro encerrados fueron reemplazados por Ramón Cimadevilla "Cima", Fermín Rodríguez, Manuel Ortiz de Galisteo y Marino García Rodríguez, quienes estuvieron en la torre 97 días más, hasta que el 5 de noviembre se produjo el desalojo pactado tras un acuerdo con el Ministerio de Industria y el Gobierno asturiano del Partido Popular. Habían sido necesarios 318 días de sacrificio para conseguir la firma de un compromiso que garantizaba la recolocación de los 39 trabajadores en Hunosa y en otras empresas públicas. Después de tantos años, es indudable que sin esta medida de presión hubiera sido mucho más difícil poder cerrar con una victoria el conflicto de Duro Felguera y por ello quienes lo protagonizaron se sienten orgullosos de haber arriesgado sus vidas en la torre de la Catedral.
Los empleados despedidos de Duro, durante el encierro en la Catedral de Oviedo. (El Comercio)
FUENTE: ERNESTO BURGOS-HISTORIADOR

Ernesto Burgos Fernández nació en Mieres (Asturias) el 7 de julio de 1957.
Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Oviedo (1979). Diploma de Estudios Avanzados en Arqueología Histórica («La romanización en las cuencas mineras del sur de Asturias» 2006).Profesor de Educación Secundaria, ha trabajado en los institutos «Juan de Herrera» (Valladolid), «Sánchez Lastra» (Mieres), «Camino de La Miranda» (Palencia), «Valle de Aller» (Moreda) y desde 2006 en el IES «Mata Jove» de Gijón. En el año 2016 el reconocido historiador mierense fue distinguido con el reconocido galardón anual de  “Mierense del año”.


Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981). Historietista e ilustrador freelance. Profesional gráfico desde el año 2006. Trabaja en proyectos educativos del Principado de Asturias (Aula Didáctica de los Oficios) e impartido talleres de ilustración en centros educativos de Asturias y Poitou-Charente (Francia).  Realiza ilustraciones, diseños y campañas para diversas agencias de publicidad, editoriales e instituciones. Es ilustrador de prensa en diarios regionales asturianos (La Nueva España, Cuenca del Nalón, Les Noticies…).
Se estrena en 2006 con un álbum de corte histórico para el mercado franco-belga, La guerra del profesor Bertenev (Dolmen, 2009). Su primer trabajo publicado directamente en España es Café Budapest (Astiberri, 2008), donde se mete de lleno en una ficción determinada por los orígenes del todavía no resuelto conflicto palestino-israelí. Acto seguido apuesta por recrear en cómic la vida de James Joyce, Dublinés (Astiberri, 2011), que gana el Premio Nacional del Cómic 2012 y a raíz del cual surge el cuaderno de viaje La ruta Joyce (Astiberri, 2011).
Vive en la localidad francesa de Angouléme, donde, tras realizar El otro mar (Astiberri, 2013) a caballo de su Asturias natal, a la que vuelve con regularidad, se encuentra preparando su nueva y ambiciosa obra, “La balada del norte”, que constará finalmente de tres tomos.
Esta magnífica obra es un autentico tesoro de la novela gráfica española y refleja la negrura de los valles mineros de Asturias de los que surgen personajes luminosos, y bajo el ruido atronador de las minas de carbón se escucha el susurro de una canción antigua. Los viejos y nuevos tiempos chocan brutalmente poniendo a prueba al protagonista, pronto a la Humanidad entera. Éste es el sonido de "La balada del norte".
Sus libros han sido traducidos al inglés, francés, alemán o polaco. (…) http://alfonsozapico.com
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